LA POTENCIA SEXUAL DEL CUBANO

por Esteban Fernández


El hombre cubano tiene ganada una magnifica reputación por su potencia sexual. ¿Mito o realidad? El mito lo voy a dejar intacto, pero les voy a hablar de la realidad.

La creencia generalizada surge por la DEFENSA PERSONAL que nos vemos obligados a hacer ante el ataque despiadado del resto de los hombres cubanos en ese sentido.

Solamente dos etapas buenas tiene el hombre cubano (vaya, nadie los molesta): De los 20 a los 40 años, y de los 80 a los 100 años. De los 20 a los 40 todos dan por descontada la potencia del cubano, y de los 80 a los 100 les cogen lástima, los respetan y los perdonan.

¡Oh, pero las burlas, el bonche con la "impotencia", comienza, más o menos, cuando el cubano cumple los 48 años!. Ahí empieza el sufrimiento, y el relajito de: "¡Ay, chico, ya tú no soplas, ya tú no puedes hacer nada!"...

Entonces (y de ahí viene la leyenda) hasta el cubano más discreto, más callado y modesto, no le queda más remedio que defenderse y tirar su alarde al respecto.

Como el cubano ha disfrutado de casi 50 años de tranquilidad, sin que nadie lo bonchee, esas primeras insinuaciones le sorprenden y molestan y carece de buenas respuestas.

Después se acostumbra a ese "relajito cubano" y se convierte en un experto en la defensa de su virilidad y potencia sexual.

Es más, ya ni necesita que nadie le toque el tema, y el solito, sin que nadie le dé cranque, puede decir cosas como: ¡Compadre, yo soy un caballo, vaya, un toro, tengo a la mujer asustada corriendo por toda la casa!".

Ya, después de los 50, todos estamos completamente acostumbrados a bonchar y ser bonchados, a atacar y a defendernos, a mentir, y a alardear.

Ya ni nosotros mismos nos creemos nuestros propios alardes. Pero, estamos rodeados por personas de todas las nacionalidades, que nos escuchan atentamente, que no están acostumbrados a eso, y que se tragan nuestras exageraciones. Y la leyenda crece.

Yo he conocido cientos de latinoamericanos, pero nunca he escuchado a uno diciéndole a otro: "¡Ay, chico, ya tú no soplas!". Entre ellos jamás usan esas bromitas, y por lo tanto no necesitan defenderse de ese ataque.

Nosotros, entre nosotros, desde que cumplimos los 50 años (hasta los 80) escuchamos ese "acoso sexual" 50 mil veces, y 50 mil veces tenemos que responder: "¡Yo estoy entero, parezco un semental, estoy al tener que formar un harem de 27 mujeres satisfechas!".

Y la mujer cubana, la esposa cubana (también acostumbrada estoicamente a escuchar ese relajito con su marido, y a escuchar sus desesperadas defensas en ese sentido) coopera con su silencio, con su discreción, y a veces con su apoyo, a acrecentar la leyenda del hombre cubano. Ante cualquier ataque a su marido se sonríe con ternura y dice: "¡Dejen a Cheíto tranquilo, que él ahora está 20 veces mejor que cuando éramos novios y tenía 22 años!".

Porque la verdad es una: Cuando "el fuego de artillería" de nuestros amigos cubanos es demasiado fuerte necesitamos que la esposa nos "sirva de testigo". Y delante de todos nuestros amigos le decimos: "A ver, vieja, diles, diles, como estoy". La mujer cubana detesta esas gracias (de niña JAMAS escuchó esas bromitas) y odia que la pongan públicamente en esa disyuntiva.

El esposo cubano espera una defensa de su mujer (y la recibirá) mientras el resto de los cubanos deseamos ardientemente que la cubana nos siga la corriente y diga: "¡Ay, chico, si anoche tuve que estar hasta la 2 de la mañana tratando de encontrarte la Preparación H!". Pero, de eso nada, con picardía dice: "¡Ustedes no se metan en eso, que Chicho está ENTERO todavía!". Y la leyenda continua viva.



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