ORESTE PERDOMO

Por Hugo J. Byrne

"Aquí estamos los guajiros,
de los que zumban y aguantan,
con pañuelo en la garganta
y tocando bien el güiro"

Oreste Perdomo
(Estrofa del poema "La Comparsa")

¿Cómo se cultiva una amistad real? Las relaciones sociales se originan de un proceso discriminatorio del intelecto. Las personas normales por regla general procuran intercambiar ideas y aspiraciones con aquellas otras a las que saben capaces ética e intelectualmente de compartir las mismas en medida apreciable.

Esa relación discriminatoria define la amistad entre los hombres. Tal era nuestra amistad con el Dr. Oreste Flavio Perdomo, a quien acabamos de dar cristiana sepultura. La partida de nuestro ilustre amigo nos obliga una vez más a reflexionar sobre lo pequeño y efímero de nuestro paso por este mundo, aunque siempre en dramatísimo contraste con lo eterno y universal de las ideas y de las aspiraciones que nos hermanan; porque esas nunca mueren.

Perdomo era un hombre tan optimista que esgrimía su sonrisa como Don Quijote esgrimía su lanza. Pero a diferencia del inmortal manchego, nunca cargó contra molinos de viento, por el contrario cantó su bucólico símbolo en un hermoso poema. Cuando Perdomo se lanzó a la carga fue contra villanos reales. Algún día Cuba libre honrará la memoria excelsa de un puñado de letrados sin miedo, que arriesgándolo todo, no dudaron en defender cívicamente a los presos políticos en La Fortaleza de la Cabaña y otras prisiones en la Cuba de los años sesenta.

Muchos de sus defendidos de esa era espantosa han sido nuestros compañeros de lucha durante años. Esos supervivientes de esa batalla desigual pueden dar fe del valor indomable que requería tratar de obtener justicia en un ambiente de opresión e inhumano antagonismo. Defender a los acusados de delitos políticos en Cuba por esos tiempos, equivalía a lanzarse a la arena del circo de Roma durante el imperio de Calígula.

Por eso y otras tantas virtudes cubanas, siempre sentimos gran respeto y admiración por Oreste Perdomo. Cuba fue para nuestro gran amigo una pasión inseparable del amor infinito que siempre tuvo por su esposa, sus hijos, el arte y la literatura. Pasión que tampoco podía distinguirse de su incansable cruzada por la justicia y la dignidad.

Nativo de San Diego del Valle en Las Villas, Oreste Perdomo viajó a Italia al graduarse de bachillerato para estudiar Humanidades en la patria de Dante. En esa tierra hermosa Perdomo se prendó de su musical idioma y de su cultura e historia. Ni siquiera los horrores del fascismo y la Segunda Guerra Mundial pudieron ensombrecer ese sentimiento que duraría toda su larga y fructífera vida.

Regresando a Cuba desde una Europa devastada, Perdomo revalidaría sus estudios de Italia, graduándose como Doctor en Leyes en La Universidad de La Habana en 1955. Su dominio del idioma italiano le mereció una cátedra en el bicentenario plantel para enseñar esa lengua, la que ejerciera hasta 1960.

Cuando la defensa de la justicia agotara en Cuba sus posibilidades prácticas, nuestro amigo marchó al exilio vía España en la segunda parte de la década del sesenta, estableciendo su residencia permanente en California desde 1969. Graduado en el Mount St. Mary's College con una Maestría en Humanidades, Oreste Perdomo ejerció el magisterio en el Distrito Escolar de Los Angeles hasta su retiro en 1987.

Perdomo enseñó italiano en Los Angeles City College y en Cal State University. Fue autor docto y ameno de varios libros, incluyendo una gramática italiana. Orador de palabra mesurada y elocuente, Oreste Perdomo nos ha deleitado también con su inspirada musa, en la que siempre campea un genuíno sentimiento patriótico. Su cooperación en la lucha exiliada lo llevó a la cátedra de "Misión Martí", tarea que compartimos con el ilustre amigo y en la que se afirmara una amistad de por vida. En nombre de esa amistad, nos unimos en celebración de esa vida ejemplar, a su viuda Zoila Perdomo y a sus hijos Oreste Flavio y Jorge Luis.

Cristiano devoto quien en su temprana juventud casi abraza el sacerdocio, no dudamos que el Dr. Perdomo debe estar ocupando hoy un lugar de honor en un parnaso celestial. Desde allí seguirá cantando a su patria y el eco de su lira vibrará para siempre en la campiña cubana. Vibrará en el trino de los sinsontes y en el susurro de las palmas reales a la caricia de la brisa mañanera.


FIN



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