"EDITANDO" LA HISTORIA

Por Hugo J. Byrn

La cantidad exacta de judíos ultimados en los campos de exterminio en la Alemania de los nazis no es conocida y probablemente nunca se sabrá con precisión. Lo que sí es del total dominio público a través de evidencia histórica incontrastable, es que millones fueron asesinados, tanto adultos como niños de ambos sexos. ¿Es ese hecho histórico aceptado universalmente? No. A pesar de la evidencia física captada en film y documentada extensa y exhaustivamente, existe un pequeño grupo aberrante que sostiene que ese exterminio colectivo nunca sucedió.

Ese incomprensible rechazo a creer en lo que ven los ojos y escuchan los oídos, es reminiscente de una comedia de Hollywood de los años setenta, en la que una señora encuentra a su esposo acostado en su propia alcoba y cama con otra mujer y le pregunta: "¿Quién es esa?" y el interpelado contesta: "¿Quién es quién?" De nuevo la esposa insiste: "¿Quién es esa mujer?", a lo que el esposo responde; "¿Qué mujer?", y así, sucesivamente. La desvergüenza en algunos parece carecer de límites.

Hablando del cine y en honor a la verdad, nadie podría acusar a esa industria, a la televisión de este país o a la gran prensa, de estar afiliadas al desacreditado grupito que niega el genocidio nazi. Tanto Hollywood como las tres cadenas nacionales de televisión y todos los periódicos de circulación e influencia, han cubierto y denunciado extensamente ese espantoso crimen masivo del siglo pasado. Tan es así que la palabra "holocausto" es relacionada por el público norteamericano, a través de un proceso de acondicionamiento mental, sólo al genocidio judío perpetrado por los nazis entre 1933 y 1945.

¿Fue ese crimen de lesa humanidad el único o el peor ocurrido en el siglo XX? La respuesta objetiva a esa pregunta es un sonoro NO. La irrefutable evidencia indica que la Unión Soviética asesinó más judíos (también por ser judíos) que los masacrados por Hitler en su Alemania Nazi. Amigo lector, Vd. no tiene que depender de este trabajo para dar crédito al aserto. Simon Wisentalh, el archifamoso "cazador" israelita de criminales nazis, responsable por la captura del criminal de guerra Adolph Eichman y la mayor autoridad en ese tema quizás de todos los tiempos, afirmó lo mismo mucho antes de que se escribiera este artículo. El genocidio nazi simplemente ha recibido mucha más publicidad.

Cuantitativamente la matanza de judíos por los nazis no es el único y ni siquiera el mayor asesinato en masa del siglo pasado. Hitler se tiene que contentar (quizás), con un lejano tercer lugar. Quien se gana el premio en el crimen es nada menos que el camarada Mao Zedong, quien de acuerdo al "Guiness Book of Records" eliminara cerca de sesenta y cinco millones de sus conciudadanos, ostentando el record histórico de asesinato en masa. El segundo lugar corresponde a la Unión Soviética durante los años del camarada Stalin y de su "Ramiro Valdés", que se llamaba Laurenti Beria. Los cuarenta millones eliminados por Stalin, no fueron asfixiados con gas venenoso. El tirano del frondoso bigote no perdía su tiempo en trivialidades como deshacerse de cenizas de crematorios. Simplemente ahogaba a sus víctimas en algún lago, río, o el océano. Para la degradación ambiental a que conduce siempre el socialismo, no es mayor impacto unos cuantos millones de cadáveres descomponiéndose en las aguas.

Los amables lectores se preguntarán lógicamente, cómo es que este hecho que nadie disputa, es casi universalmente ignorado por los medios publicitarios. El silencio de Hollywood y el "media" sobre los crímenes de Stalin, Lenin, Mao y Castro es ensordecedor. La razón de ese silencio reside en la arrogancia humana y la incapacidad a reconocer el error: Quienes controlan el "media" de Norteamérica desde los años sesenta, son los mismos que como jóvenes reporteros en los años treinta, cuarenta y cincuenta, negaran las atrocidades soviéticas. Los mismos que bautizaran de "reformador agrario" al sangriento dictador totalitario de China.

Los mismos que llaman hoy "Presidente" al tirano más longevo y sangriento en la historia de este continente, fueron quienes hace cuarenta y seis años batieran palmas por su "revolución cubana nacionalista, populista y anticomunista". En la industria del entretenimiento, quizás la de mayor éxito en la Norteamérica contemporánea, ocurrió algo muy similar. Sobre este vergonzoso escándalo nuestro compatriota y amigo Humberto Fontova, en su nuevo libro titulado "Fidel; Hollywood's Favorite Tyrant", cubre información histórica valiosísima desde la A hasta la Z. La documentación y bibliografía sobre la que Fontova construye su formidable denuncia del izquierdismo militante atrincherado en el "séptimo arte", es monumental.

Cuando la honestidad entra en conflicto con una fe mesiánica profundamente enraizada o con un orgullo nacional, orate de tan arrogante, casi siempre sale perdiendo la primera. En justicia, no es solamente el trasnochado radicalismo izquierdista el único culpable de intentar reescribir o "editar" la historia. Muchos hay que tratan de tergiversar los hechos, no para justificar sus desacreditadas agendas políticas, sino sus insanias nacionalistas. Ejemplo de ello es la especie de que el genocidio español en la Cuba de 1896 nunca ocurrió. En aras de silenciar el cobarde crimen colonial de fines del siglo XIX, se dan de la mano la más rancia reacción peninsular y los cófrades marxistas de Rodríguez Zapatero.

Cientos de miles de víctimas cubanas de plagas, deshidratación e inaición, perecieron como resultado directo de su relocalización forzosa a las áreas urbanas, en las que fueran abandonadas a su suerte, careciendo totalmente de elemental habitación, facilidades sanitarias, o mínimos medios de subsistencia. La España colonial condenó a la mendicidad urbana a quienes hasta ese momento habían sido campesinos productivos y orgullosos. La orden inapelable del Capitán General pretendía sofocar la rebeldía rural de Cuba mediante la eliminación de su base de aprovisionamiento. La "Reconcentración" no logró su propósito estratégico, pero destruyó en su proceso las vidas de los llamados "pacíficos"; mujeres, ancianos y niños en su mayoría, ya que los hombres hábiles naturalmente, optaron entonces por incorporarse a las fuerzas insurrectas.

Pues bien, existe una nueva "edición" de la historia en la que esa tragedia nunca sucedió. En ella, el genocidio de Weyler es el producto de la fantasía de los cubanos.



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