El escudo de los cubanos

"La izquierda es una coartada basada en la palabra pueblo, esa es la bandera de la izquierda: un par de calzoncillos con la palabra pueblo con el cual todos se protegen los cojones."

Oriana Fallaci


A ella, esa impecable educadora de Cubanos.

El escudo nacional de Cuba, aquel que diseño Miguel Teurbe Tolon en 1849 y que intentaba describir lo excepcional de Cuba, terminó por definirse con libertad e independencia en el diseño que reconoció la Constitución de 1940. Coronado con el gorro frigio de la libertad, su cuartel superior y parte de los inferiores aun preservan algunos de sus decorados que lo representan como el escudo de un pueblo libre e independiente. La palma real, como símbolo de nuestra gallardía, crecía sobre un suelo privilegiado y se convertía así en el más útil de los árboles. Pero ¿es aun cierto todo esto? ¿No estará nuestra sociedad mejor representada por tipejos como Antonio Oliva? Y Martí, su víctima, ¿no será hoy un estandarte raro e irrepetible entre los mortales de su pueblo?

El escudo de una buena formación académica que facilite el empleo y proteja a la familia, y no el oportunismo de la educación de masas con promoción planificada, éxito pronosticado y robo generalizado como salario o ingreso natural. Esa fue, una de sus enseñanzas. Ampararse en el agotamiento y la fatiga del trabajo, pero nunca en el papel de víctima que amplifica la propaganda de esa malvada ideología. Creer ser un eterno impotente es escudarse en la hipocresía e insultar la dignidad humana. Decir que se perteneció a un partido para evitar las consecuencias de su ira es aceptar indirectamente haber sido parte activa de ella. Esa es otra de las farsas del cubano y ese es uno de sus escudos más utilizados: servirse de la palabra proletaria y de su fuerza, para aplastarlo todo durante años y con muchísimo desprecio. Esa fue, su temida profesía.

Ese escudo, con el cual algunos se protegen sus indefinidos genitales, parece no tener nada que ver con el compromiso moral del individuo contra el arraigado oportunismo que ha calado en nuestra sociedad. ¿El escudo de la honra, para qué? O es que no ven nuestros patriotas y compatriotas que la inmoralidad de escudarse en motivos familiares permite ayudar al régimen con algo a lo que algunos llaman "viajecitos de nostalgia". Ese cubano que aparenta ser, muchas veces no pasa de representar a un lacayo de cualquier autoridad y ese pueblo a pasado a ser un siervo de cualquier tirano al que dará la absolución apenas empiece a recibir prebendas. ¿El escudo de la patria, para qué?, si con sólo decir que "él cumplía órdenes" se protege en la abstracción numérica y se libra de su obligación civil.

El escudo de haberse equivocado (con crímenes de por medio) lo esgrimen a menudo los peores carniceros que, entregados a la "gesta revolucionaria" no dudaron ni un segundo en imponer el sacrificio a los demás. Amparados en un falso altruismo, obligaron al resto a suicidarse sin pensar que cada muerto enrarecía nuestra historia. Su partido, como escudo social, no llegó a ser nunca una organización, sino una mafia, una banda que le permitía manifestar su arrogante personalidad. Para sostener al partido comunista no hizo falta hombres, sino perros entrenados y obedientes y Castro, domador de perros cazadores, lapidó en tumbas a quien no quiso guarecerse bajo ese escudo del abuso.

Cuarenta años lleva nuestra patria inmersa en la denuncia fratricida. El nuevo sátrapa ha resultado peor que el dictador eliminado. Disfruta con los mismos crímenes, pero clama más que su malvado antecesor. Los barbudos que bajaron de la Sierra Maestra para eliminar la explotación del hombre por el hombre inventaron al día siguiente la explotación del hombre por el dogma, pero por poco acaban con todo un hemisferio. Aquellos barbudos rebeldes que pelearon para poner fin a los cadáveres que decían había en la cuneta, mandaron a enterrarlos desde entonces en el Africa. Un régimen que no dio espacio a la gente creadora, la mandó al destierro, la calificó de apátrida, y afeitó después su barba en la sala de baño de sus mejores propiedades confiscadas.

Cierto es que desde siempre la mujer cubana ha tenido mejor puesto sus ovarios. Desde su paciencia incansable por mantener unida a la familia ante tanta adversidad, hasta el riesgo cotidiano de alimentarla en pleno periodo especial, nuestras mujeres han desafiado día a día la prisión. Desde aquella maestra que nos enseñó toda la obra de Martí (no sólo una parte de ella), hasta aquella educadora que, al día siguiente de haber sido asesinado el General Arnaldo Ochoa, escribió en su pizarra estos versos de Zenea: "Tengo el alma, Señor, adolorida / por unas penas que no tienen nombre / y no me culpes, no, porque te pida / otra patria, otro siglo, y otros hombres", he conocido en Cuba pocos hombres con tamaña valentía.

Por ello, y a falta de muchas cosas, queda así el escudo del cubano hoy: el gorro frigio se ha transformado en boina roja que protege la cabeza de las represivas tropas especiales de Raúl. El sol se oculta ahora por vergüenza y se niega iluminar las playas bañadas por los muertos en el Mar Caribe. La llave, ya no representa a Cuba, ni tienen con ella un hogar que proteger nuestros cubanos y mucho menos, ningún corazón que abrir. La palma, la última palma verde que nos quedaba después que Castro la extinguiera con desprecio y dinamita, está roja de vergüenza pues su sombra da cobijo a la prostitución de las abandonadas niñas. Al final, ni siquiera quedaran en Cuba las montañas y entonces, sólo tendremos las fasces para la venganza miserable y contra aquellos que no supieron retener ni una gota de valor o dignidad en toda su mezquina vida. ]


FIN


Carlos Wotzkow
Bienne, Diciembre 1999

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