CUARENTA AÑOS

Por Hugo J. Byrne


La dramática situación que hoy nos presenta el reto enejenado de Sadam Hussein nos tienta a la comparación con la crisis provocada por Fidel Castro hace casi exactamente cuarenta años. Sin embargo, a pesar de la coincidencia en la amenaza del uso de armas de destrucción masiva, esas semejanzas político-estratégicas pudieran ser sólo parciales y es necesario esperar al final de esta nueva crisis para determinar si la comparación es o nó legítima. Como se ha dicho amenudo, la historia se repite, aunque nunca exactamente de la misma forma.

Todo parece indicar que el presente inquilino de la Casa Blanca, con el apoyo eficiente de un corajudo y talentoso Secretario de Defensa, está determinado a obtener un resultado en sintonía con los intereses fundamentales y la seguridad de esta nación. Tal conclusión sería diametralmente distinta al fiasco de 1962, en el que los reclamos histéricos de la prensa "liberal", anunciando una victoria abrumadora para la administración de Kennedy, escondía en realidad una derrota estratégica norteamericana de proporciones colosales.

En esa triste ocasión, además del desmantelamiento de sus bases en Italia y Turquía, Washington se comprometió oficialmente con la Unión Soviética (para todo propósito práctico) a cooperar en el mantenimiento de Castro en el poder, indefinidamente. Todo eso, supuestamente sólo a cambio de retornar a la situación anterior a la crisis. Incluso en esta parte vital del acuerdo, Estados Unidos tuvo que contentarse con la palabra de los soviéticos, pues Castro se opuso a que la eliminación total de armas nucleares ofensivas pudiera verificarse sobre el terreno. Quien crea que Estados Unidos ha mantenido una política de vertical oposición al castrismo después de 1962 basándose en ciertas apariencias, como el notorio "embargo económico", sencillamente ignora la historia real de los últimos cuarenta años.

A causa de la ausencia de determinación ejecutiva en 1962, Norteamérica ha visto su seguridad e intereses afectados muy negativamente durante estos últimos cuarenta años. El régimen de La Habana demostró su abierta hostilidad a Estados Unidos en la guerra en Indochina, donde Castro envió "interrogadores" para torturar a prisioneros de guerra norteamericanos. La sombra siniestra del castrismo se proyectó largamente en el proceso de subversión y terrorismo que el mismo fomentara en Sur y Centroamérica, el Caribe, el Medio Oriente y Africa. Castro ha costado billones de dólares a "Uncle Sam", para nó mencionar el renglón más importante; las decenas de miles de vidas inocentes perdidas en el proceso. Al presente, existe abundantísima evidencia de su mano traicionera tratando de confundir a los organismos de inteligencia de Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo. Su complicidad en la contaminación en Estados Unidos del Virus del Nilo Occidental es un "secreto a voces" en los círculos oficiales de Washington.

Desde el punto de vista estrictamente militar, la situación con Bagdad hoy es totalmente distinta a la de la llamada "crisis de octubre". Irak en 2002, a diferencia de Castrolandia en 1962, y a pesar de cuanto chillen los sempiternos agoreros del apaciguamiento, carece de aliados y su capacidad de defensa frente a un ataque norteamericano es insignificante. La única relativa amenaza que podría representar Sadam es su arsenal biológico, usándolo no tanto frente a los aliados en combate, los que vendrían preparados para esa eventualidad, sino contra el estado israelita. Recordemos que durante la Guerra del Golfo el dictador usó misiles contra Israel, tratando infructuosamente de provocar su entrada en el conflicto. Aunque esos misiles no estaban entoces dotados con material infeccioso, recordemos que en esa oportunidad Sadam sabía que podía optar por la capitulación y renuncia inmediata a Kuwait, tal como lo hizo, pues esa era la única demanda de Estados Unidos y lo estipulado en la resolución de "Naciones Unidas." Hoy, de haber hostilidades, para Hussein se trata nada menos que la pérdida del poder y hasta quizás del número uno.

Hablando en términos reales (cínicos, si se quiere), el peligro teórico, no es tanto el daño físico que Sadam pueda infligir en Israel, sino las posibles consecuencias del mismo. El gobierno de Sharon, asediado a diario por el terrorismo palestino, ha manifestado de forma sutil aunque clara, que ripostaría de forma contundente semejante ataque. En nuestra opinión el probable conflicto esta vez duraría muy poco tiempo. Quizás ni siquiera el tiempo requerido para que esta posibilidad se materialice. Pero no presumimos de poder vaticinar el futuro.

Si el gobierno norteamericano persiste con tenacidad en su determinación de eliminar el peligro que representa el presente régimen de Irak y actúa en consecuencia, el resultado será muy beneficioso, tanto a la seguridad como al prestigio nacionales. Las consecuencias serían universalmente saludables. En tal caso, por la primera vez en nuestra memoria desde el final de la Segunda Guerra Mundial, esta nación actuaría sin dudas ni reservas como un legítimo estado soberano velando por sus intereses nacionales y despreciando el lastre negativísimo que siempre ha representado para esos intereses, esa amalgama seudodiplomática, anti individualista, prototalitaria y antiamericana llamada "Organización de Naciones Unidas."

De confirmarse esta esperanza, quizás estemos contemplando, ¡por fin! un renacimiento intelectual en esta nación. Otros tiranos, enemigos jurados de los principios éticos que originaron el estado norteamericano, complotando en sus sombríos cubiles, tomarían nota con mano temblorosa de que su turno quizás también se aproxime. Pero si dudamos de nuestros objetivos y dejamos de nuevo que orates criminales como Hussein tengan libertad para amenazar al mundo, no habríamos aprendido nada durante estos cuarenta años trágicos.


FIN



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