CUARENTA Y DOS AÑOS

Por Hugo J. Byrne

Surge de pronto entre la bruma matutina y nos cuesta algún trabajo comprender que no se trata de un sueño o de una jugarreta de la imaginación. Es la costa sur de Oriente. Estamos a poco más de doce millas marinas de distancia de la costa cubana, límite de aguas territoriales aceptado internacionalmente y tolerado por Castro (quien como Muhamar Gadafi en los años ochenta y antes de que Reagan lo domesticara, una vez reclamara 200 millas de aguas territoriales). Castro, por supuesto, no desea estropear más su ya maltrecha reputación internacional.

También tiene miedo físico a la reacción del decidido Bush. Porque el "Máximo…" es básicamente un cobarde cuya leyenda heroica es el burdo producto de su propio programa de relaciones públicas. No debe confundirse la audacia con el coraje. A Castro le sobra la primera, pero carece del segundo. Ejemplo de coraje es Agramonte, quien lucha hasta ser rematado en el suelo frente al potrero de Jimaguayú, pudiendo haberse rendido a la tropa española. Ernesto Guevara por su parte, demuestra como Castro audacia suficiente para practicar subverción en dos continentes, pero se le aflojan las piernas al final: "Soy más útil a Vds. Vivo que muerto".

Algunas veces la cobardía de Castro se ha hecho evidente en público, como cuando enviara a sus subordinados al matadero del Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, mientras "miraba los toros desde la barrera", para después entregarse sin disparar un tiro. O cuando ante las cámaras de CMQ reculó asustado por la posibilidad de que el embajador español Lojendio, remedando a Sansón con los Filisteos, le asestara un golpe con su propia agresiva quijada.

Castro retrocedió pálido ante la embestida del ibero, quien, de acuerdo a rumores diplomáticos recibiera una amonestación irónica de su jefe Franco: "Como español, muy bueno, pero como diplomático pésimo".

Ante el perfil hermoso del oriente cubano hicimos un esfuerzo deliberado por contener la emoción, sin lograrlo. Percibimos unas estructuras blancas en la costa a la derecha de la desembocadura a la bahía de Guantámo. Es parte de la base de Caimanera, antiguo depósito de abastecimiento de carbón bituminoso para los barcos de guerra norteamericanos de principios del siglo pasado. Los edificios blancos guardan a los terroristas capturados en Afganistán. El resto de las instalaciones norteamericanas están hoy en día bajo tierra.

No creemos necesario aclarar que esas aproximadas catorce millas es lo más cercanos que jamás estaremos de la tierra natal, mientras su suelo sea asolado y mancillado por el hijo bastardo de un soldado de Weyler.

Recordamos la última vez que habíamos visto tierra nativa, cuarenta y dos años antes, desde el DC3 de Cubana y al anciano judío que sentado a nuestro lado contínuamente enjugaba en su inexpresivo rostro lo que creíamos era alergia. Cuando finalmente nuestro vecino habló, revelando una gran emoción, nos percatamos que realmente lloraba. El señor, apellidado Rosemblum, nos dijo que para él la vida terminaba con la pérdida de lo que él llamara "su paraíso en la tierra". "Ahora", nos dijo en su acento centroeuropeo, "aprenderemos de verdad lo que era Cuba". ¡Que bueno que Rosemblum nunca llegara a saber de individuos como Steven Spilberg!


FIN


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