"EL HOMBRE NUEVO"

por Esteban Casañas Lostal


Pirindingo era miembro de la ANIR, bueno, hay muchos extranjeros que no conocen a esa famosa asociación cubana. No era un miembro cualquiera tampoco, había sido condecorado en varias oportunidades por sus inventos. ¡Ah! Antes de que se me pase, hablo de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadotes, todo un imperio de magos, pero de magos de verdad, porque en ese país no es fácil inventar. Bueno, depende de la aplicación que se le quiera dar a esa palabra, porque del invento viven once millones de cubanos.

Creo que Pirindingo inventó la leche a partir de la zeolita, cómo pudo ordeñar una piedra no lo sé ni me lo pregunten. Luego y después de miles de horas de desvelos, inventó el bistec con la cáscara de toronja, el picadillo con la del plátano, el bistec de frazada de piso. Su imaginación criolla viajó hasta Nápoles y un día creó la pizza a partir de condones chinos, pero el mérito no se limitaba a descubrir una superficie similar sobre la torta de harina, Pirindingo logró un sabor del producto muy parecido al del queso chedar y fue muy aceptado por su pueblo. Sería infinita la lista de los descubrimientos y aportes de ese gran cubano por el bienestar de su gente.

¿Quién no recuerda la ley seca y la escasez de levadura? Luego de varios intentos fallidos por acelerar la fermentación de un tanque de agua con azúcar para después destilarlo con un serpentín de su propia invención, Pirindingo, con la casa repleta de parientes que habían arribado de las provincias orientales, no tuvo otra alternativa que encerrarse en su cuarto y cagar dentro del tanque. ¡Eureka! Gritó el muy hijoputa al siguiente día y luego de soportar todas las protestas de su mujer palestina por la peste a mierda que respiró en la noche. ¡Claro! Este nuevo descubrimiento no lo pasaría a la ANIR que solo le ofrecía medallitas y diplomas, es precisamente a partir de esos instantes que se descubre la identidad egoísta y hasta entonces oculta de ese patriota cubano. Aún así, Pirindingo continuó trabajando con ahínco en busca del bienestar de su pueblo y luchando tenazmente por burlar los efectos del criminal bloqueo americano.

¡El hombre nuevo! Yo tengo que ser el creador de esa criatura, tengo que inventarlo, formarlo a los intereses de nuestra patria, ajustarlo a nuestras necesidades, esos pensamientos no lo abandonaban nunca y siempre que pasaba junto a un afiche del Ché, resultaba el mejor estimulante para emprender esa tarea revolucionaria. Esas ideas las compartía con su mujer en la intimidad de sus lejanos contactos sexuales. Pirindingo era un ser introvertido y silencioso para los vecinos de su barrio, apenas participaba en los debates que se producían en las reuniones del CDR o en las asambleas del Poder Popular. Asistía para no ser señalado de desafecto o indiferente, para que no le negaran su militancia en la ANIR, pero consideró una pérdida de tiempo innecesaria todas aquellas reuniones donde solo se hablaba mierda. ¡El hombre nuevo! Fue convirtiéndose poco a poco en una obsesión, una pesadilla, un fantasma, una tarea revolucionaria.

Un día, después de descender de un camello frente al Capitolio Nacional, Pirindingo observó a decenas de autos americanos de los años cincuenta estacionados a disposición de los turistas. Son viejos, pensó vagamente, y están vivos. En esos instantes vio como arrancaba uno de aquellos autos llevando a bordo a unas simpáticas muchachitas junto a unos extranjeros. Ninguno de esos detalles llamó la atención del patriota cubano acostumbrado a la presencia familiar de las simpáticas jineteras. Solo una cosa despertó su musa en aquel momento. ¡El humo, coño! El humo contamina el ambiente con su carbono, el auto es una máquina imperfecta. El humo sale por el tubo de escape, hay que crear una máquina nueva para evitar la contaminación. ¿El tubo de escape? ¿Y el hombre? El hombre es también imperfecto, hay que crear al hombre nuevo. ¿El tubo de escape? ¿No es similar al culo? ¿El humo, la mierda? Son la misma cosa, se respondió mientras caminaba junto a la acera del cine Payret. Hay que crear una máquina sin tubo de escape y un hombre sin culo, que no cague y contamine el ambiente.

Héctor era un cirujano que trabajaba por inercia en el hospital Salvador Allende, había sido primer expediente en su promoción durante el estudio universitario y considerado entre los mejores de su especialidad. Su carrera sin embargo, se vio frenada por la pobre participación en las tareas de masas propuestas por el partido. Ese día, escuchó con mucho interés las proposiciones de su amigo y desarrollaron un plan estratégico para trabajar en secreto aquel proyecto.

-¡Coño! Te lo juro que nunca había pensado en eso, es asombroso tu plan y me atrae.

-Debemos confeccionar un cronograma y tratarlo con sumo cuidado, no podemos cometer errores, de nuestro éxito depende el futuro de esta nación. Casi le dijo entre susurros Pirindingo evitando ser escuchado por la enfermera Caridad, ella era la secretaria de la UJC en el pabellón.

-¡Hay que analizar mucho antes de llegar a conclusiones! Hay que demostrarles las ventajas y desventajas de ese hombre nuevo que piensas crear.

