Gabriel García Márquez ya no sabe lo que escribe.

by Carlos Wotzkow


«Parece que habían zarpado el 20 de noviembre desde un manglar en las inmediaciones de Jagüey Grande, muy cerca de Cárdenas.»

Gabriel García Márquez

La primera vez que vi y hablé con Gabriel García Márquez, fue en su lujosa oficina del ING (International Network Group) en el Laguito, cuando todavía confiaba en que los guiones cinematográficos (que les escribían algunos cubanos y que él firmaba) lo iban a hacer un multimillonario artístico. Verlo vestido con un pantalón de hilo transparente y meneando constantemente su reloj dorado en la muñeca, me hizo pensar que estaba frente a un anciano homosexual, pero más tarde me di cuenta del error y recapacité: estaba, qué dudas quedan, frente de un encumbrado y envejecido chicharrón.

Han pasado 9 años ya sin que el nombre de este colombiano de pacotilla me zumbara en los oídos cuando veo, nada más y nada menos que en El País (una copia española del Granma con anuncios publicitarios), un artículo de este dinosaurio mexicano. Sí, porque aunque antes dije colombiano, esa es una nacionalidad que él sólo utiliza para postularse como presidente a las elecciones y no para viajar. Además, según sus propias palabras, él es un asilado político de Colombia en México, o ¿debí decir en Cuba? Al grano.

"Naufrago en tierra firme" se llama el artículo que pudiera haber escrito Juan González. Un texto que no requiere un Nobel, ni tan siquiera el esfuerzo de un analfabeto. Pero expliquémoslo. En el párrafo primero, "Tía Tata cuenta cuentos" cuenta que la madre de Eliancito lo recogió en la escuela al mediodía. ¿De acuerdo? Pero en el párrafo undécimo, ya se enreda su memoria por culpa del Alzheimer al volver a hablar del uniforme. El pobre viejo colombo-mexicano no sabe que a la escuela hay que ir con uniforme y que, cuando la mamá lo recogió aquel día al mediodía, lo más seguro, y cubanamente lógico, es que no se lo llevara caminando en calzoncillos.

"También le dijo que había perdido la mochila y el uniforme de la escuela; Juan Miguel lo interpretó como un síntoma de desorientación y trató de ayudarlo." "No papo," le dijo, "el uniforme tuyo está aquí y la mochila la tengo para cuando vuelvas." ¡Qué precisión!, o mejor dicho, ¡qué mentira! Si el uniforme que el niño usó ese día estaba en la casa del padre junto a su mochila, quizás fue porque mamá pasó a despedirse y lo vistió con otra ropa. De lo contrario, papá González fue un irresponsable que, incumpliendo los castristas reglamentos de la escuela, mandó a Eliancito, desgreñado como el Che Guevara, a sentarse en un pupitre sin vestir correctamente y sin libretas.

Sea como sea, no deja de resultar patético que un Nobel de literatura, y más un novelista versado en inventar historias, haya caído en esa trampa. Lo mismo le ocurrió con el dato en que cuestiona la comunicación. ¿Lapsus o decrepitud? Da igual. Como quiera que esta historia se relate, resulta una demostración palmaria el hecho de que Elían se comunica con su familia impecablemente. Para los que vivimos en el exilio resulta claro que ceder minutos de una llamada tan costosa (para la familia en Miami claro, porque los cubanos no pueden pagar por ella) para que este niño hable incluso con su maestra, demuestra más que buena voluntad.

A nadie en Colombia parece haberle importado el daño que Fidel Castro le ha causado a la literatura al desarraigar a este escritor de los valores humanos y convertirlo, para beneficio propio, en un imbécil comediante (dantesco por añadidura). Salir de su campestre Colombia y llegar a la militarizada Habana (vía México) no ha sido una acción de amor, sino el síntoma inequívoco de que Fidel Castro lo ha adoptado para su causa. Romántico mentor de adolescentes por las calles de La Habana, Gabriel García Márquez no se ha erigido como el defensor del niño Elían, sino como el verdugo de muchos otros niños cuyos nombres, a pesar de ser excéntricos, él se presta a recordar. Así, este despreciable novelista no olvida a Usnavi, ni a Yusnier, ni a Anysleidis, ni a Alquimia, ni a Deyler, ni a Anel. ¿Nombres solamente, o pequeños que perdieron su virginidad?

"Juan Miguel no tuvo que perder el tiempo para saber dónde estaba su hijo" – dice el sesudo laureado, - "porque en el Caribe se sabe todo". Pero no mi querido latoso. Juan Miguel lo supo muy pronto, porque de Cuba todos huyen hacia un mismo sitio. Él, el padre de Eliancito, soñaba también con una visa, ¿o es que acaso no te lo contó? Querer narrar la historia de Elián es un encargo que le ha quedado mal. En momentos que el futuro de ese niño está por decidirse, sólo espero que tus achaques no te dejen verlo hecho un hombre. Has dicho que su madre lo raptó, has seguido a la letra las orientaciones de tu barbudo amo para describirla como una mujer estúpida, has limpiado tus culpas con su memoria y si yo fuera Elián y te tuviera un día donde una vez te tuve, de seguro te invertía el sistema digestivo con el apoyo de un zapato.

Para acabar contigo, y con la aureola de inmundicias que te han hecho famoso, déjame decirte otra pequeña cosa. Jagüey Grande es un pueblo interior de Cuba. Está en el kilómetro 142 de la autopista nacional y rodeado de toronjales a los que el desgobierno de tu dueño Fidel Castro ha empezado a desmontar para sembrar tabaco. Esa cubanísima localidad por tanto, carece de manglares. Si en realidad te sientes el Nobel de la Coca, consúmela de otra manera porque te hace daño. Nadie puede salir remando sobre las aguas de un sitio que no colinda con el mar. ¿Comprendes o necesitas más expertos? No me explico cómo, si contaste con la ayuda de los expertos cubanos que tantos botes han hundido cargados de niños, no contaste con ellos para que te enseñaran un poco de la geografía cubana.

¡Eres un erudito García Márquez! Te mereces otro Nobel por sabio y vamos a darte uno que abunda allá en la tierra de la infamia. ¿Te parece bien el de la cobardía?


FIN


Carlos Wotzkow
Bienne, Marzo 2000

*García Márquez, Gabriel (2000): Náufrago en tierra firme. El País Digital. Internacional. Domingo 19 de marzo 2000 – N° 1416, 7 p


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