LAS TIENDAS AMERICANAS

por Esteban Fernández


Uno se siente que vive en el país más libre del mundo hasta que entra en una tienda de ropa aquí. Abrimos la puerta, entramos, y ya nos entra la sensación rara de que debemos demostrar fehacientemente que NO SOMOS UNOS LADRONES.

Si por casualidad damos un montón de vueltas por la tienda sin comprar nada nos parece que nos estamos haciendo "sospechosos". ¿Sospechosos de qué?. No sé, pero de todas maneras nos sentimos, o quizás nos hacen sentir, sospechosos de algo".

Miramos a una de las muchas cámaras que hay en las tiendas y le sonreímos poniendo cara de "inocentes". De pronto nos damos cuenta que el mismo empleado nos ha preguntado cinco veces "si necesitamos ayuda". Ya a la quinta vez que nos pregunta le encontramos en la voz un tonito "acusatorio". Airados le contestamos "No, señor, no necesito nada, muchas gracias".

Agarramos tres pantalones y nos vamos al "probador". Un empleado nos los quita de las manos y los cuenta: "Uno, dos, tres"... Y cuando salimos los vuelve a contar: "Uno, dos, tres"... Cuando se los regresamos, y él acaba de contarlos, lo miramos y nos sonreímos porque ¡le devolvimos los tres pantalones y le demostramos que no somos unos rateros vulgares!. Pensamos: "¿Qué se creerá éste, que nos vamos a manchar las manos con un cochino pantalón?"...

En el medio de la tienda vemos que hay una "montaña" de ropa, toda regada y supuestamente más barata. Alrededor de la "tonga de trapos" hay un montón de mujeres fajadas por la ropa y nos da la sensación de ser unas "pirañas"... Las miramos con desdén, y decidimos no participar en esa ridícula bronca…

Al fin encontramos un pantalón que nos gusta, pero increíblemente ese preciso pantalón no tiene el precio puesto, ni vemos ninguno parecido que tenga el precio puesto. De todas maneras nos paramos en la cola para pagar SABIENDO PERFECTAMENTE BIEN que vamos a tener un lío con la cajera por la cuestión del precio.

Efectivamente, la muchacha lo mira, no le encuentra el precio por ninguna parte, coge un teléfono y pide ayuda. Ahí nos apartan para un lado y siguen atendiendo al resto de los clientes que estaban detrás de nosotros.

Otra empleada, de mala gana, viene y se lleva el pantalón y ¡se pierde por 10 minutos!. Al fin regresa y dice: "$32.00"... Nos parece caro, pero como ya estamos hartos de esperar y nos gusta el dichoso pantalón (en lugar de un millón que sí tienen los precios puestos) y además no queremos discutir por miedo a que la muchacha se vuelva a perder otros 10 minutos más buscando el precio, lo pagamos e intentamos irnos.

Pero al salir por la puerta SUENA UNA ALARMA, inmediatamente todos los que están dentro de la tienda nos miran como si fuéramos Al Capone, viene un empleado de la tienda con actitud de ser él un miembro de la Seguridad del Estado de Cuba y mete la mano dentro de nuestro cartucho de ropa, saca todo lo que tenemos ahí y no encuentra el recibo.

Comenzamos a sudar nerviosos y ya nos vemos "esposados dentro de una patrulla de la policía", de pronto el empleado encuentra el papelito y sonriente nos dice: "Okay, no hay problemas, disculpe la demora". Y aliviados le decimos: "Thank you very much, Sir".

Al llegar a la casa lo primerito que pregunta la esposa es: "¿Te probaste ese pantalón?" y le respondemos: "Que va, no tuve tiempo, chica no me digas nada que estoy suelto de milagro, yo pensé que me iban a echar 20 años de cárcel por culpa de ese pantalón".

Y eso no falla, cogimos la talla equivocada, y hay que volver de nuevo a la tienda.



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