El SIDA disidente, o el Síndrome de la Irresponsabilidad Adquirida

Por Carlos Wotzkow

Una de las cosas que más repito a mis compatriotas que recién llegan al exilio es no criticar sin bases. No considero apropiado (ni mucho menos consecuente) ocuparse de la popa ajena sin haber limpiado antes la propia. Es humano, lo reconozco, establecer comparaciones e idealizar sobre una tierra en la que nacimos, pero sin olvidar que allá apenas nos permitían respirar. Cuba tiene las playas más lindas del mundo, pero no son nuestras. La mujer cubana es un tesoro de misterios y belleza, pero por desgracia muchas sólo están disponibles en dólares. El café, el tabaco, el azúcar, etc., igual, sólo por la libre en función del largo de la lengua que cada cual tenga. Por crudo que parezca, lo mejor de Cuba no nos pertenece, ni nadie lo puede comprar en moneda nacional. Visto así, pareciera que todo se reduce a este tipo de comentarios de estudiantes de primaria, pero no.

Me da pena con el resto, pero los mejores siempre estarán presos y hoy tenemos una sociedad y una oposición interna enferma de SIDA y en fase terminal. Sí, una buena parte de los opositores políticos en Cuba padecen el Síndrome de la Irresponsabilidad Adquirida. Una patología social que cuando afecta a las células de la política se vuelve mortalmente bochornosa. Una buena mayoría de los disidentes en Cuba se han tomado muy en serio eso de que nuestra (los exiliados) única obligación es hacernos eco de sus ideas. Y miren si me porto bien que sólo las llamo ideas. Muchos, creen que su lucha es la importante, la única necesaria, la más válida. Otros opinan que nuestras posiciones no están sincronizadas con el sentir social de la población. Los más famosos sin embargo, van aún más lejos y consideran que ellos son los únicos héroes capaces de transformar la Patria. ¡La de todos!

Una de las tendencias que caracterizan a estos disidentes cubanos es la de llamar a todos los esfuerzos originados en los Estados Unidos “actitudes injerencistas”. El complejo de la soberanía nacional transmitido por Fidel Castro durante 45 años, como si se tratara de una enfermedad venérea, ha calado tan hondo en sus neuronas que, o bien mueren (las irremplazables neuronas, quiero decir), o no hay quien le quite de la cabeza eso de que la injerencia es un fenómeno unilateral y unidireccional originado en el vecino país del norte. Hace poco, cuando el presidente Bush optó una vez más por apoyar a la causa cubana antes de las elecciones (como ya es costumbre), Eloy Gutiérrez Menoyo, bastón en alto, afirmó desde La Habana, que se trataba de “una actitud totalmente injerencista”. No conforme, fue con su lazarillo Morúa hasta la SINA y les llevó una carta.

Nadie notó lo injerencista que resulta que un español como Menoyo se pronuncie desde La Habana. ¿O es que no es un acto injerencista que un ciudadano español haga tribuna en Cuba a favor de Castro, el dictador del cual todos intentamos librarnos? Siguiendo al ciego de marras, un pichón de esclavo (afectado por un extraño servilismo crónico), y que responde a los apellidos de Cuesta Morúa, afirmó que “los Estados Unidos no tienen ningún derecho a definir los ritmos y los tiempos de la transición en Cuba... resulta humillante”. El respetado (por el régimen) disidente Oswaldo Payá fue aún más al estilo de Fidel: “no corresponde ni aceptamos que ningún factor externo...(¿se refería también a los exiliados?) trate de diseñar el proceso de transición cubano o supuestamente convertirse en actor del mismo”. Y si no se refería a nosotros, al que le sirva el sayo...

Elizardo (el Camaján desacreditado) y Vladimiro optaron, para hacer aún más válido mi paréntesis, por imitar las declaraciones de Morúa.

Es llamativo que nadie se haya detenido a analizar esta extraña óptica unidireccional, que a juzgar por el grado de organización que tiene, parece estar diseñada en el Departamento América del Comité Central. Pero empecemos por Menoyo. Este invidente extranjero regresa a Cuba no sólo para ayudar a Fidel Castro y lavar su imagen de intolerante, sino para activar la larga historia de injerencias del PSOE en Cuba. Lo que es extraño no es su comportamiento, sino que Payá, que lo llama “español” y recientemente lo ha enviado a hacer política a su país (por rencillas personales, no por principios éticos), no se haya pronunciado contra la injerencia de Matutes, el PP de Aznar, y los ejecutivos de Sol Meliá en la política cubana. ¿No son ellos viejos co-patrocinadores indirectos de la tortura y la represión en la isla? ¿Qué pasa con estos bravos patriotas que no se pronuncian contra la injerencia de España en el nuestro?

Y de Elizardo y Vladimiro, mejor ni hablar.

Yo creo que cuando uno intenta ser justo debe leer en todas direcciones y nuestros disidentes (¡qué casualidad!), sobretodo los más famosos, sólo atacan a la supuesta injerencia desde los Estados Unidos. Tomemos el caso de Menoyo que salió de Cuba con pasaporte español en el bolsillo (donde vivió 20 años a la sombra sin disparar un chícharo), y llevaba casi 20 años en el exilio viviendo del cuento y del dinero de sus tontos seguidores, hasta que regresó a NUESTRO país. ¿Cómo será la cultura de trabajo del pueblo cubano si algún día fuera gobernada por un tipo como este? ¿No es llamativo que codeándose con las altas personalidades del régimen (que lo invita incluso a los actos más bochornosos) Menoyo no critique la injerencia de Cuba en los asuntos internos de América Latina? ¿No es injerencia el papel de Celestina que hicistes para Castro en Centroamérica cuando se suponía debieras estar preso?

