"LA FILMACION"

Por Esteban Casañas Lostal

Creo yo y pueda estar equivocado, que si Shakira filma sus videos clips con los jeanes ripiados, uno pudiera muy bien asistir a una entrevista televisiva en igualdad de condiciones. ¡Claro! Uno no posee la cinturita de ella y menos sus movimientos. Bueno, los años van pasando y se conservan solamente en dos sentidos, palante y patrás, como en los buenos tiempos. Todos los tiempos son buenos y malos, solo que no existía o sí, esa danza del vientre donde se muestra cautivante el ombligo y caderas, aunque ambas han existido desde tiempos inmemorables. ¡Claro! Que no es lo mismo las caderas de la mujer de Pello que tiene el size de un elefante, ni el ombligo nada elegante de Juana. ¡Claro! Me refiero a esos ombligos botados pa’fuera, como si fuera un chichón y puntiagudo como los limones franceses para nosotros, que de Francia no tienen nada tampoco. Tal vez por eso le permiten a la Shakira vestirse como quiera, hay que dejarse de boberías, es una pastilla. La misma Thalía, flaquita, diminuta, nada, un cuartico de mujer. ¿Quién le quita sus méritos? De verdad que la chamaca se ve bonita ripiadita como Marimar o vestida como una estrella. Tal vez por esas razones le permiten ir vestida a su antojo, y digo yo, bueno, ya soy algo viejo, no puedo enseñar el ombligo, tengo un poco oxidada la cintura y carezco de atractivos, pero, como vivo en una sociedad libre, por no decir perfecta, me visto como me da la gana.

Eso hice, me clavé un jean de marca y una camisa de lienzo arrugada, un par de tenis que estaban limpios y un poco de perfume para borrar olvidos. No le gustó, tuve que cambiar el atuendo completo y al salir me sentí de mi edad, con esa seriedad falsa, como un recto consumidor de una pastilla azul que se llama Viagra y hoy dicen que sirve para problemas cardiacos.

En el lobby nos hicieron esperar unos minutos, partimos detrás de una señora cargada en años cuyo trabajo era ese, en realidad nunca llegué a entender cual era definitivamente su trabajo. Arribamos al estudio antes de hora, antes de muchas horas por una mala coordinación, algo muy común entre nosotros los latinos. Luego, pensaron que con una simple disculpa se podía borrar una injustificada madrugada. Suerte que no hemos perdido esa capacidad de traslación para ubicarnos en el espacio adecuado cuando suceden esas cosas, eran latinas. Razones sobraban para mandarlas a donde ustedes saben, se me había olvidado describirles el recorrido para llegar al estudio detrás de la viejita con un contenido de trabajo indescifrable.

Para entrar, ella puso su tarjeta electromagnética bloqueando la barra de entrada y poder desactivar la alarma de acceso. Cuando pasó el último de los tres, continuamos sus pasos por toda una entrecruzada rama de laberintos increíbles que existieran dentro de un edificio. Que yo recuerde fueron unos quince pasos en dirección oblicua a la barrera, otros cuarenta pasos por un largo corredor hacia la izquierda. Cinco pasos a la derecha y unos diez escalones en una escalera de ascenso. Otros veinte pasos a la izquierda para encontrar un elevador. Penetrar en ese ascensor para descender lo poco que habíamos subido y observar a la salida del mismo que nos encontrábamos al nivel de la calle desde donde habíamos partido. Una simple puerta a nuestra izquierda nos conducía hasta la entrada del estudio. No sé por cual razón, la viejita del trabajo tan extravagante, tuvo que abrir una taquilla a la entrada del estudio y otra vez a la partida. No la vimos guardar ni sacar nada, tal vez haya sido un reflejo condicionado o simple vicio de la vieja, quién pudiera saberlo, va y tenía una foto porno o la foto de su difunto marido. Nada de eso nos preocupó, hubo que seguir a la viejita durante el mismo recorrido de regreso cuando comprobamos que la coordinadora se había equivocado. Ya sé lo que están pensando, pero se equivocan, no era cubana, ese trabajo correspondía a una colombiana y a una dominicana, suerte que eran simpáticas, regresamos por el mismo camino recorrido para volver a la una de la tarde.

De culo para encontrar estacionamiento y el tiempo de la cita se encontraba al sonar la alrma. Son esos instantes de la vida que deseas encontrarte en cualquier calle de La Habana, cualquiera, pero sabes que hay parqueo. Los mismos guardias de seguridad, la misma llamada telefónica, y pocos minutos después la misma viejita con su tarjetita bloqueadora. Igual recorrido hasta el estudio, pero esta vez nos pasaron a un saloncito y nos brindaron café.

-Van a pasar por la maquillista, ¿quién va a ser el primero?

