"POR FAVOR, EL ULTIMO QUE APAGUE EL MORRO"

por Esteban Casañas Lostal


Hace varios años que vengo leyendo los artículos de Carlos Wotskow, puedo asegurarles que no dejo pasar uno sin releerlos, analizarlos, estudiarlos, asimilarlos, y luego, sin otra alternativa posible, darle toda la razón. Carlitos es el chico rebelde sin pelos en la lengua y sin nubes en el cerebro, el que todo lo suelta y luego no se arrepiente por ello, el que se atreve en estos tiempos a nadar en contra de la corriente y dispara hacia todos lados. ¡Claro! Siempre lo hace donde él crea que se esconde una mentira, y en su acción no distingue orillas. Carlitos le llamo por afecto, permítanme hacer esta sana aclaración ahora que vivimos en un mundo, donde muy fácil se puede vender gatos por liebres. Y es precisamente ésa, una de sus principales virtudes, no pueden engañarlo fácilmente y salta como un resorte detrás de cualquier mentira.

Pudiera ser calificado como uno de los articulistas más radicales actuales dentro de la diáspora cubana, algunos se atreven a calificarlo de extremista, yo no, yo lo admiro. No creo que sea sencillo ir sumando enemigos por todos lados cuando se expone una verdad, aunque sea la propia, la nuestra, la de un solo hombre, la de él, la verdad de Carlitos.

Es precisamente esa razón por la cual lo admiro tanto, por la exposición de sus verdades crudas, hirientes, desafiantes, agudas, dolorosas, y para muchos, inaceptables. ¿Quiénes son esos muchos? Somos demasiados y vivimos en muchos lados. Somos los valientes que combatimos en batallitas de comadres y que hoy le llaman de “ideas”. Bueno, al menos existimos algunos que hacemos algo, digo yo, cada una de sus líneas resultan ofensivas para muchos. ¿Quiénes son esos muchos?, somos demasiados, los que tratamos de esconder nuestros temores detrás de palabritas extraídas de un diccionario. Los que amparados detrás del velo de la “democracia” escondemos nuestro miedo y levantamos las manos como otras veces hicimos, por inercia tal vez, y hoy no podemos contener esos movimientos repetidos durante decenas de años.

Carlitos no se esconde para atacar con saña al exilio de terciopelo, lo hace de igual manera contra una disidencia aterciopelada y eso disgusta a muchos. ¿Quiénes son esos muchos? Nosotros, somos demasiados. Los desesperados por tener un héroe dentro de nuestras filas, los que abrimos nuestros brazos a quienes un día fueron nuestros verdugos, y las patas también, pienso. Los que caemos encantados con discursos a medias y cargados de venenos ocultos. Los que no sabemos distinguir entre disidentes guardados en gavetas, y otros, con las gavetas repletas de comunicados que difunden a los cuatro vientos allí, donde hablar, pensar, andar y disentir de la línea oficial es un delito.

No se esconde y lo admiro cuando ataca a los españoles, no lo hace en contra de los nacidos en la “madre patria”, porque un poco de su sangre corre por sus venas. Lo hace en contra de los que han regresado por su segunda conquista y colonización, los que tienen esclavizados a miles de cubanos en sus hoteles, y eso, atenta contra los intereses de muchos. ¿Quiénes son esos muchos? Nosotros, los que hoy hacemos alardes de tolerancia y alzamos la voz y movemos nuestras teclas clamando por una transición pacífica. Somos nosotros, los que estamos dispuestos a continuar vendiendo a nuestras hijas. Los que una vez corrimos hasta la embajada española para recordarles que éramos tataranietos de españoles y deseamos adoptar su ciudadanía. Somos nosotros, los que un día sembraremos claveles en toda la isla para lograr una revolución como la de Portugal, porque es menos doloroso tirar flores, aunque nadie sabe si algún día esas flores podrán germinar.

Hay quienes lo atacan desde la oscuridad de un seudónimo, otros, han dejado de publicarlo en muchas páginas por extremista, radical, vertical, por ser un clon de lo que un día fuera el “exilio histórico”, ese que nunca se vendió y hoy agoniza por leyes propias de la naturaleza, y eso es aplaudido por muchos. ¿Quiénes son esos muchos? Son demasiados y dentro de esas filas no me contaré, no incluiré tampoco a esos viejitos que han sabido mantener una actitud viril por más de cuarenta años, no puedo incluir a todos los que han muerto sin poder ver a su tierra libre. ¿Quiénes son esos muchos? Son los mismos a los que una vez les castraron la conciencia y tienen el alma travestida, los que a viva voz reclaman su condición de emigrantes económicos y sienten nostalgia por su verdugo. Los que vendieron a sus hijas y se alimentan de vaginas repletas de semen extranjero, los que siempre alzaron la mano sin medir consecuencias. Los que inocularon el miedo que les corroe a sus hijos, los que siempre aparecen en los noticieros de la CNN alabando al tirano que ha destruido, todo lo que construyeron varias generaciones de cubanos. Los que oran y piden respeto por un Cardenal al que Carlitos detesta con toda su razón y yo aplaudo. Los que por su miedo y cobardía desmedida, evaden todo tipo de contacto con él para no ensuciarse, porque Carlos Wotskow está sucio y nunca podrá regresar a su país de origen, yo lo apoyo incondicionalmente y me ensucio con él.

Somos moléculas de una nación que desea tener velorios y no quiere aportar el cadáver, yo me incluyo dentro de sus habitantes. Los límites entre el miedo y la cobardía no se alejan muchos cuando el temor es excesivo, cuando ese sentimiento logra paralizar las mentes, lenguas, dedos. Cuando esa indiferencia logra abandonar toda manifestación de pasividad, y cuando sus eventuales actividades se utilizan para atacar al que tiene, al menos, el valor de expresar lo que siente. Nos encontramos en presencia de seres miserables y pendejos.

Hacía mucho tiempo que deseaba dedicarle estas líneas a Carlitos para decirle que no está solo, aunque sea en ésta, una batallita de ideas, una guerra entre comadres en las que no todos tienen el valor de participar. Y por favor, el último que apague el Morro.

Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá
2006-09-20



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