Y Morúa, invitado por no sé qué especie de “cubanos” a pasearse pintoresco por Europa (al igual que Menoyo años antes y con el beneplácito de Castro), ¿no fue capaz de recoger información en su gira por esos países libres, o es que no le gustó lo que se puede decir en libertad? ¿No es injerencia de Cuba eso de espiar las conversaciones telefónicas en el Congreso de Uruguay? ¿No es acaso Castro un burdo injerencista cuando trata de corromper (aún más) a los políticos de Argentina? ¿No es una descarada injerencia cubana eso de intentar dirigir gracias a los petrodólares de Hugo Chávez las elecciones en México? ¿No es injerencia en la soberanía de Chile, Colombia y Bolivia darle cuerda al burro de Hugo Chávez para que se desestabilice todavía más esa región? ¿No hay bastantes playas en Venezuela para que el payaso venezolano y títere de Castro quiera bañarse en una “playa de Bolivia”? Y qué hay de la injerencia de los terroristas y toda suerte de alimañas extranjeras protegidas por Castro en La Habana. ¿Cómo? No te oigo Morúa, habla más alto.

Díganme Elizardo y Vladimiro ¿No es injerencia enviar tropas cubanas camufladas de maestros a la Venezuela herida? ¿O es que los agentes de Castro en Venezuela son más útiles que los dólares norteamericanos en el boslsillo de quienes los producen? ¿Cómo es eso de injerencia? ¿No estarán ustedes dándole la razón a Fidel Castro con esas declaraciones y ese llanto en contra de Bush por los dólares que hasta ayer mismo les seguíamos mandando? Perdonen, pero no los comprendo. ¿No pasan algunos de ustedes más mensajes y tiempo comunicándose con el exterior y reclamando pagos por concepto de sus noticias exclusivas? ¡Ah esas denuncias que tienen precio! ¡Qué valerosos, que desinteresados, qué patriotas! ¿Por qué esa manía de criticar el patio ajeno? En tales circunstancias preñadas por la miseria humana del Hombre Nuevo ¿es justo morder la mano de aquel que te acaricia? ¿Es higiénico o saludable defecar en el plato que se come? ¿No viven ustedes en una potencia médica que “respeta los derechos sociales”?

Y ya que Payá quiere diálogo y lanza a través de los medios de prensa del exilio sus anuncios, me gustaría escuchar por qué la prensa del exilio es mala cuando le cuestiona sus ambigüedades, y por qué es buena cuando le amplifica sus babeos. ¿Qué piensa de esos amigotes de José María Aznar que durante dos largas legislaturas se dedicaron a negociar con todas las propiedades robadas por Castro en Cuba? ¿Cómo pueden criticar las medidas de Bush y no hacerle un acto de repudio a la embajada española por todas las promesas que Aznar le hizo a sus compatriotas en España? Promesas, valga aclarar, que jamás cumplió. ¿Cuántas reelecciones se necesitan para cumplir con la obligación de nacionalizar a la hija de un ciudadano español? ¿O es que caso hay que herirla con una bomba para nombrarla súbdita de la corona? Pero el cubano, hombre desmemoriado cuando le conviene, da más peso a las nalgas de sus socios con poder, que a su propia ética y moral. Y no digas ahora que te maltrato Payá, pues hasta doy por sentado de que cuentas con alguna.

Algunos creen que atacar a los disidentes en Cuba es contraproducente. Otros consideran que lo importante ahora es acabar con la bestia y luego ocuparse de esos fetos malformados. Pero no estoy de acuerdo y no me preocupan los años de exilio a los que esta postura me condene. O Cuba se limpia de miserables desde el mismísimo inicio del cambio, o yo renuncio a apoyar a cuanto deformado y desteñido disidente aparezca por las colas de las embajadas habaneras. Es casi más peligroso ponerle a un Cadillac los frenos de un Lada, que dejarlo rodar sin ellos cuesta abajo por el viaducto de La Farola. Sobretodo, por el impacto que tendría para la cultura del crédito esa innovación. Ya bastante tiene el país con tener que partir de cero y por ende da igual mañana que pasado. Ya bastante tendremos con tener que enseñar a trabajar al pueblo, con tener que enseñarles a pensar, enseñarles a ser dignos y no prostituirse, enseñarles a entender que los pueblos poseen los gobiernos que merecen.

No queridos compatriotas. Antes de limpiar incluso la sucia popa del oportunista ajeno hay que limpiar a Cuba de todos esos asquerosos oportunistas propios. A los pinches mexicanos, los jilipollas españoles, y a todos esos barrigones europeos, canadienses y norteamericanos que corrompen aún más a nuestra juventud hay que llamarlos por su nombre y hay que echarles de Cuba. Pero antes que decir que la política ocasional y extremadamente tímida de Bush es injerencista, hay que meditar si las propuestas de los liberales norteamericanos no son aún peores. Antes de estar a la moda y apoyar el antiamericanismo cubano-mexicano de Rafael Rojas, hay que denunciar primeramente como injerencista a Castro. Si lo que quieren esos destacados disidentes es convertirse en los líderes de una Cuba mejor, primero tienen que ser honestos, estar bien informados, y llamar a las cosas y las gentes por su nombre. Eso sí, en los dos sentidos y empezando ya por casa. ¿No es verdad Payá?


FIN


Carlos Wotzkow
Bienne, Mayo 31, 2004

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