-Cualquiera, el más viejo. Qué jodido es llegar a viejo, pensé, siempre te agarran para los experimentos, pasé. Era pendejo el cuarto de maquillaje, el cuartico. Siempre lo imaginé como los había consumido en las películas o documentales. Nada espectacular, nada sorprendente que delatara encontrarme dentro de un enorme edificio de varios canales televisivos, pura mierda. Luego, aquella brochita frotando por mi rostro despertó esos sentimientos machistas ya dormidos. Mariconería, fue lo primero que me vino a la mente en ese despertar tan violento.

-Así que usted escribió un libro y lleva unos quince años en Canadá. Fue una pregunta inesperada que me llegaba de un feo desconocido.

-¡Oui! Respondí sin escapar de la sorpresa.

-¡Oye! ¿Quién es éste feo? Pregunté algo sorprendido a mi hijo.

-Es el conductor del programa, ¿no lo conoces?

-Por supuesto que no, cuando veo la televisión solo entro a los canales de HBO para ver películas.

-Bueno, afina la puntería. Yo sabía a qué se refería con esa corta expresión. Comprendí que mi hijo era perseguido por ese fantasma que nunca nos abandona, la sombra de los errores cometidos por nuestros antepasados. Pero en mi caso, ¿qué coño tenían que ver él o mi nieto conmigo? ¿Por qué tendrían que pagar ellos por mis opiniones? Hace muchos años que renuncié o me arrebataron mi ciudadanía, hacía demasiado tiempo me consideraba un hombre libre y me sorprendió aquella solicitud de silencio por parte de mi hijo. ¿Afinar la puntería? El tiempo pasó entre gente que se cruzaban miradas con nosotros y el maquillaje se iba agotando por el calor a la misma velocidad del taxímetro donde dejamos el auto. Pedimos permiso para bajar y fuimos conducido por la viejita de la mañana, aprovechamos para fumarnos un cigarro, la viejita también lo hizo y se convirtió en nuestra cómplice.

La mesa tendría unos dos metros de diámetro, es probable que un poco más, me gustó y la observé con detenimiento, me encanta trabajar la madera. Nos sentamos a su alrededor y nada me atrajo tanto como aquella mesa, nada me importó el brillo y calor de todos aquellos reflectores apuntando sobre nosotros. ¡Stand by! Se escuchó en todo el estudio, el del audio vino a comprobar el funcionamiento de nuestros microfonitos, la jevita de la brocha se la pasó a los jóvenes por la cara, yo no brillo. La viejita de la tarjetita vino a rellenar los vasos de agua que nos puso antes de sentarnos alrededor de la enorme mesa, ella nos había servido el café también, sabe Dios cual era su trabajo. ¡Stand by! Se escuchó nuevamente y se colocaron monitores y cámaras en la dirección del feo conductor.

-¡Buenas tardes señores y señoritas, hoy tenemos como destino uno de los lugares más frecuentados por los turistas quebequenses. ¿Sabes cuál es Pierre? Preguntó dirigiéndose hacia otro feo sentado frente a una pianola. ¡Dame una señal musical! Sugirió el feo calvo de la pianola de acuerdo a lo estudiado en el libreto. ¿Qué te parece la Guantanamerrrrrrra? ¡Stop! Gritó la directora. Pudimos ver como rebobinaban el casete en la pantalla de los monitores. ¡Stand by! Luego y frente a la cámara que tomaría las primeras vistas, ella hacía el conteo con los dedos de la mano derecha.

-Buenas tardes señoras y señoritas, hoy tenemos como destino uno de los lugares más frecuentados por la gente que escapa del calor…….. ¡Stop!....... ¡Stand by!...... El conductor se dirige hasta una mesa y bebe un sorbo de agua en un vaso servido por la viejita que nos llevó hasta el estudio. Aquellos reflectores comenzaban a calentarnos el alma. Los mismos dedos debajo de la misma cámara sostenida por una jovencita con el ombligo en exhibición.

-Buenas tardes señoritas y señoras……. ¡Stop!....... ¡Stand by!..... ¡Coño, que ya calientan los bombillos!........ Nuevamente los dedos debajo de la cámara nr.1…. 5,4,3,2,1.

-Buenas tardes señores y señoritas, hoy tenemos como destino uno de los lugares más frecuentados por los turistas quebequenses, ¿sabes cuál es Pierre?

-Creo que me hablas de Aruba….. ¡Stop!....... Risas…. ¡Los bombillos queman, cojones!, pienso, la maquillista se acuerda que comienza a brillarme el rostro y me pasa su brochita por la cara, es de pocos senos y no se le puede agarrar nada. La viejita del trabajo difícil de comprender nos rellena el vaso de agua.

