BAJO EL SIGNO DEL VIENTO DIVINO

Por Hugo J. Byrne

A mi hermano el Capitán Piloto René García, héroe de Cuba Libre en Bahía de Cochinos y el Congo.

Entre los años 1160 y 1200 de la Era Cristiana, el poder de los tradicionales Emperadores del Japón, descendió al extremo de convertirse en casi inexistente. Aunque en teoría el Emperador reinaba todavía en 1160, a los efectos prácticos todas sus atribuciones de poder cesaron paulatinamente durante este período, coincidiendo con la declinación de la influencia que hasta ese entonces ejerciera la familia Fujiwara. Una nueva clase gobernante empezó a tomar las riendas del Japón. Era una casta militar y patricia, identificada social y religiosamente con el Imperio.

Este período se caracterizó por la disputa sangrienta entre las familias Taira y Minamoto. El principal caudillo de esta última, llamado Yorimoto, derrotó decisivamente a las huestes de la familia Taira en 1185. Yorimoto estableció un gobierno militar en un poblado llamado Kamakura, no muy lejos de la ciudad portuaria de Tokio, futura capital del Japón.

En 1192 el Emperador le confirió a Yorimoto el grado y título de General ("Shogun" en japonés) y a partir de esa fecha, ese título significó el poder real del Imperio para los siguientes setecientos años. Aunque el control de los "Shoguns" terminara históricamente en 1867, ese poder representó para el Japón el equivalente cultural del Califato musulmán en España y su imborrable influencia duró casi intacta hasta la espectacular derrota japonesa de1945.

En 1281, con la era de los "Shoguns" en su apogeo, el guerrero mongol Kublai Khan lanzó contra el Japón una invasión formidable. Resentido por la humillante derrota sufrida a manos de los hábiles y valerosos defensores siete años antes, Kublai Khan había reunido esta vez una armada de conquista tan poderosa que los nipones no podrían enfrentar, transportando en ella un ejército invasor de proporciones abrumadoras.

En un escenario precursor al de la poderosa "Armada Invencible" que enviara el rey español Felipe II contra la Corona Inglesa en 1588, las embarcaciones del Khan se enfrentaron con un enemigo tan letal como inesperado. Un monstruoso tifón de los que siempre han asolado el Mar de la China, decimó a los invasores mongoles a un extremo tal que los muy pocos supervivientes se transformaron en un el plazo de horas, de temibles invasores a indefensos náufragos.

La providencial tormenta que decisivamente convertirtiera una amanazadora invasión en espectacular victoria, fue aclamada como de origen divino por el místico shogunato y festejada por todas las islas del Archipiélago Japonés. Esa tormenta fue conocida en la historia del Japón desde ese entonces como "El Viento Divino" ("Kamikaze" en japonés). ¿Quién puede sorprenderse que ese nombre fuera escogido por el Alto Mando nipón para designar a las unidades aéreas suicidas que la Armada Norteamericana enfrentara en el Pacífico en los meses finales de la Segunda Guerra Mundial?

Se ha caído en el error de llamar "Kamikaze" y comparar a los juramentados fanáticos musulmanes que se autodestripan para asesinar a mujeres y niños inocentes en Irak o Israel, con los pilotos suicidas japoneses de la Segunda Guerra Mundial. Esta comparación no hace justicia a los discípulos del "bushido", código de honor del tradicional Shogunato. No es que todos los guerreros nipones fueran pulcros caballeros incapaces de acciones brutales, incluso en violación de las convenciones de Ginebra y otras leyes de guerra.

Bastaría la "marcha de la muerte" de Bataan y la actuación terrorista del ejército japonés en China para probar lo contrario. A principios de los años noventa, cuando trabajábamos para una empresa de ingeniería en Pasadena llamada The Ben Holt Co. (que sospechamos quizás ya no exista), establecimos un "car pool" con otros compañeros de trabajo. Entre ellos había un ingeniero mecánico de origen chino, cercano a la edad de retiro. Este señor nos contaba que durante su niñez las tropas japonesas ocuparon la ciudad donde residían él y su familia.

En una oportunidad uno de los soldados de ocupación, bayoneta en mano, ordenó a gritos algo al asustado niño, quien había salido a la puerta de su casa. Mientras nuestro amigo desconcertado al no entender la lengua sólo temblaba, el centinela vociferante repetía irritado la misma orden. Finalmente el pobre niño, lloroso y aterrado, se orinó en sus pantalones. Esto provocó una sonora carcajada del militar japonés, quien al fin se retiró. En este caso no hubo más que lamentar que el susto terrible de un niño inocente. Pero también y con mucha frecuencia ocurrieron violaciones en masa y la población civil fue sistemáticamente masacrada o abusada, tanto en China como en Corea y las Filipinas.

Los oficiales pilotos de "Kamikaze" sin embargo, se enfrentaban solamente con el enemigo militar y no existe ley de guerra que prohiba la inmolación en combate legítimo. A diferencia del furtivo asesino "musulmán" que trata de pasar traidoramente desapercibido hasta hacer estallar su explosivo de manera que se maximice su poder letal entre la desprevenida e inocente población civil, los "Kamikaze" atacaban a cielo abierto y se abalanzaban contra una verdadera pared de fuego antiaéreo. En Okinawa los "Kamikaze" infligieron terribles bajas a los norteamericanos, creando mayores dificultades en esa campaña. Sólo la firmeza viril de las tripulaciones impidió un descenso en la moral combativa del U.S. Navy

Para el piloto suicida no había posibilidad de cambiar de opinión en el último momento: No llevaba paracaídas, la cabina estaba sellada por fuera y el mecanismo del tren de aterrizaje era inoperable una vez alzado el vuelo. El avión era un féretro volante y el piloto un muerto de guerra, cuyas exequias y celebración de vida habían ocurrido a priori: Ya había bebido su última taza de saki, rugido su ultimo 'Banzai" y quizás disfrutado por la vez postrera la dulce compañía de una mujer. Su meta era la inmolación gloriosa por el Emperador. Se sentía impulsado por un viento divino.

El impulso homicida de los terroristas asesinos de niños, ancianos y mujeres indefensas no se inspira bajo el signo de un viento divino, surge del vaho pestilente del infierno.


FIN



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