LA GENERACIÓN QUE LEVANTÓ A CUBA...

por Esteban Fernáandez


La gran virtud cubana (y eso, a veces, resulta un "defecto" ante los ojos de algunos latinoamericanos) es demostrar y hacer patente nuestra falta de complejos de inferioridad.

Difícilmente usted escucha a un cubano quejarse de discriminación. Es al contrario, son los americanos en Miami los que se quejan de que "Aquí si usted no habla Español, y come frijoles negros, es discriminado". Y eso no está muy lejos de la verdad, lo que pasa es que todavía no tenemos la fuerza política suficiente sino ¡deportábamos a los americanos para Oregon y Montana!

Por lo pronto, los dejamos que se vayan por su libre albedrío.

La generación que levantó a Cuba, y puso a Cuba a la cabeza de América Latina en casi todo, no es una generación que baja la cabeza. No la bajó en Cuba ante Castro (allí sonaban las bombas diariamente, se quemaban cañaverales, miles de alzados en El Escambray, cientos de fusilados, miles y miles de presos) y no la ha bajado aquí ante los americanos, ni ante nadie. Y eso, desde luego, produce envidia, críticas y que nos llamen "altaneros, engreídos, petulantes" etc.

Es una estirpe de cubanos que no acepta ni admite ni que le den en el restaurante un pellejito en el bisté. Es una generación que grita, discute, discrepa, y puede desde una esquina dirigir las elecciones norteamericanas y latinoamericanas, comandar una guerra, y aplaudir, o criticar duramente, al país que nos brinda refugio.

Es una generación que jamás aceptó callada y resignadamente el castrismo.

Una generación que fue al paredón de fusilamientos con la frente en alto gritando: "Viva Cristo Rey".

Les molesta a algunos eso de que los cubanos no sean sumisos. Sí, no somos sumisos CON NADIE. El cubano es capaz de "cantarle las 40" lo mismo al jefe de la oficina que al gerente general de la compañía, que al dueño de la fábrica, que al presidente del Banco.

Cualquier cubano puede sentarse ante George Bush y decirle "lo que debe hacer y la mejor forma de solucionar los problemas nacionales e internacionales".

A todos los cubanos, en determinados momentos, se nos escapa decir: "La verdad, chico, es que si YO FUERA GEORGE BUSH hiciera esto o hiciera esto otro".

Jamás estamos de acuerdo con los precios de nada. Todo lo que nos quieren vender nos parece "demasiado caro". Ninguno de nosotros se considera "poca cosa". Todos, absolutamente todos, tenemos una larga historia personal que contar. ¡Y la contamos!.Y no la contamos una vez, sino que la contamos mil veces. Y cada vez que la contamos le agregamos 20 capítulos El castrismo lo quitó todo, menos un largo historial personal que contar. Cualquier cubano se siente que "él puede escribir una autobiografía de su vida".

Podemos vociferar, gesticular e imprimirle tremenda pasión a cuanta cosa queremos expresar. El amigo latinoamericano se queja diciendo: "Ustedes los cubanos se creen que son mejores que nosotros" esperando un arrepentimiento de nuestra parte. Ante eso, el cubano se ríe y contesta: "¡Oh, y no solamente eso, sino que nos creemos mejores que los americanos, que los europeos, que los africanos y que los asiáticos!".

Nos creemos capaces de las mayores proezas. Fuimos "torturados por Esteban Ventura y no hablamos", todos estuvimos "a un tilín del paredón", todos tuvimos "mil novias en el pasado antes de sentar cabeza", todos durante nuestra juventud fuimos mejores con el bate que Roberto Ortiz, y mejores con el guante que Willy Miranda.

Es que solamente con saber que nuestro país posee el cielo y el mar más azul del mundo, y que Adán y Eva verdaderamente nacieron en La Habana son motivos suficientes para que resulte muy difícil ser humilde. Y que conste, que de esto último casi nunca alardeamos.



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