LAS MENTIRAS DE TEDDY

Por Hugo J. Byrne

Entre todas las actitudes políticas despreciables, la más repugnante a este servidor es la de aquel que teniendo techo de vidrio, no vacila en lanzar piedras a la casa vecina. Aún entendiendo cabalmente que en esta vida nadie es santo y que en eso de tirar piedras es imprescindible un profundo examen de conciencia antes de lanzar la primera, no cabe duda que el presente ámbito político norteamericano está literalmente inundado de sujetos totalmente carentes tanto de ética como de vergüenza.

El común denominador entre estas "figuras públicas" es la ausencia total de responsabilidad nacional. Cuando los intereses de Estados Unidos y sus agenda particulares entran en conflicto, son siempre los primeros quienes sufren. Aunque ambos partidos políticos tradicionales padecen de este cáncer (excluyo al Partido "Verde", que a juzgar por las ideas colectivistas de su insulso ex candidato a la gobernatura de California, es más bien "colorado"), es el Partido Demócrata quien se lleva esa triste palma.

Todos los candidatos presidenciales demócratas (quizás con la honrosa excepción del ex candidato a Vicepresidente Liberman), caen en esta paupérrima clasificación. Incluímos por supuesto al multimillonario (mediante matrimonio) Senador Kerry, quien aunque siempre apela vanidosamente a sus condecoraciones de Vietnam, olvida que las lanzó al suelo ante la Casa Blanca mientras protestaba contra su país, para hacerse de una reputación "liberal".

Sin embargo entre la inmensa gama de politiqueros baratos e irresponsables en la que se destacan ejemplares como el probable impune extorsionador Jesse Jackson y el probable perjuro ex Presidente Bill Clinton, hay uno que resalta como el indisputado campeón: El Senador por Massachusetts Edward M. ("Teddy") Kennedy. Kennedy no es solamente mentiroso e hipócrita. A esas poco envidiables cualidades une la de cobarde.

Hace unos pocos días el abotargado Senador acusó al Presidente Bush de engañar a sabiendas al público norteamericano con fines políticos, para obtener respaldo popular en la invasión de Irak. Haciendo eco de los tortuosos argumentos esgrimidos previamente por el fugitivo Sadam Hussein, Kennedy afirmó que en relación a Irak, Bush había "mentido, mentido y mentido, durante semanas, semanas y semanas".

Sin necesidad de romper lanzas por Bush o los republicanos, actitud que no sería justa o imparcial, debemos observar que Kennedy carece de la menor evidencia que justifique semejante acusación. Aunque la experiencia reciente quizás demuestre fallas indiscutibles en la exactitud de las conclusiones que los servicios de inteligencia del Tío Sam proporcionaran a Bush, es preciso recordar que el ex Presidente Clinton (quien sí es mentiroso confeso), se hizo eco de las mismas durante su administración sin que el Senador por Massachusetts lo acusara de mentir adrede.

Al este de la isla llamada Martha's Vineyard en Massachusetts y separado de ella por un estrecho canal, se encuentra otro islote de menor extensión territorial, llamado Chappaquiddick Island. La tragedia ocurrida en ese canal en 1969 pone al desnudo el verdadero carácter de "Ted" Kennedy, quien fuera electo al Senado por primera vez en 1962.

De acuerdo a las declaraciones del Senador Kennedy, en esa oportunidad perdió el control de su auto a horas avanzadas de la noche, cuando conducía sobre el canal entre Martha's Vineyard y Chappaquiddick, precipitándose el vehículo a las obscuras aguas del Atántico y hundiéndose rápidamente en las mismas. Kennedy afirmó bajo juramento que él había podido salir del auto y nadar a la superficie, aunque no así su única pasajera, una joven voluntaria a la campaña política para la reelección de su escaño senatorial. En una declaración jurada el Senador afirmó que había tratado infructuosamente de rescatar dos veces a la víctima del accidente.

Lo más curioso en toda esta tragedia, es que Kennedy no sólo abandonó el lugar de un accidente donde una persona había perecido, sino que fue capaz de contactar por teléfono a más de uno antes de informar a las autoridades. La llamada de Kennedy a las mismas y su eventual comparecencia física ante ellas ocurrió más de ocho horas después de los hechos.

Kennedy, único testigo de la tragedia, achacó su demora en comparecer a encontrarse en "estado de shock". El presunto "shock" aparentemente sólo afectó su información del siniestro a la policía y no le impidió para nada llamar durante esas ocho horas a familiares, amigos y abogados. Tampoco le impidió, según su propia confesión "intentar dos veces el rescate de la víctima".

Toda vez que el único testigo del deceso de su pasajera fue el propio Kennedy, no puedo acusarlo de acción criminal. Sólo él sabía si se encontraba o nó embriagado o drogado, en cuyo caso positivo hubiera sido (por lo menos) culpable de homicidio involuntario. El transcurso del tiempo necesario para eliminar tales evidencias de su cuerpo, unido al abandono del lugar del accidente sin informar a la ley en la primera oportunidad, constituían posibles evidencias circunstanciales de actos criminales. Esas evidencias circunstanciales habrían resultado en una investigación mucho más seria en cualquier parte de Estados Unidos fuera de Massachusetts, donde los Kennedy han adquirido la virtual categoría de divinidades intocables.

Sin embargo, la demora en reportar el siniestro es prueba absoluta de insinceridad y cobardía. Cuando años después Kennedy en abyecta contrición al Senado admitiera su debilidad por el alcohol, no tuvo el coraje necesario para reconocer el extremo en que esa "debilidad" suya pudo causar daño a otras personas. El homicidio es un crimen penado sin límites de tiempo.

Existen, como vemos, abundantes evidencias de la mendacidad y cobardía de Kennedy, pero éste no ha podido presentar ninguna que demuestre su acusación contra Bush. Y, como a diferencia del voluminoso Senador siempre enfrento las posibles consecuencias de mis afirmaciones y actos, estoy enviándole a su oficina en el Senado de Estados Unidos la versión inglesa de este artículo, que se publicará próximamente en el Internet.



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