DEFINICIÓN DEL EXILIO POLÍTICO

por Hugo J. Byrne


Dedico este trabajo a mi amigo el Capitán René García, un exiliado cabal.

Cuando en septiembre de 1961 arribé por la primera vez a tierra norteamericana, el primer exiliado político que me encontré era un antiguo compañero de luchas. Este viejo amigo irradiaba optimismo y confianza en el futuro de Cuba, los que se manifestaban en su pensamiento: "Nunca te preocupes por lo que haga el prójimo, cumple siempre tu obligación cubana y olvídate del resto. Yo procuro que no pase un sólo día sin hacer algo práctico contra el régimen." Y con una convicción inigualable, agregaba: "Si todos y cada uno de aquellos que abandonamos Cuba por oposición a la tiranía hacen otro tanto, los días de Castro están contados.."

Este patriota de cuerpo entero no imaginaba que alguien abandonara Cuba solamente para uir del oprobio totalitario. El exilio presumía para mi amigo una decisión colectiva, no sólo de escapar de un sistema que sofocaba la esencia fundamental del ser humano, sino al mismo tiempo un paréntesis vital, una retirada estratégica que garantizara la supervivencia y por consiguiente la habilidad de luchar por la libertad de la patria una vez más.

Este cubano, quien pasó a la historia recientemente, era un verdadero exiliado político. ¿Lo es quien escribe estas líneas? ¿Lo es Vd., amable lector?

Tratemos de definir serenamente, sin ánimo ofensivo ni divisionista, la frase "exilio político." Y aprendamos si esa definición de veras se nos aplica, pues es fundamental saber si realmente somos exiliados, o sólo creemos serlo, sin actuar como tales. Actuar es en este caso como en todos, el verbo que define. Aceptemos que solamente la acción nos cambia. El pensamiento nos deja en el mismo lugar en el espacio, pero la actividad nos mueve. Nos avanza si inteligente y práctica y nos retrocede si festinada y estúpida, pero siempre nos mueve. ¿No ha conocido el lector una persona de esas que se pasa la vida soñando proyectos brillantes, los mismos que nunca lleva a cabo? La vida se le termina cuando aún alimenta esas quimeras, las que permanecen para siempre quimeras.

La actuación en el caso del exiliado político siempre entraña sacrificio. Pues, ¿como es posible hacer algo práctico contra la tiranía, sin dedicar el tiempo necesario para esta actividad? Y ¿como es posible que podamos "encontrar el tiempo necesario" si nuestro día, nuestra semana, nuestro mes, los últimos cinco años fueron totalmente consumidos por nuestras obligaciones laborales y familiares? Este es un argumento parcialmente válido. Ermpero, seamos honestos en la respuesta a estos interrogantes; durante los últimos cinco años, ¿nunca tomamos vacaciones, ido al cine, a la playa, a un museo, nunca nos ocupamos en alguna actividad ajena a las obligaciones cotidianas? Durante ese tiempo, ¿nunca encontramos unos minutos para mantener, en beneficio de nuestra conciencia, la honrosa condición de exiliados?

Existe otro argumento totalmente espúreo que pretende justificar la inacción de quien lo esgrime y que sólo resulta en insulto a la inteligencia de quien lo escucha: "¡Que me llamen cuando se unan! ¡El exilio está totalmente dividido y lleno de individuos que engañan a todo el mundo con promesas incumplidas y que pintan situaciones que no responden a la realidad!

¿Que relación existe entre la división del exilio o las inconsistencias de otros y la pasividad e inactividad de esos presuntos exiliados? ¿Es este un argumento legítimo? No. Es sólo una pobre excusa nacida del deseo de autojustificación.

Si realmente deseamos la unificación del exilio, ¿por qué no trabajamos para alcanzar ese objetivo? ¿Es quizás que nos hemos cansado? Félix Varela, José A. Saco y Francisco Aguilera nunca se cansaron. Ciertamente Martí nunca se cansó. Gracias a su perseverancia se logró la República. Mientras dure la tiranía el exiliado no tiene derecho a cansarse. Martí, quien como nosotros pasó en el destierro más de la mitad de su vida, definió ese deber así: "De la patria puede tal vez desertarse, pero nunca de su desventura."

Recuerdo un individuo quien sostenía que el ser humano tiene que imitar lo que hacen quienes lo rodean: "Si estoy en la administración pública y veo que todo el mundo roba, yo robo también. Y si Vd. se cree por encima de eso y se encuentra en la misma situación, verá que Vd. también roba." Le respondí que sólo los carneros hacen lo mismo que ven hacer a sus semejantes y que yo era hombre, no carnero. Le dije que gracias a Dios y a mis padres, poseía una conciencia moral y que trataba que esa conciencia pautara mi vida.

La definición más adecuada al exilio político la dá la firmeza y continuidad de ese exilio. Si Vd. amable lector abandonó el territorio cubano como protesta al régimen que lo destruye y como vía para obtener la desaparición de ese régimen, mientras ese último objetivo no se logre Vd. debe permanecer en el exilio, para poder llamarse exiliado. Quien abandona esa posición visitando Cuba bajo Castro, simplemente renuncia a ser exiliado. Eso no quiere decir que quien lo haga sea necesariamente malvado. Conozco emigrantes económicos que son buenas personas. Este cronista no trata de decirle a nadie lo que tiene que hacer. Dios me libre de semejante pretensión. Ese debate es esencialmente entre cada cubano y su conciencia.

Sin embargo, no perjudicaría tener en cuenta la opinión del forjador de nuestra nacionalidad José Martí, quien parece haber previsto muchos de los tristes derroteros de nuestra historia: "Mientras un pueblo no tenga conquistados sus derechos, el hijo suyo que pisa en son de fiesta la casa de quienes se lo conculcan, es enemigo de su pueblo."


Fin


Hugo J. Byrne

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