EL MITO "LIBERAL"

Por Hugo J. Byrne


Cuando llegamos a estas tierras libres y hospitalarias hace ya más de cuarenta años, nos considerábamos filosóficamente liberales. ¿En qué basábamos esa convicción?

Sencillamente la palabra liberal se origina en la palabra libertad y esta a su vez en el término latino "libertas", que se define como capacidad de pensamiento y acción sin interferencia ajena. En nosotros esa filosofía manifestaba amplitud de criterio y respeto por el ajeno.

Entiéndase bien que respeto a las ideas (o a los individuos que las sustentan) no implica aceptar la opinión ajena y muchísimo menos tolerar a quien intenta imponernos la suya.

Nunca hemos concedido crédito a la noción de que el pensamiento humano se compone sólo de opiniones y que ellas son todas respetables y relativamente equivalentes. Hace algún tiempo escuchamos de labios de un "muy respetado sicólogo", de los que influencian al público con "ideas doctas" en debates televisados, la siguiente frase: "Recuerden que la realidad no existe, sólo la percepción."

Para nosotros ese comentarista está en el mismo nivel intelectual que "Sitting Bull", el famoso "medicine man" (léase brujo) de los Lakota Sioux de las "Black Hills", durante su enfrentamiento con el ejército norteamericano. "Sitting Bull" en sus arengas a los "bravos", enfatizaba la superioridad numérica abrumadora que poseían las varias tribus indígenas que temporalmente unieran fuerzas para enfrentarse a la caballería, a las órdenes del General Custer. Evidentemente "Sitting Bull" nunca había visto unidades de caballería mayores de unos pocos centenares de soldados. La batalla de "Little Big Horn River", en la que la tropa de Custer fue aniquilada, pareció vindicar ese criterio suyo.

Empero, el viejo brujo Sioux, simplemente confundía su percepción de la capacidad militar de Estados Unidos con la realidad. "Little Big Horn River" además de una victoria militar indígena (la primera y la última) fue no sólo el canto del cisne para los guerreros de "Sitting Bull", sino que también marcó el principio del fin de los americanos nativos como cultura independiente. La realidad existe. Ignorarla acarrea devastadoras consecuencias .

Aquellos cuya agenda implica regimentar la sociedad muy estrechamente a través del poder politico, han manifestado siempre la tendencia de apropiarse adjetivos y consignas ajenas. Una vez en el poder, se roban todo lo demás también.

Los colectivistas norteamericanos han logrado posesionarse del adjetivo "liberal" y sus opositores han permitido que se salgan con la suya. Nunca hemos comprendido eso, y es honesto admitir que el calificativo "conservador" nos hace sentirnos incómodos.

No obstante, es hora de aclarar que quienes se identifican como "liberales" en el discurso político norteamericano contemporáneo, no son otra cosa que socialistas, aunque ellos mismos no sean capaces de entenderlo y aceptarlo. Totalmente ajenos a la realidad, los "liberales" norteamericanos de hoy se aferran con fervor al mito colectivista. Ciegos ante el fracaso rotundo y el sufrimiento humano horripilante que ocasionaran más de setenta años de experimento socialista en la fenecida Unión Soviética, todavía propugnan su implementación "pacífica." Muchos, ignorando la evidencia histórica, afirman todavía que el planeamiento económico puede sustituir a los mecanismos del mercado libre y que la llamada "propiedad colectiva" es una alternativa factible, justa y deseada.

Recordemos las proféticas palabras del anarquista Mikhail Bakunin durante la "Primera Internacional" de 1872, en respuesta a las teorías abrazadas por Marx:

"Un estado socialista no podría contentarse con gobernar a las masas políticamente como hacen todos los otros gobiernos de hoy. También tendría que administrarlas económicamente, concentrando en las manos del estado la producción y la división de la riqueza, el cultivo de la tierra... y todo eso implicaría el reino absoluto de la 'inteligencia científica', el más aristocrático, despótico, arrogante y elitista de todos los regímenes. Habría una nueva clase, una nueva jerarquía... el mundo se dividiría entre una minoría dirigente en nombre del 'conocimiento' y una inmensa mayoría ignorante. Y entonces...¡que se prepare la mayoría de ignorantes!"

El mismo mito "liberal" que hoy acredita "logros" en la llamada "revolución" castrista, enfatizando como tales la "educación y la salud", hace cuarenta años ensalzaba los mismos "logros" en la Unión Soviética. Para los "liberales", la evidencia abrumadora de monumental estafa propagandística tras esos cantos de sirenas, es invisible.

No importa que esa evidencia sea presentada hoy ante el mundo por los mismos individuos que antaño fabricaran la estafa.

No importa que el "experimento socialista" causara depauperación económica y despotismo político dondequiera que se haya impuesto.

Para los "liberales" norteamericanos, los fracasos del socialismo (cuando son reconocidos) nunca residen en la inhumanidad consustancial al sistema, sino en error humano. Los crímenes del marxismo-leninismo en la Unión Soviética y la bancarrota político-económica de ese estado brutal, son para los llamados liberales, culpa de Stalin. El hecho incontrovertible de que Stalin simplemente aplicaba la agenda socialista tal y como la enunciara Marx y la desarrollara Lenin, no puede afectar una actitud que desprecia la razón y se basa solamente en fe ideológica.

Esa fe, en alianza ignominiosa con intereses económicos mercenarios, se propone imponer a los contribuyentes de Estados Unidos un subsidio virtual al régimen castrista. Los "liberales" de ambos partidos en el Congreso de la Unión se preparan a aprobar ese parto de los montes. Esperemos que esta maquinación innoble sea vetada por el ejecutivo.

Los "liberales" norteamericanos se aferran con fanatismo idelógico, digno del Santo Oficio, a la crin de los corceles de la leyenda. Para ellos, tal como para los "sabios" de Salamanca en el siglo quince, la tierra todavía es plana.


FIN


Hugo J. Byrne


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