LA GUERRA CONTRA EL INTELECTO

Por Hugo J. Byrne

"Las necesidades colectivas de las especies
no humanas deben prevalecer sobre las de la humanidad".

Dr. Reed Noss ("The Wildlands Project", 1992)


La increíble cita que encabeza este artículo fue producto natural en la mente calenturienta de un supuesto "activista del medio ambiente", quien con ella demostró el vacío intelectual que reina soberano en el ámbito político de la utopía izquierdista. En su obra "For the New Intellectual", la desaparecida novelista y filósofa rusoamericana Ayn Rand definió el futuro proceder de la llamada "nueva" izquierda (que se hizo vieja con la velocidad del rayo). Rand profetizó en esa obra cómo los frustrados proponentes del colectivismo, al verse barridos por las fuerzas naturales del mercado libre, eventualmente abrazarían el absurdo.

Rand murió en 1982, siete años antes de la caída del muro de Berlín y nueve antes de que la Unión Soviética desapareciera. Sin embargo, durante su vida el movimiento político izquierdista (que en Estados Unidos mediante una corrupción del idioma se llama "liberal") ya se aferraba afanosamente a la leyenda, con desesperación agónica. Por esos años el "activismo" del medio ambiente con frecuencia representaba sólo una falsa divisa de la izquierda política, tanto en Estados Unidos como en muchas otras latitudes.

Para el hombre de ciencia o simplemente el individuo racional, la defensa del medio ambiente no es una cruzada política, ni un pedestal para la demagogia de doctrinas deshechadas por la historia ni la propaganda interesada de tiranos totalitarios y sus respectivos entornos, sino una necesidad imperiosa a la supervivencia humana. En ese esfuerzo el mercado libre y su extensión universal, que en los círculos políticos de la ingeniería social llaman con resentimiento "globalismo", ha sido y es, una fuerza positiva. Por contraste, son las satrapías bananeras totalitarias del tercer mundo las mayores culpables del deterioro ambiental.

Supuestos tratados internacionales (como el de Kioto), cocinados por esas mismas satrapías y servidos por "organismos colectivos" totalmente controlados por ellas, como la corrupta ONU (donde tres de los cinco miembros del "Comité de Derechos Humanos" son Castrolandia, Mugabelandia y El Sudán) y digeridos a empellones por mentalidades vacías o totalmente repletas de dogma, no benefician en un ápice el mantenimiento o el avance de la salud ambiental.

En un mundo en el que una economía en peremne transición ubica el más rápido desarrollo industrial en naciones como China e India, los dos líderes en el dudoso campo de contaminar el planeta, el tratado de Kioto no presenta la menor restricción a sus deleznables prácticas. Otras naciones del "tercer mundo" como Brasil y Tailandia que arribaron a la etapa industrial hace más de veinte años, tampoco se ven afectadas por dicho acuerdo, el que no castiga y ni siquiera denuncia su notoria y contínua destrucción de la atmósfera y los océanos.

Por contraste, naciones que hasta la segunda mitad del siglo XX eran eminentemente industriales, pero que durante las últimas décadas han transitado a una economía de tecnológica y servicios, y que como Estados Unidos poseen organismos que inspeccionan y castigan violaciones ambientales, son forzadas por Kioto a reducir sus emisiones de "gases de invernadero" para el año 2012 a los niveles anteriores a 1990. Usando el más elemental sentido común, Washington hasta el presente ha rehusado firmar la estafa de Kioto, para indignación de las tendencias políticas "liberales" y de sus viejos aliados en la prensa, los sindicatos y la industria de los espectáculos.

La guerra contra el pensamiento racional no se limita al tema del medio ambiente. Una de las razones que en gran medida acredita el contínuo éxito del experimento en libertades que representa Estados Unidos, es el sistema de dos partidos. A diferencia de algunos de mis lectores y de muchos amigos y hermanos de lucha, creo que sería peligroso que el Partido Demócrata se divida o se convierta en una entidad inconsecuente. Sin embargo, a ciencia y paciencia de muchos "estrategas políticos", es eso lo que parece estar ocurriendo. ¿Cuál es la lógica en la elección de un radical izquierdista como el Dr. Howard Dean a la presidencia del Partido Demócrata? Kerry derrotó a Dean en las primarias por parecer más moderado que su contrincante y perdió ante Bush en noviembre por incapaz (por demasiado "liberal") de asumir la dirección en la guerra contra el terrorismo.

Las condiciones que llevaron Cuba al caos durante los años treinta del pasado siglo fueron muchas, como la reelección y prórroga de poderes de Machado, pero la más siniestra y original de todas ellas fue el pacto colaboracionista entre los conservadores encabezados por su líder Wilfredo Fernández y el gobierno, creando un peligrosísimo vacío político. Ese vacío por ausencia de oposición civil fue prontamente ocupado por la revolución. Machado terminó en el extranjero y Fernández suicidándose al ser arrestado. El nocivo precedente violento de 1933 se repitió en 1952, culminando en el desastre de 1959. Aquellos polvos trajeron estos lodos.

Es en el mundo académico donde la inteligencia se combate con más denuedo. Ejemplo reciente es el Profesor de Relaciones Internacionales James Blight, quien se maravillara en el documental sobre Castro en PBS de cómo el cabecilla marxista ha sido capaz de desafiar a Estados Unidos por tantos años al frente de un país "pequeño e insignificante" ("small, dinky").

¿Ha leído Historia de América el Profesor Blight? ¿Se ha tomado el trabajo de comparar la posición geográfica de Cuba en este Hemisferio, con la de Gran Bretaña en Europa y Japón en Asia? El tirano, quien desgraciadamente sí ha leído historia y quien sí aprecia la privilegiada situación estratégica e isleña de Cuba, por seguro aplaudirá satisfecho ese más reciente y absurdo tributo a su leyenda.


FIN



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