EL BOSQUE EN CUBA: ANALISIS DE UNA NOTICIA PARA TONTOS


"En la comarca de su majestad, / todos repiten lo que dice el Rey, / él les da el agua, él les da el vino y el pan, / pero más tarde les cobra la ley. Soy leñador desde mi niñez / y aunque no tengo bosque / sueño con árboles."

El leñador sin bosque. Carlos Varela

Reuters ha publicado el 10 de agosto de 1999 que la política de reforestación del gobierno cubano ha sido un éxito. Según sus informantes en la isla, los bosques cubren hoy el 21,5 % de nuestro territorio nacional y desde que Castro se encontró en 1959 con apenas un 13,4 %. Luego, Reuters continuaba: "mientras en otras naciones del continente americano miles de especies desaparecen debido a la tala y quema indiscriminada de los bosques, en Cuba los árboles indígenas y otras variedades son preservados con la ayuda de la biotecnología" (o sea, desde hace apenas 5 años). Eso ha dicho un reporte del Ministerio de la Agricultura y eso mismo ha publicado la prensa estatal. ¿Cuál otra podría ser esta buenísima noticia?

¿No les resulta maravilloso? A mi si, porque es innegable que disfruto con esas fantasías mentales sobre temas que, al ser tan discutibles e imposibles de calcular de momento, apenas suponen a aquellos que las promulgan una gigantesca pérdida de tiempo. Pero perdámoslo también, porque lo que no sería nada bueno es que los que discrepamos esas mentiras nos tragásemos el cuento y desperdiciáramos la energía en temas mucho menos importantes. Saquemos pues, nuestra agudeza mental, no para criticar una cifra tan falsa como malintencionada, sino para dejar constancia de esa penosa realidad que ha hecho a nuestra tierra uno de los lugares menos verdes en este caótico planeta.

Si no lo he dicho aún lo escribo ahora. Si en el universo de un loco llamado Fidel Castro, Rosa Elena Simeón es su matemática intelectual, jamás existirá ciencia revolucionaria que apoyada en sus resultados sea digna de respeto. El número 21 es, sin dudas muy bonito, pero únicamente para los santeros, pues hasta un tonto se daría cuenta que es mayor que 18 (último cálculo revolucionario en 1989). La verdad, loada sea, es a la vez disidente y exiliada, impecable y estudiosa, insobornable y virtuosa en su memoria. Y ellos, pobres payasos de la política y el oportunismo, y ahora condenados a vérselas con los problemas del calendario hasta que el mentón les pierda el pelo, o hasta que sus cerebros de larva se conviertan en el de una rana (insectívora para los que no conocen de cadenas alimentarias) están condenados a desaparecer con el arribo del milenio

Para ser ético con los cínicos (que insisten en mejorar la cantidad de sombra arbórea en Cuba) y de cuya falta de moral y palmaria mezquindad no me queda ni una duda, vamos a desenmascarar todas las ambigüedades convenientes al respecto. Pero atención, que mis nietos los cojan confesados si ustedes son parte de esa farsa y mañana ellos pueden ir a Cuba a demostrarles ese oprobio. El problema del bosque en Cuba proviene de la triste idea de hablar de incremento forestal para cumplir un plan que de por sí ya es un descrédito. Si insistimos en que cada día hay más árboles en Cuba, entonces el clima de la isla hubiera en cierta forma mejorado, pero no es así. De ahí que relacionado a la salinidad general que afecta al archipiélago el tema de la deforestación sea un protagonista principal. Por ello, y ahora lo explicaré con ejemplos, cada año que termina para los cubanos acaba con un catecismo calculado de sequía, pero al que no llamo cataclismo para que no digan luego que exagero.

Todos los informes publicados hasta la fecha*, desde la aparición de cuatro capítulos dedicados a los bosques en el libro Natumaleza Cubana, son en sentido general, muy contradictorios. Los redactados por Eudel Cepero (valiente presidente de AAMEC) son considerados en el exilio como los más objetivos y creíbles y ello, pese a que se apoyan en las opiniones de gente como Ramón Castro y Núñez Jímenez (dignos de olvidar), o dan crédito a periódicos totalmente manipulados por el régimen castrista. Por ello, y aun creyendo firmemente que Cepero es un patriota que logra ser muy útil, su "irrestricto apego a la verdad" queda dañado dada la bibliografía consultada. A saber en este caso, referencias tomadas del partidista "Granma", el semanario para vagos "Trabajadores" y el dogmático "Juventud Rebelde".

