TEHERAN Y LA HABANA: UNA ALIANZA MUY PELIGROSA

por Hugo J. Byrne

El gobierno de Israel descubrió a mediados de 1977 que los mismos consorcios nucleares franceses indirectamente responsables por el ingreso israelita al entonces creciente “club atómico”, también se encontraban en el proceso de proveer a Sadam Hussein con la capacidad técnica necesaria para operar un flamante reactor nuclear que ellos le habían vendido. Al igual que en el presente Irán, donde los sucesores del Ayatola se dedican a tareas semejantes, Sadam, acérrimo enemigo de Israel, aceitaba sus armas convencionales al mismo tiempo que trataba de adquirir poderío atómico.

Las excusas de Bagdad en esa época sonaban tan huecas como las de Teherán hoy. Para países como Francia, Suecia o el Japón, casi totalmente carentes de combustible u otras fuentes energéticas, no es necesario justificación alguna para el desarrollo de una industria nuclear o el uso de otras muchas y diversas fuentes de producción eléctrica. Pero en naciones como Irak o Irán, prácticamente ubicadas sobre un mar de petróleo crudo, ¿cuál es la necesidad de una industria atómica, aparte de su utilidad militar?

Esta simple conclusión indicó a Tel Aviv que el camino de la acción directa era el único prudente. Israel, a diferencia de Estados Unidos, ha pasado toda su existencia como nación al borde de un abismo muy real. La guerra preventiva para Israel no era una opción, sino una necesidad para la supervivencia. Ahora es el turno de Norteamérica, nos percatemos de ello o nó. Los norteamericanos recién empiezan a enfrentarse con un enemigo terrorista, cuya naturaleza fanática y letal aún están muy lejos de comprender y apreciar cabalmente. La presente “guerra contra el terrorismo”, no es tomada muy en serio por una considerable parte de la población norteamericana y ese es un peligro mayor que todas las conspiraciones terroristas juntas.

Deseamos dejar bien aclarado que el enfrentamiento con un enemigo común (el islamismo ortodoxo desea extinguir a todos los “infieles”, los cubanos incluso) no necesariamente hace de Israel un aliado de Cuba Libre. Intercambios económicos oficiales y oficiosos entre Israel y la tiranía castrista, pertenecen a la historia contemporánea. En este tema como en tantos otros, los cubanos del exilio no tenemos derecho a ser ingénuos. Sabemos, por ejemplo, que los israelíes tenían conocimiento previo del sangriento atentado terrorista contra los cuarteles de la Infantería de Marina en Beirut y que no informaron de ello a sus aliados y futuras víctimas del atentado, los norteamericanos. Israel aparentemente es un estado que hace suyo el dicto de De Gaulle sobre que las naciones no tienen amigos, sino sólo intereses.

Los israelitas obstruccionaron eficazmente su proyecto nuclear a Sadam, casi desde un principio. Irónicamente, quien en ese entonces era el director del “Mossad”, se oponía al bombardeo al reactor de Hussein. El “Mossad”, como sabemos, es el equivalente israelí a la Agencia Central de Inteligencia. Sólo que bastante más eficiente que su contrapartida norteamericana. Algunos analistas consideran al “Mossad” como la agencia de inteligencia y contrainteligencia mejor del mundo, superior a la antigua KGB soviética y a la hoy bastante deteriorada DGI castrista.

La única manera de destruir una planta nuclear convencional sin contaminar de radiación letal el medio ambiente, consiste en hacerlo antes de que las barras de combustible radioactivo sean colocadas en el corazón del reactor. De lo contrario, la población de Al Tuweita, suburbio de Bagdad donde estaba situada la planta sería destruída totalmente y la radiación letal se extendería al resto de la capital iraquesa. Los argumentos avanzados por Yitzhak Hofi, director del “Mossad”, eran paralelos a esos que esgrimen los apaciguadores norteamericanos contemporáneos, para quienes el “enemigo” no está en Irak, Irán o Afganistán, sino en Washigton D.C.

Haciendo caso omiso a las objeciones “políticamente correctas” de Hofi, el gobierno israelita primero saboteó a los consorcios nucleares franceses dentro del territorio de ese país. Esos esfuerzos incluyeron la ejecución en París de Yahya al Meshad, miembro prominente de la Comisión de Energía Atómica Iraquesa y el asesinato de una prostituta que podía identificar a los “hit men” del Mossad.

Finalmente, el 15 de marzo de 1981, Tel Aviv ordenó el bombadeo de la planta de Al Tuwaita. La operación que contaba con la aprobación tácita de Washington (donde para beneficio del mundo ya gobernaba Reagan) fue realizada por ocho F-16, apoyados por seis F-15 de escolta. Volando rasantemente sobre Jordania para evitar su detección por radar y en coordinación con la inteligencia provista por el “Mossad”, los aviones de combate israelitas llegaron a la planta justamente minutos después que los ingenieros franceses habían abandonado sus estaciones de trabajo. Las bajas iraquíes fueron mínimas (nueve muertos), pero el reactor fue totalmente destruído. El “raid” fue un éxito completo y Hofi fue forzado al retiro.

El abierto desafío nuclear de Irán a las corruptas y desacreditadas Naciones Unidas, unido a la consistente alianza de los malolientes “mulas” iraneses con el no menos hedihondo tirano del Caribe, hacen esa coyuntura estratégica un tema sumamente peligroso. De acuerdo al libro escrito por el antiguo bonzo bacteriológico soviético Ken Alibek, Castro extendió a estos “mulas” la tecnología venenosa que sus aliados le brindaron durante la existencia nefasta de la Unión Soviética. Este punto ha sido consistentemente sostenido por el Departamento de Estado Norteamericano, a pesar de ciertas reticencias del Secretario Powell.

De lograr Teherán convertirse en potencia nuclear, el evento de un nuevo conflicto de misiles nucleares en una Cuba heredera reciente del castrismo, es una posibilidad nada remota. Ese nuevo y peligrosísimo “eje del mal”, sólo implicaría un pequeño intercambio tecnológico entre Teherán y La Habana. Venenos a cambio de misiles con ojivas nucleares. La primera consecuencia de una situación semenjante es la eventual (y segura) desaparición de Israel.

¿Permitirán los gobiernos de Estados Unidos e Israel el advenimiento de una situación de tal naturaleza, o decidirán por el único camino consistente con la supervivencia? Washington y Tel Aviv tienen la palabra.



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