Brasil-Lula: el mito del "hambre" se desinfla

Por Gonzalo Guimaraens

Reciente investigación social del IBGE, un conocido instituto estadístico, deja al descubierto flagrantes exageraciones del presidente brasileño, y de sus asesores ligados a la "teología de la liberación", sobre la desnutrición en Brasil

Las estadísticas nacionales que acaban de ser divulgadas por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), del Ministerio de Planificación de ese país, muestran que "en un universo de 95,5 millones de personas de 20 años o más, existen 3,8 millones (4%) con déficit de peso y 38,8 millones (40,6%) con exceso de peso". La investigación concluye "que la población adulta brasileña, analizada en su conjunto, no está expuesta a los riesgos de la desnutrición: ese índice de 4% es compatible con los padrones internacionales, que incluyen un porcentaje de individuos que son delgados por su propia constitución física"; en ellos, el "riesgo de desnutrición" es considerado "bajo", porque corresponde a pequeños "déficits" que varían "entre 5 y 10%".

El Brasil de hoy, por lo tanto, está muy lejos de ser una nación con 51 millones de desnutridos y "hambrientos", como alegó durante su campaña electoral el actual presidente Lula. En los primeros días de su gobierno, el mandatario brasileño llegó a basarse en ese dato del supuesto número de "hambrientos" -que ahora se verifica que es totalmente inconsistente- para lanzar con bombos y platillos el programa Hambre Cero, una bandera de marketing político que promovió al presidente y al gobernante Partido de los Trabajadores (PT), y que fue difundida generosamente por los medios de comunicación internacionales.

La investigación del IBGE fue efectuada en todo el país desde julio de 2003 hasta junio de 2004, con la ayuda del Ministerio de Salud, y la reciente divulgación de sus resultados tuvo el efecto de un "boomerang" político y psicológico sobre el presidente Lula y su equipo del Hambre Cero, entre los cuales se destacan figuras de la "teología de la liberación" como Fray Betto: ellos vieron desinflarse, de un día para el otro, el mito del "hambre" que habían contribuido a difundir por todo el Brasil, y surgir, simultáneamente, una realidad opuesta: la de un 40,6% de la población estudiada que padece de exceso de peso.

Lula trató de sacar las castañas del fuego diciendo que las personas, cuando son interrogadas por institutos de opinión respecto del hambre que pasan, "tienen vergüenza" de reconocerlo; y que por ello, los datos del IBGE no serían fidedignos. Sin embargo, el presidente del IBGE, de una manera respetuosa, pero categórica, explicó públicamente que el estudio del IBGE no se basó en preguntas y respuestas que pueden ser interpretadas subjetivamente sino que lo que se hizo fue "medir la altura y el peso de las personas, y determinar -según padrones establecidos internacionalmente sobre el denominado Índice de Masa Corporal (IMC)- quién está abajo del peso indicado y quién está por encima".

Resulta claro, y nadie lo niega en Brasil, que aún cuando los niveles de desnutrición afortunadamente sean mucho más bajos que los propalados por el gobierno brasileño, deberán ser enfrentados con políticas públicas adecuadas, constantes e inteligentes, para disminuirlos cada vez más. Pero también ha quedado claro el descrédito en que cayó el más conocido programa social del gobierno izquierdista de Lula, el Hambre Cero. Si no es lícito hacer marketing político con el lamentable estado de subnutrición, desnutrición y hasta hambre de las personas, menos aún se puede hacerlo con el hambre que no existe.

En los países en los cuales existe un mínimo de libertad para que investigadores y entidades científicas puedan examinar objetivamente las realidades sociopolíticas y manifestar públicamente los resultados de sus estudios, las exageraciones demagógicas de las izquierdas no llegan lejos y la realidad termina prevaleciendo. El reciente chasco lulista es un ejemplo característico de ello.

Lamentablemente, a lo largo del siglo 20 y comienzo del siglo 21, las izquierdas exageraron sistemáticamente los problemas sociales, para intentar justificar de esa manera sus reformas de estructuras y hasta sus revoluciones sangrientas. Por ejemplo, así lo hizo Fidel Castro en Cuba, pintando como catastrófica la realidad social, económica, educacional y de salud cubana del período pre-revolucionario, siendo que Cuba, según estadísticas internacionales serias, se situaba entre los países con mejores índices sociales de América Latina.


Gonzalo Guimaraens es consultor político. E-mail: cubdest@cubdest.org


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