LAS VIRTUDES DE LA OFENSIVA

Por Hugo J. Byrne

"Ningún capitán sufrirá por situar su buque al pairo del enemigo"

(Orden del día del Almirante Horacio Nelson a sus unidades al entrar en combate contra la armada franco-española. Trafalgar, 21 de oct. de 1805)


Habiendo capturado, prácticamente como resultado de su iniciativa individual a un Mayor del ejército imperial alemán y a más de cincuenta soldados enemigos, el cabo norteamericano Alvin York (promovido a sargento por esa acción heroica), vió a su escuadra en peligro de ser aniquilada por el fuego mortífero de un nido de ametralladoras que le cerraba el paso. Sin dudar un instante y usando la pistola Luger que le había confiscado, York encañonó al oficial teutón, apuntándole a la sien: "!Escoja; o bien ordena Vd. la rendición inmediata de ese nido de ametralladoras o yo lo envío al infierno, también inmediatamente!" Cuando la escuadra de York arribara de regreso a territorio asegurado por los aliados, su destacamento de prisioneros alemanes había crecido a 132.

Por esa acción de guerra York recibió la Medalla de Honor del Congreso, la condecoración más alta conferida en Estados Unidos por actos en combate que excedan los requerimientos del deber. También le fue otorgada la Legión de Honor de Francia, junto a un sinnúmero de otras citaciones y medallas, tanto norteamericanas como de otras nacionalidades aliadas. Además, el humilde campesino de Tennessee se convirtió de la noche a la mañana en virtud de esa misma acción en una persona famosa, sobre cuya hazaña incluso se filmó una película en la que un notable actor interpretando magistralmente a York, ganara el codiciado premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas.

Nunca nos ha gustado hacer conjeturas sobre cómo se habrían desarrollado ciertos acontecimientos en caso de que los protagonistas de los mismos hubieran actuado de modo diferente, o las circunstancias hubieran variado. Sin embargo, como sabemos, no existen efectos sin causas y el devenir histórico puede variar intensamente dependiendo de incontables factores. Es concebible que la Segunda Guerra Mundial hubiera podido prevenirse si las sanciones del Tratado de Versalles no hubieran sido tan severas con Alemania. O que se hubiera acortado si los aliados franco-británicos hubieran invadido Alemania cuando esta atacó Polonia en 1939. O que se hubiera alargado con muchas más bajas por ambas partes, si los dramáticos y terribles bombazos atómicos de Hiroshima-Nagasaki no hubieran ocurrido.

También cabe en lo posible imaginar que si Alvin York no hubiera amenazado de muerte al Mayor prusiano, el nido de ametralladoras de los soldados del Kaiser habría convertido su victoria en derrota, que él y la mayoría de su escuadra habrían perecido, que los pocos sobrevivientes soldados del Tío Sam habrían sido prisioneros de los alemanes, que el Mayor alemán habría recuperado su Luger y que Gary Cooper no hubiera Ganado el "Oscar" por "Sergeant York" en 1939.

El escenario más abominable de todos sería que en ese entonces el ejército norteamericano hubiera estado tan influenciado por absurdos "políticamente correctos" como lo está hoy. En dicho caso hipotético, York no hubiera sido condecorado ni ascendido en rango militar. Por el contrario, habría sido sometido a una investigación por haber actuado a contrapelo de los códigos que tienen que seguirse para interrogar a prisioneros, con grandes posibilidades de tener que encarar un consejo de guerra.

Desgraciadamente amable lector, eso es precisamente lo que le está sucediendo hoy a un Teniente Coronel del ejército norteamericano, verdadero héroe de la guerra de Irak, por "ofensas" menores que las que presumiblemente cometiera York. Interrogando a un iraquí sospechoso de saber la identidad del grupo terrorista que acechaba el paso de su tropa y que se negaba a proveer información alguna, el oficial nortemericano descargó un par de veces la pistola de reglamento por sobre la cabeza del detenido. Entonces el encubridor de terroristas asustado por su vida, "cantó" con más melodía que un ruiseñor.

Como consecuencia del éxito de ese interrogatorio, varios terroristas fueron detenidos y los aliados evitaron una confrontación letal con el traicionero enemigo. Pero no hay gloria ni condecoraciones para el Teniente Coronel por proteger la vida de sus soldados. Tan sólo publicidad negativa y la sombra de una posible corte marcial que lo podría condenar a ocho años de prisión y separarlo sin honor del servicio a su patria. O quizás, en el mejor de los casos, forzarlo a un retiro extemporáneo.

Servimos con orgullo y honor en ese ejército en la década de los sesenta. Le damos gracias a Dios por haber servido en otra era, cuando los conceptos de honor y justicia militar no eran papel mojado.


FIN



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