Cuba lavó US$ 3,900 millones en banco suizo

Por Ernesto Betancourt

El 20 de mayo, el Comité de Banca del Senado de los EEUU celebró una audiencia especial sobre una multa excepcional de US$ 100 millones impuesta por la Reserva Federal de Nueva York al mayor banco suizo, el UBS.

La multa se debíó a transacciones en una cuenta especial de la Reserva Federal en dicho banco que se usa para vender y canjear billetes nuevos. UBS estaba obligado por contrato a no usar esa cuenta para hacer transacciones con países sujetos a sanciones de EEUU y a hacer informes mensuales sobre el uso de la cuenta. El UBS no sólo violó esas disposiciones, sino que envió informes falsos para que la Reserva Federal de Nueva York no lo supiera. Estas transacciones llegaron a unos 4,500 millones de dólares con cuatro países. Irán, Cuba, Yugoeslavia y Libia.

Sin embargo, aunque el Comité de Banca diluyó el caso de Cuba con el de los otros tres países, la realidad es que la violación principal, en monto y sustancia, fue la de Cuba.

UBS aceptó, a lo largo de siete años, nada menos que 3,900 millones de dólares en billetes viejos de Cuba, esto es, un 90 por ciento del monto de la violación del contrato. Y, en vez de cambiarlos por nuevos, lo que hizo fue acreditar los montos a cuentas del gobierno cubano, cuyo nombre y función no se han revelado.

No se puede aducir que estos dólares venían del turismo porque la mayoría de los pagos de turismo por viajes y alojamiento se hacen por tarjeta de crédito o cheque a las agencias de viaje.

Estos dólares en billetes viejos vienen de los envíos por mulas, algunos de los cuales son remesas, y de otros métodos de transporte, en yates y aviones privados, que usan los carteles de las drogas para legitimar los cien mil millones de dólares al año en efectivo que genera el negocio de los estupefacientes.

Los bancos están sujetos a reglas estrictas en cuanto a depósitos en efectivo, precisamente para controlar el lavado de dinero. El UBS tenía pleno conocimiento de la ilegalidad de lo que estaba haciendo y, por eso, acudió a la medida extraordinaria de falsificar sus informes a la Reserva Federal. Máxime cuando, siendo banqueros muy experimentados, tenían que saber que mientras los otros tres países hacían compras o canjes por billetes nuevos, los cubanos estaban haciendo depósitos. A pesar de los reclamos de inocencia de la gerencia de ese banco, no es posible aceptar que ignoraban lo que estaban haciendo sus subordinados. Es difícil creer que estos señores no hicieron una auditoría, en siete años, de unas cuentas que se nutrían de montos astronómicos de billetes en efectivo, lo que apuntaba a lavado de dinero.

El escándalo explotó por accidente a resultas de una investigación sobre el origen de los paquetes de dólares nuevos encontrados en los palacios de Hussein en Irak. Una auditoría de Ernst and Young reveló las transacciones con Cuba y, días después de ser informados, el 28 de octubre del 2003, la Reserva Federal canceló el contrato de UBS. Meses después, el 10 de mayo del 2004, le impuso la multa de US$ 100 millones.

La parte cubana del escándalo ha quedado sepultada dentro de la investigación general, a pesar de constituir la violación principal. La agencia encargada de velar por el cumplimiento del embargo a Cuba, OFAC, una dependencia de la Tesorería de los EEUU, era parte del contrato entre la Reserva Federal y UBS, pero no tenía acceso directo a UBS. Por tanto, la falsificación de informes por UBS los dejó en total ignorancia sobre esta masiva violación del embargo, sin contar el lavado de dinero. Pero, lamentablemente, la Reserva Federal tampoco solicitó una sola auditoría, en siete años, de los informes que recibía de UBS. La verdad es que la negligencia ha sido inmensa.

Tengo la impresión de que esas medidas, en alguna forma, perseguían cerrar brechas que eran aprovechadas por el régimen para lavar dinero.

Sabemos que la Reserva Federal tiene autonomía, y evidentemente no tiene interés en hacer cumplir la Ley Helms Burton, pero OFAC es parte del poder ejecutivo y sí se le puede exigir que explique mejor la parte cubana del affair UBS, que fue elegantemente barrida bajo la alfombra por el Comité de Banca del Senado. Tal vez los congresistas cubanoamericanos puedan convocar audiencias en los comités correspondientes de la Cámara de Representantes para que se aclare este colosal escándalo.


FIN



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