Se sabe que a Cuba la azota una sequía tras la otra y que ello guarda relación a la escasa vegetación. Se sabe que cada año el gobierno de Castro deja que se quemen entre 10 y 20 mil hectáreas de bosques, maniguas, sabanas con cayos de monte, y pastizales naturales con ecosistemas de yerba de cortadera. Víctimas de estos fuegos son generalmente reservas a las que el gobierno quiere quitar su valor para sacarlas del catálogo de áreas naturales de la IUCN, y arrendarlas luego al turismo destructor. Ejemplos de estas reservas naturales son la Meseta de Cajalvana, carbonizada en abril; las de Cayo Ratones y Los Indios, incendiadas en el mes mayo; o los mejores bosques con que aun contaba Guantánamo, de donde no pudo ni siquiera aprovecharse las maderas duras que quedaban.

La política de reforestación en Cuba se basa en metas a cumplir, pero como los suelos están tan empobrecidos, los plantadores de árboles cuentan año tras año las posturas que sobrevivieron del plan anterior y que por su pequeña talla apenas se podían ver. Millones de árboles se dicen son plantados en Cuba cada año, pero si calculásemos seriamente esas cifras, a Cuba le haría falta contar cuatro veces con el mismo territorio. Desde que el Periodo Especial y el Plan Turquino comenzaron, todo el que visita el bosque en Cuba va a buscar madera ya sea para cocinar, o para apuntalar su casa. Entonces, desde que los inversionistas extranjeros entraron en Cuba, los incendios intencionales con intereses urbanísticos y mineros campean a sus anchas.

Los estudios más serios demuestran que la cobertura boscosa de Cuba en 1950 era del 13 % y que gracias a una locura de Fidel el país se saturó de tecas, eucaliptos y casuarinas, hasta llegar a un 18. A partir de entonces, la fórmula cambió y lo que se plantaba más en Cuba era la inflación de sus inalcanzables metas. Así, se sumaba cada año lo talado a lo sembrado en años anteriores, pero para que las cifras fuesen diferentes y siempre positivas. Veámoslo pues en sus propias cifras. Desde 1995 el país está cortando cada año el 5,8 % de sus bosques naturales. Una causa efecto de esta realidad la observamos en Cayo Coco donde la vegetación que cubría esa isla (95 % en 1990) apenas sobrepasa el 40 % de su superficie en la actualidad. Un aeropuerto no bastó a los españoles que lo explotan y para mejorar los viajes, ahora quieren hacer otro.

En 1993, en Cuba quedaba el 11, 8 % de bosques, pero ese año ya se alertaba que la tala se llevaba a cabo en las áreas naturales y no en las reforestadas. ¿Por qué? Pues porque los dirigentes sabían que en la isla nunca se sembraban especies autóctonas en cantidades considerables como para poder mentir con ellas. En la Ciénaga de Zapata, por ejemplo, se recolectaron en 1990 cientos de miles de semillas del ocuje que tres años después no se habían sembrado por falta de recursos y transportación. Sin embargo, el departamento de silvicultura de la misma empresa sí contó con el combustible necesario para desmontar 1`200 hectáreas de soplillo. A escala nacional, este viejo truco de dejar sin gasolina a los departamentos encargados de la conservación ha favorecido por decreto institucional a aquellos encargados de la explotación.

En 1995, según se puede calcular a partir de las fotografías tomadas desde los satélites, en Cuba queda cerca de un 9 % de vegetación que, sin llegar a ser de bosques naturales, incluía montes degradados, tierras abandonadas por la industria azucarera y matorrales imposibles de rehabilitar. En ese año, Cuba tenía una media de 120 incendios, pero a partir de entonces, y sobre todo en las zonas tabacaleras, la cifra remontó sin parangón. Hasta octubre de 1997 habían ocurrido 245 incendios en plantaciones forestales "escogidas" del país, y si digo escogidas, ello se debe a que la mayoría no sobrepasó las 700 hectáreas de terreno. Una cifra muy apropiada para hacer nuevas plantaciones de tabaco.