-Buenas tardes señores y señoritas……. ¡Stop!..... Creo que lo pararon por estar riéndose tanto, además, no comprendo eso de “señores y señoritas”. ¿Señoritas?..... ¡Stand by! Los mismos dedos debajo de la cámara número uno, los voy siguiendo en sus movimientos y cuando le toca el turno al mayor me llegan ideas de relajo. No recuerdo si lo hacía con la mano derecha o la izquierda, debo fijar la atención. ¡Los bombillos queman, cojones!

-Buenas tardes señores y señoritas, hoy tenemos como destino uno de los lugares más frecuentados por los turistas quebequenses. ¿Sabes cuál es Pierre? Preguntó dirigiéndose hacia otro feo sentado frente a una pianola. ¡Dame una señal musical! Sugirió el feo calvo de la pianola de acuerdo a lo estudiado en el libreto. ¿Qué te parece la Guantanamerrrrrrra? ¡Stop! Gritó la directora y le doy toda la razón, aquellas notas se parecían a todo menos a nuestra Guantanamera. ¡Stand by! ¿Otra vez? Coño, no puede ser, primero el feo del conductor, ahora el feo del pianista. Otra vez la viejita sin trabajo definido rellena los vasos de agua, ya estamos calientes, hasta mi hijo. La blanquita de la cámara número uno se cubre el ombligo tratando de estirar el short. ¡Stand by!...... Otra vez los mismos dedos debajo de la cámara. ¡Es zurda, coño! Yo siempre lo hago con la derecha. Pienso.

-Buenas tardes señoritas y señores, hoy tenemos como destino uno de los lugares más frecuentados por los turistas quebequenses. ¡Que no se equivoque coño!, pienso. ¿Sabes cuál es Pierre? Preguntó dirigiéndose hacia otro feo sentado frente a una pianola. ¡Dame una señal musical! Sugirió el feo calvo de la pianola de acuerdo a lo estudiado en el libreto. ¿Qué te parece la Guantanamerrrrrrra? No puede negarse que el español era tan hediondo como el francés que yo les tenía reservado de sorpresa. Comenzó a escucharse unas notas al menos parecidas a las de Joseíto Fernández. Nada que ver con la verdadera, pero no podía pedírsele más a aquel calvo. Se repitieron otras escenas que salieron más o menos antes de pasar a nuestra mesa. Pudimos ver unos pedazos de lo que sería el programa total, mientras el feo se sentaba en nuestra mesa….. ¡Stand by!..... Ahora pude observar mejor aquellos dedos silenciosos, eran largos y robustos como su cuerpo, imponentes, casi consoladores. Se abrió la mano y poco a poco aquellos dedos se iban ocultando, se encendió el bombillita de la cámara número uno.

-Hoy vamos a entrevistar a un individuo que no nos explicamos cómo rayos pudo llegar a Canadá, ni que coño hace en este país tan frío, luego de haber nacido en ese paraíso tan visitado por los turistas quebequenses. Las cámaras me enfocaron y recordé aquello que me sugirió mi hijo al llegar al estudio, “afina la puntería”

-¿Moi?

-¡Oui, vous! ¿O es que hay otro cabrón en el estudio?

-¡No, por supuesto que no! Yo soy el único cabrón en el estudio.

-¿Y como rayos llegó hasta aquí? ¿Vino casado? ¿Llegó en contrato de trabajo? ¿Cómo llegó? No puedo negar que me sentí presionado por ese feo hijodelagranputa. Solo tenía una opción para responderle, “tenía que afinar la puntería”. ¡Claro! Estas cosas no la comprenden los turistas quebequenses, pero si me manifestaba abiertamente podía perjudicar a mi hijo que se llama igualito que yo, y hasta a mi nieto, quien carga el mismo nombre por aquella cabronada de la tradición familiar.

-¿Cómo llegué?

-¡Sí! ¿Cómo llegó?

-¡Imagínate tú! No llegué con una de esas cabronas que van a la isla buscando marido y que se deprimen por los largos inviernos de acá. Tampoco llegué apadrinado por un homosexual.

-¿Entonces llegó en balsa?

-¡No jodas compadre! Tú sabes que las balsas no pueden subir en contra de la corriente del río San Lorenzo.

-El tiempo se nos agota, ¿cómo carajo llegó a Canadá? De verdad que el tiempo se agotaba y esperaba que la coordinadora sonara uno de sus acostumbrados “Stop”. Nunca llegó, es como si estuviera encarnada en mí y no tuve otra alternativa.

-¿Cómo llegué? Déjame ver si adivino. ¿Usted oyó alguna vez mencionar a Matías Pérez?

-Por supuesto que sí, ¿no era compañero del Ché Guevara?

-Así mismo es, un día salí desde ese paraíso frecuentado por los turistas quebequenses en una moto, creo que ya hicieron una película sobre eso. Mi hijo sonrió con tranquilidad.


Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá
2005-05-23


Éste y otros excelentes artículos del mismo AUTOR aparecen en la REVISTA GUARACABUYA con dirección electrónica de:

www.amigospais-guaracabuya.org