-Es fácil Héctor, si eliminamos el culo estamos ahorrándole al país millones en moneda de área convertible.

-Sí, pero hay que alimentar a ese ser humano y hasta ahora no ha aparecido máquina alguna que no expulse sus desechos, hasta las computadoras, mi hermano.

-Con una simple pastillita como la PPG, una simple pastilla que sea asimilada por todo el organismo.

-No es mala idea, te lo digo sin hipocresía, te lo aplaudo.

-No solo eso, además del ahorro que se produce en la importación de alimentos, ¿te imaginas el producido por el ahorro de papel sanitario?, no habrá que limpiarse el culo.

-Es cierto, la pulpa de papel está cara en el mercado mundial.

-¡Ná! Y los disgustos que se ahorrará la gente cuando viaje en un camello.

-No te comprendo.

-¡Claro! Tú vives a tres cuadras del hospital, te hablo de los peos. Ni te lo imaginas. Y no quieras saber la cantidad de obstáculos que salvamos en el orden social.

-¿Cómo cuáles mi hermano?

-Estás botao, men, eliminamos de una vez y por todas la mariconería. No culo, no maricones, ¿te imaginas?

-¡Esa es la mejor! Te lo juro, este es el mejor proyecto de tu vida. ¡Ven acá! ¿No encontrarás resistencia por parte del gobierno en este aspecto?

-¿Por qué?

-No sé, te lo pregunto por el lío del turismo. Debe descender cuando sepan que en la isla no hay maricones.

-No le había dado taller a ese asunto, no creo tampoco que los analistas del invento profundicen demasiado en ese aspecto, ya sabes, hay que insistir en que el proyecto se encuentra fundamentado en las ideas del Che. Además, que mamen y no jodan, este invento puede salvar a una nación y no podemos subordinarla al culo de nadie.

-Yo creo que pudiéramos hacer que esa máquina sea mucho más perfecta.

-¿De qué manera?

-Vaciándole la capacidad craneana y dejando en su lugar una caja de resonancia.

-¡Asere, no compliques más las cosas! Eso no es necesario, la gente lo que tiene en el güiro es pura mierda de discursos y marchas, no escaparán de ese programa por largo tiempo. Lo que interesa es la economía, vamos a limitarnos al culo, ahorro de comida, papel sanitario, pomadas para las hemorroides, mariconerías, etc.

-Como tú quieras, me gusta el proyecto, vamos a trabajar.

Se mantuvieron trabajando en secreto durante varios años y Héctor fue propuesto primero como trabajador de avanzada por la cantidad de horas de trabajo voluntario que reportaba. Luego, llegó a la militancia del partido por su integración plena a las luchas que mantenía su pueblo. Por el laboratorio pasaron decenas de mendigos hasta que lograron al hombre perfecto, y cuando consideraron que todos los experimentos habían finalizado, presentaron ante la ANIR un amplio file con los resultados en el congreso anual de esa asociación. Convencidos de que ganarían el premio mayor de ese año, se mantuvieron expectantes y nerviosos hasta el día donde se daría el resultado de los análisis y conclusiones.

Ese día, reunidos todos los innovadores y racionalizadotes del país en el palacio de las confusiones. El gran jurado dio lectura a sus veredictos y entre ellos se destacaba el invento realizado por Pirindingo y Héctor.

-Compañeros, nos encontramos ante un caso insólito en nuestra historia, un hecho que demuestra la voluntariedad y el afán de compatriotas por resolver aquellos problemas que afectan directamente a nuestra sociedad. Estamos delante de un proyecto que muy bien pudo resolver y enfrentar los constantes ataques del imperialismo a nuestro país con su inhumano bloqueo. Creemos que el proyecto realizado por los compañeros Pirindimgo y el doctor Héctor, son merecedores del aplauso y reconocimiento de todos los miembros y militantes de nuestro país. Sin embargo, después de estudios y análisis profundos realizados por la comisión evaluadora, hemos llegado a la conclusión de que dicho proyecto es irrealizable y afectará el prestigio de nuestra revolución. No había terminado el presidente de la comisión de expresar aquellas palabras, cuando de manera casi simultánea se levantaron Héctor y Pirindingo para realizar la misma pregunta.

-¿De qué manera van a afectar el prestigio de la revolución?

-Muy simple, compañeros. Ustedes saben como son los cubanos y su capacidad creativa. Precisamente en ese detalle se detuvo la comisión que analiza cada proyecto presentado. En resumen, la comisión entendió que el invento realizado por ustedes no procedía por una sola razón.

-¿Cuál? Preguntaron Héctor y Pirindigo.

-Muy sencillo, ese hombre es casi perfecto e ideal para la revolución por los ahorros económicos y repercusiones sociales que de él se derivan, pero ignoraron algo muy importante. Ambos amigos se miraron intrigados y sin mostrar síntomas de convencimiento.

-¿Qué ignoramos?

-Ustedes saben que los cubanos somos unos hijoputas, cuando sepan que no tienen culo se van a llenar de aire y van a escapar del país como si fueran globos.

Pirindingo y Héctor se sintieron derrotados, habían perdido varios años de estudios y experimentos.


Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá.
2006-07-24


Y si tenéis por rey a un déspota, deberéis destronarlo, pero comprobad que el trono que erigiera en vuestro interior ha sido antes destruido.

Jalil Gibrán


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