Puesto que la lógica y el sentido común no coinciden, pero dado que ambas tienen iguales derechos sobre nuestro comportamiento y expresión, el eterno recurrente debate sobre la cobertura boscosa en nuestra patria no puede, por el momento, resolverse. Sin embargo, al que tenga dos dedos de frente no le es posible defender, huelga aclararlo, la cifra del 21,5 %, porque su perspicacia es claramente intencional. Reuters cometió el error garrafal de tomar los despachos de prensa del gobierno de Cuba como verdaderos, aún y cuando es sabido que la Sra. Rosa Elena Simeón, "primate cubana" y un agente primado de la familia de los simios científicos de Cuba, es capaz de escribir incluso con el éter.

Como ya he explicado, el inventor de estos datos maravillosos sobre la repoblación forestal en Cuba cometió un desafortunado y lamentable error al poner al gobierno mismo en el centro de ese falso mérito. Ese régimen, miren cómo, promulgó la devastación total de la naturaleza para salvar al socialismo durante el período especial. Por tanto, si la mayoría de los bosques de Cuba todavía siguen alimentando los centrales azucareros, piensen en todas esas buenas maderas que ha dejado hecha cenizas el gobierno. Y esto, sin analizar aquí las decenas de desbroces que cada año se cobran 8 mil hectáreas para hacer viales y pavimentar nuestra nación. El índice forestal de la superficie de Cuba debe andar ciertamente por el 9 %, habida cuenta de que las teorías matemáticas sean exactas, y que a la resta bruta no pueda adicionarse más a una falacia neta del partido imperante.

Los manglares cubanos debieran ser el corolario y poner un colofón de esta triste y cruel historia. Cada año se afectan en Cuba 10 mil hectáreas de estos bosques protectores. No queda en nuestra isla un ecosistema costero intacto. No hay un río que no transcurra bajo el sol. El Cauto, otrora el río más caudaloso del país, tiene el 50 % de sus márgenes erosionadas por la deforestación. El mar, anteriormente separado del perfil costero hasta unos 10 kilómetros de distancia por el empuje de las aguas dulces, hoy entra río adentro unos 60 kilómetros en su parte inferior. ¿Se imaginan a nuestro río Cauto corriendo al revés? Pues no se asombren porque así está ocurriendo. La cuenca fluvial que en 1950 desplazaba (en la época de seca) más de 80 metros de agua por segundo, hoy apenas mueve 5. Y ¿cuál es la solución castrista? Una que por ridícula nos parece más absurda. A los lados del río Cauto, Castro a decidido hacer un homenaje a los Campos Elíseos. Esto es, sembrar unos cuantos árboles en línea a 50 metros a cada orilla, para que se cuente como un nuevo logro de su ordenación silvicultural.

Finalmente quiero añadir algo. Como vengo intentando desde hace algunos párrafos, sería bueno insistir para que todo problema sin una solución definitiva y concebible cuente al menos con una conclusión, sino coherente, por lo menos arbitraria. Una tras otra todas estas especulaciones irresolubles sobre nuestros bosques no pueden contar hoy con una respuesta válida, porque hasta la fecha, se trata de palabras y afirmaciones imposibles de probar, y no de hechos tangibles y asequibles a todos los que tengan en sus manos una posibilidad de inspección real. El eterno debate de la clorofila en Cuba, que debiera pertenecer por entero a los botánicos más honestos del país, está en manos de políticos donde el apego a la verdad todavía sufre. Esto es lo que le ha ocurrido a los informes de la AAMEC, y a veces hasta con Reuters, cuya publicidad al castrismo es tan falsa como fastidiosa. Sin dudas ha dado cuentas de su indulgente ingenuidad.


FIN


Carlos Wotzkow

Bienne, septiembre de 1999

*Cepero, E. (1997): Situación ambiental de Cuba. AAMEC / Informes en members.xoom.com. 16 pp.

Asociación de Periodistas Independientes (1999): La situación ambiental de Cuba. Informe anual de la Agencia Ambiental Entorno Cubano. en Cubanet News. 2 pp.


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