TRAFICAR CON PIRATAS

Por Hugo J. Byrne


"Noche absoluta, ¿qué has hecho del alba y del trino? Sol infinito, ¿qué rayos alumbran tu ruta? Quema las zarzas que niegan tu origen divino. Vence al dominio que intenta la noche absoluta.

Agustín Acosta Bello ("Noche Absoluta")


Traficar con piratas siempre implica riesgo. Quienes históricamente se han apropiado de lo ajeno a través de la violencia, o supeditado la palabra empeñada o la firma en un documento a su beneficio, nunca son confiables como socios. Aquellos que persisten en asociarse comercialmente con los primeros, si están al tanto de su doblez e insidia, son tan deshonestos como ellos.

En realidad son mucho peores. El salteador de caminos que nos despoja de nuestro peculio está corriendo el riesgo de que nos defendamos de su violencia. El contrabandista que lucra a través de sus componendas con el pirata, casi nunca corre riesgo alguno. Además de ser un bandido, es un cobarde. Su maldad hace posible que el crimen pague.

Detrás de cada tirano existen siempre muchos que se benefician de la tiranía. Esa ventaja puede ser política o económica, dependiendo de quien sea el contrabandista. El pirata (o el tirano) existe por obra y gracia del contrabandista.

Sin embargo, sucede a veces que tratar con piratas no paga. En 1938 las democracias europeas creyeron que podían hacer negocios con Hitler. A esos efectos sacrificaron en Munich la libertad e independencia de Checoslovaquia, otra democracia más pequeña y débil, en aras de mantener la paz en Europa. Todos sabemos los resultados de esa infamia. Hace algunos años Castro firmó en Chile una resolución hemisférica comprometiéndose al multipartidismo y a la democracia representativa. También sabemos los resultados de eso.

En 1994 la administración de Clinton, quien actuaba como si la política exterior fuera una burda extensión de la doméstica, firmó un acuerdo con Corea del Norte a través del cual esta última se comprometía a renunciar a un programa nuclear con fines militares, a cambio de urgente ayuda norteamericana a un país en total bancarrota y asediado por el hambre. Ese acuerdo era supuestamente el resultado de la rama de olivo que ex-Presidente y antiguo comerciante de cacahuetes Jimmy Carter presentara oficiosamente al entonces dictador norcoreano Kim Il Sung.

El compromiso diplomático, bien oneroso para los contribuyentes de Estados Unidos, convirtió a Corea del Norte en el principal receptor de ayuda exterior norteamericana en Asia. Esa ayuda, que incluía tecnología nuclear para usos pacíficos, inspiró las simpatías del izquierdista comité Nóbel de Oslo, el que recientemente otorgara a Carter el "Premio de la Paz" para el presente año.

Hace unos días el régimen totalitario norcoreano reconoció oficialmente y sin dar excusas que nunca ha cumplido con ese compromiso. Por supuesto, Clinton no está en el poder y esto ya no lo puede perjudicar políticamente. Los seguros perdedores son la paz y seguridad mundiales y los intereses norteamericanos.

Si todos aquellos que en 1994 vitorearon a Carter y a Clinton por su éxito diplomático, como el New York Times, Los Angeles Times, Washington Post, etc., reconocieran hoy la magnitud de ese vergonzoso fracaso, el coro de "mea culpa" sería ensordecedor. No habría cubos suficientes para cubrir cabezas. Por supuesto, para que salga el rubor es preciso empezar por tener vergüenza. Para enfatizar esa falta de pudor, la Representante demócrata por California Jane Harman, elogió la declaración de los tiranos de Corea del Norte como prueba de su "honestidad." Harman hizo su carrera política con la demagogia del "gun control". Para legisladores como ella, los ciudadanos norteamericanos obedientes de la ley, si poseen armas de fuego, son más peligrosos que los norcoreanos con armas nucleares.

En el Congreso de Estados Unidos abundan los aspirantes a contrabandistas. Son incluso mayoría. Saben perfectamente bien que Castro es un pirata con menos escrúpulos morales que "El Olonés" o "Barba Negra", quien no tiene reclamo ético a un sólo centavo del peculio de Cuba, o a una pulgada del territorio de la Isla. Saben que su poder es espúreo. Saben que lo tomó por la violencia y que por ella lo ha mantenido por cerca de medio siglo. Saben que en Cuba Castro es el único negociante y empleador y que no es posible tratar con entidades independientes, pues son inexistentes e ilegales. Saben incluso que Castro no paga sus compromisos internacionales desde 1986. Saben que su política interna se basa en el saqueo, su política exterior en el engaño y ambas en el terror.

Todo esto lo saben, pero no les importa. Carecen de ética. Están acostumbrados a que el erario público financie sus proyectos "populistas" y aparentan creer que eso sea normal y justo. ¿Por qué no dejar que los que pagan impuestos también sostengan el régimen de un viejo tirano totalitario y bufón a cambio de unos cuantos millones para sus contribuyentes políticos?

¿Qué importa que Castro y su cacareada "revolución" sean responsables por convertir una sociedad económicamente pujante y progresiva, Meca de cientos de miles de inmigrantes durante las cinco primeras décadas del siglo XX, en una ruina sangrienta triste y desolada de donde todos quieren salir, comparada a la garantía de jugosas donaciones para las campañas políticas venideras? ¿Qué importancia puede tener para esos desvergonzados politicastros, aspirantes a contrabandistas, demócratas o republicanos, el holocausto de Cuba?


FIN



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