LA HORA CUBANA (The "Cuban Time")

por Esteban Fernández


Es muy difícil asegurar que los cubanos somos o no puntuales, porque si bien a la hora de la fiesta, de la reunión familiar, siempre llegamos tarde somos completamente puntuales a la hora de llegar al trabajo. Al empleo somos los primeros en llegar.

El antídoto para la tardanza cubana es mentirles y decirles que “la cosa es una hora antes”. Es decir, si el “party” comienza a las dos de la tarde hay que decirles que es a la una. Y así quizás lleguen a las 3, a mas tardar.

También es muy difícil saber a quien culpar (al cubano o a la cubana) por la llegada tarde a la fiesta o reunión. El cubano si sabe que mañana una organización dará un acto publico ya desde hoy comienza a prepararse.

Entonces empieza a importunar a la esposa: “Vieja ¿ tu recogiste mi traje negro de la tintorería?” “¿Tengo una camisa blanca limpia y almidonada?”

Es decir que si bien desde el día anterior ya comenzamos mentalmente las preparaciones para el acto al mismo tiempo comenzamos a echarle encima a la mujer todas las responsabilidades.

El día del acto, o puede ser una fiesta, y hasta una invitación que nos han hecho a cenar, desde las 10 de la mañana ya comenzamos a bañarnos y a vestirnos. A las 11 y media ya estamos listos. O ¿no será la mujer la que nos ha puesto listos?.

Mientras tanto ella ( por ocuparse de las cosas de su esposo y de sus hijos) son las 12 del día y todavía ni se ha metido en el baño a bañarse. Y ahí comenzamos a agitarla: “¡Dale, dale vieja, báñate, apúrate, corre, que como siempre vamos a llegar tarde por tu culpa!”.

La mujer ignora eso, tal parece que es sorda. Ya es la una de la tarde y todavía no ha comenzado. Ahí ya el cubano comienza a desesperarse. Mira el reloj cada 10 minutos, y grita: “¡Vamos, carijo, por lo menos comienza a bañarte!”.

Pero después del baño viene lo peor: pintarse, arreglarse, y peinarse. Y entonces cada 5 minutos, bravos, nos paramos en la puerta del baño a ver si hay algún “adelanto” pero de eso nada “la bola pica y se extiende”.

Nos parece una eternidad la hora que la esposa se pasa ante el espejo “arreglándose” y al fin decidimos lo peor, lo que vuelve loca a la mujer: nos vamos para el garaje y nos sentamos en el carro y a cada a rato pitamos para ver si eso ayuda.

Al fin la mujer está lista, pero ahí viene “la culpa” nuestra: Mientras ella ha estado pintándose los labios y echándose colorete ( y aquí hay que defender a la mujer) nosotros “no hemos hecho nada constructivo”.

Entonces la mujer pregunta: “Viejo ¿están todas las puertas y ventanas cerradas?” “¿Te ocupaste de apagar el aire acondicionado antes de salir?”...

Desde el carro le gritamos: “No, no te preocupes de eso”, y la mujer responde: “Ah ¿tu quieres que mientras no estemos en la casa entre un ladrón por la ventana que dejamos abierta y que el mes que viene la cuenta de la electricidad sea de 500 dólares? Fíjate que todas las luces de la casa las dejaste encendidas, chico bájate del carro y ocúpate de eso”.

Al fin la mujer se sienta en el carro junto a su esposo, lo mira con una sonrisa de compasión y le pregunta: “¿Tiene gasolina el carro?”. El hombre responde: “No, ni una gota, pero ahora yo paro a echarle”. La mujer le dice: “Pero, eso pudiste hacerlo en lo que yo me bañaba”.

Después de 20 discusiones, de echarse la culpa uno al otro, la pareja de cubanos llega a la fiesta y ¡allí no hay nadie! Ni los dueños de la casa SE HAN BAÑADO TODAVÍA, y hay que sentarse en la sala a esperar que lleguen el resto de los tardíos cubanos.



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