DESAFIO DEL 2004

Por Hugo J. Byrne

"Es imposible establecer un convenio entre el hombre y las bestias feroces"

Homero


Siempre estudiamos la historia con un cierto recóndito desasosiego y quizás incluso algún latente temor. Aunque ella nos previene contra muchísimos males, inmunizándonos de infinitos cantos de sirenas, su enseñanza más profunda es que nunca la leemos sufientemente.

Uno de los capítulos más terribles de la historia universal es para nosotros el de las Guerras Púnicas. El control del Mar Mediterráneo y sus vías marítimas forzaron estas tres guerras contra el énclave comercial norafricano y fenicio de Cartago por parte de la militarista y expansionista antigua Roma. Las dos primeras guerras (264-241 y 218-201 a.c.) terminaron en parciales victorias romanas. La tercera Guerra Púnica (149-146 a. c.) culminó en la total destrucción de Cartago, otorgando a Roma el dominio indisputado del Mediterráneo, al que los romanos llamaban "Mare nostrum" (Mar nuestro).

Ese dominio total convirtió a Roma en el estado más poderoso de la antigüedad y quizás de todos los tiempos, facilitando su conquista de casi todo el mundo entonces conocido. Cartago, que ocupaba una parte de lo que hoy es Túnez, era una sociedad esencialmente comercial y marítima. Roma por el contrario, era una nación con apetito de conquista. Un estado "de rapiña" con ambiciones de dominio universal, aún desde los tiempos de la República.

Las naves de guerra romanas llevaban en las velas su lema de combate: "¡Delenda est Cartago!" (¡Destruída sea Cartago!). Similitudes con lemas del presente puede que sean agudamente familiares al amigo lector. Recordemos el lema del Islam extremista: "¡Muerte a América!" Como en los tiempos de las Guerras Púnicas, ese no es un grito de guerra vacío y sin consecuencias. Quien dude nuestro criterio debe referirse a los efectos devastadores de los ataques homicidas del 11 de septiembre del 2001.

Los Estados Unidos de América en 2004, como lo fue Cartago en 264 a. c., son una nación cuyo esencial interés reside en mantener abiertos los mercados del mundo para el comercio pacífico, campo en el que los norteamericanos siempre han competido justa y exitosamente. Y en capacidad de llegar a controlar para los primeros años del presente siglo los principales yacimientos de petróleo y de chantajear con ello al mundo entero, están hoy los llamados terroristas y los estados criminales que los asilan y financian.

La primera tentativa seria de alcanzar ese objetivo malvado ocurrió en 1990 cuando el ejército de Sadam invadiera Kuwait. Que Sadam se habría contentado con el petróleo de Irak y Kuwait sin invadir Saudi Arabia, Yemen, Los Emiratos y Omán es una fantasía que sólo puede caber en la mente de un cretino o de su equivalente intelectual, un bitongo profesor de humanidades. Me pueden creer los lectores cuando les afirmo que la inmensa mayoría de ellos no saben tan siquiera donde se encuentran esos países.

¿Quién honestamente y en su sano juicio puede esperar una actitud civilizada y justa por parte de aquellos que son capaces de asesinar premeditadamente y a mansalva, mujeres y niños indefensos? ¿Hace alguna diferencia si los asesinados son judíos, kurdos, "Kulaks", chinos, camboyanos o pasajeros del remolcador "13 de Marzo"?

Tenemos que confesar que cuando la "cortina de hierro" se desplomara, pensamos que finalmente habíamos librado a la humanidad de los peligros de la ignorancia y el fanatismo. Creíamos que las tiranías totalitarias restantes se desplomarían por el peso de su intrínseca corruptela. La Plaza de Tianamen demostró definitivamente nuestra ingenuidad.

Los tiranos y sus esclavos siempre se abaten ante la fuerza. Pero sólo ante la fuerza. Como los redomados cobardes que son, ese es el único idioma que entienden. Los hombres libres luchan hasta el final, como Agramonte, Maceo, Osvaldo Ramírez o Tomás San Gil. Los discípulos de Lenín o Hitler prefieren rendirse como el "Ché" Guevara en Bolivia, Fidel y Raul Castro en Santiago y Sadam Hussein en su ratonera. Aquí se amparan en las libertades que les provee una sociedad cuyos fundamentos a diario subvierten.

El desafío para los cubanos libres en el 2004 es seguir combatiendo sin tregua a esos cobardes enemigos de la humanidad, con todas las armas a nuestro alcance. Y nunca olvidarnos de que si combatimos eficazmente a las ratas de aquí, estamos derrotando a las de allá.


FIN



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