EL PANTANO TERRORISTA

Por Hugo J. Byrne

Es difícil imaginar una figura de nuestros primeros cincuenta años de república, con más anécdotas que las que se atribuyen a Oreste Ferrara Marino. Este notable letrado, jurista, político, historiador, biógrafo y diplomático florentino-cubano, que a todos esos logros intelectuales agregaba haber alcanzado por coraje y méritos en combate el grado de Coronel en el Ejército Libertador, fue sin la menor duda uno de los hombres más discutidos y controversiales en la Cuba de su época.

Entre las decenas de anécdotas (apócrifas o reales) atribuídas a Ferrara, hay una, probablemente falsa, que lo sitúa en la embajada cubana en Roma a principios del año de 1941, cuando Cuba todavía no era nación beligerante en la Segunda Guerra Mundial.

Se dice que el entonces canciller italiano e hijo político (y futura víctima) del "Duce" Benito Mussolini, Conde Galeazzo Ciano, en una de las frecuentes frivolidades oratorias que muchos le atribuían, le preguntó a Ferrara: "Signore Ferrara, ¿no es cierto que su presidente parece un negro? La pregunta, hecha en medio de una conversación ligera e intrascendente, no disimulaba por ello su evidente implicación racista.

"Nó Excelencia", se supone que contestara el talentoso biógrafo del "Papa Borgia" con la pícara ironía que lo caracterizaba; "Batista no parece un negro. Más bien parece un blanco."

Esta versión vulgar del popular ejemplo del vaso mediado, medio vacío para el pesimista y medio lleno para el optimista, nos recuerda el cansado debate sobre la guerra contra el terrorismo en general, e Irak en particular. Un debate que debió terminar el 11 de septiembre del 2003.

¿Estamos ganando o perdiendo? Para entrar inteligentemente en ese debate es preciso determinar primero si aceptamos o nó la realidad de que estamos en medio de una conflagración muy seria. Concedamos el argumento de que el Congreso de Estados Unidos no ha declarado guerra alguna. En un artículo hace meses clamamos especialmente por esa declaración, pero el hecho de que legalmente no estemos en estado de guerra con nadie, no puede ocultar la trágica realidad del 11 de septiembre: Estamos en guerra. La paz no se alcanza con lemas ni rezos cuando la maldad acecha. La paz se logra sólo con la acción resuelta y el sacrificio.

Los trabajadores indúes que construían el ferrocarril de Tsavo en el territorio africano que hoy es Uganda en 1896, no tenían la menor intención hostil contra dos leones "come-gentes" que merodeaban por la zona. No provocaron a los leones en modo alguno. Eso no fue impedimento para que los felinos trabajando en cooperación, acecharan, mataran y devoraran a tantos de ellos que el resto abandonara el área, paralizándose la construcción de la vía férrea por falta de mano de obra. Esa construcción sólo se reanudó después que el ingeniero a cargo de ella, Coronel J. H. Patterson, despachara a los dos gatos asesinos con un rifle de gran calibre.

Los terroristas tienen el mismo instinto letal que los leones de Tsavo, a lo que tiene que agregarse el fanatismo suicida. Por eso son infinitamente más peligrosos. Se trata de un enemigo irreconciliable e incapaz de dar cuartel. Los "come-gentes" de Tsavo mataban para devorar. En cada indú veían simplemente comida. Los terroristas matan por odio. Odio cerval, irracional, fanático e inextinguible. Nuestra libertad, dignidad y supervivencia están en la balanza. No existe territorio neutral: O con la libertad o con el terror. O los exterminamos o nos exterminan.

¿Está Vd. amable lector preparado sicológicamente para un combate avieso y traicionero en el que no existe un frente de batalla específico y en el que por designio se victimizan mujeres, niños y ancianos? Si lo está, es porque también se ha convencido de que ciertamente estamos en guerra. Una guerra en que la que ha de combatir quizás de más de una generación, una guerra sin cuartel ni esperanza, hasta que el enemigo sea exterminado.

Quienes desean conscientemente o nó, por ignorancia o perversión, que Vd. no crea en la realidad ingrata que enfrenta, le aconsejarán mansedumbre y retirada. Le dirán que la respuesta lógica a la agresión sangrienta es pasividad y entrega. Le dirán que no podemos enfrentarnos al enemigo solos y que necesitamos la cooperación dudosa de aquellos que nos abandonaron en el momento crítico y que pactaron con nuestros verdugos. Le dirán que estamos enfrentados a un nuevo Viet Nam y que estamos perdiendo la guerra.

La realidad es muy diferente. El Talibán ya no es poder en Afganistán. Sadam Hussein ya no proyecta su malvada sombra en Irak. Más de cincuenta millones de seres humanos se sustentan hoy de la esperanza asequible en un futuro mejor. 3,016 hombres y mujeres inocentes, miembros útiles de una sociedad civilizada, perecerion a manos de la maldad terrorista el 11 de septiembre del 2001, pero 433 soldados de la libertad han ofrendado ya sus vidas por nosotros desde entonces. Su sacrificio no ha de ser en vano.


FIN



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