LAS ESTRATEGIAS Y LAS CIRCUNSTANCIAS

Por Hugo J. Byrne

Es en la guerra donde siempre han sido más aplicables las reflexiones del filósofo español José Ortega y Gasset sobre la relación indisoluble entre la vida humana y el medio ambiente: “El hombre más su circunstancia”. Por eso es muy importante reconocer que estamos en guerra. Si el amable lector es cubano desterrado y duda esa afirmación mía, lo invito a que haga un recuento detallado de los acontecimientos de su vida desde las circunstancias que lo impulsaron a emigrar de Cuba hasta el día de hoy.

Un análisis objetivo le demostrará que no soy víctima de paranoia. Cuando somos atacados por alguien de una manera habitual y contínua, no importa cuál sea nuestra reacción, estamos en guerra. Incluso si no reaccionamos y mantenemos una actitud totalmente pasiva, aún así estamos en guerra. La historia de las tragedias humanas que han ocurrido por ignorar el peligro o nó encararlo adecuadamente, es muy abundante. La mayoría de la tripulación y los pasajeros del Titanic nunca imaginó la probabilidad de colisión con un “iceberg” en medio de una densa niebla y aún después de que uno de esos insignificantes pedacitos de hielo garantizara la visita permanente al fondo del mar del “insumergible” trasatlántico, la mayoría lo dudaba.

Cuando el Primer Ministro británico Neville Chamberlain regresara orgullosamente de Munich en 1938 con un pedazo de papel firmado por Herr Hitler al que llamara “paz para nuestros tiempos”, fue entusiásticamente vitoreado por sus conciudadanos. Otro tanto le ocurrió a su contrapartida el P.M. francés Eduard Daladier, quien más realista que Chamberlain, le confiara tristemente a un subordinado: “Si estos idiotas se dieran cuenta de lo que realmente hemos hecho, en vez de vitorearnos nos linchaban”. Mientras tanto Hitler devoraba Chekoeslovaquia con la traidora aprobación de los aliados, mientras preparaba sus fuerzas para la invasión de Polonia. El “cabo bohemio” nunca engañó a nadie que no deseara ser engañado.

Su plan estaba claramente diseñado en su panfleto “Mein Kampf”. ¿Por qué Chamberlain no creyó en “Mein Kampf” y sí en el ridículo papelito de Munich? La realidad indicaba que la firma de Hitler, como la de Castro en Santiago de Chile comprometiéndose a la democracia multipartidista, tenía la misma validez real que la virginidad de las prostitutas. En Europa, solamente un par de viejos políticos desacreditados (entre ellos Winston Churchill) vieron gran peligro en Hitler y tuvieron el coraje de gritarlo a los cuatro vientos. Desgraciadamente para cincuenta millones de seres humanos que perecieran en la Segunda Guerra Mundial, nadie les hizo el menor caso.

Mientras los burócratas de Los Servicios Federales de Inmigración y Naturalización norteamericanos emplean su tiempo y el dinero de los contribuyentes en apresar y procesar a patriotas cubanos como Luis Posada, Castro nos inunda de espías y saboteadores (mientras escribo esta columna las autoridades arrestaron a un matrimonio espía de Castro que se pasaba por exiliado por más de treinta años; él, profesor universitario en Florida y ella entrenadora de trabajadores sociales) amparándose en las mismas libertades que abiertamente prometen destruir de tener éxito. La triste realidad es que los mayores aliados que tiene cualquiera que odie a Estados Unidos y cuanto esta nación representa históricamente en términos de libertades y valores humanos, se encuentran aquí. Desde que el borrachín General Queipo de Llano acuñara la frase “quinta columna” durante el sitio de Madrid de la guerra civil de España, nadie se ha ganado ese sobriquet con más propiedad que los llamados “liberales” de norteamérica.

Ya no están solamente en la prensa o en los claustros universitarios, copando las disciplinas de humanidades, o en el poder judicial, legislando en favor del caos contra la fábrica social norteamericana y en pro de la traición desde la corte. Están sólidamente instalados en la administración pública, tanto al nivel local, estatal y federal, supuestamente representando ambos partidos políticos nacionales.

Hace algún tiempo mi gran amigo y compatriota, el columnista Esteban Fernández, hizo referencia a esa quinta columna, usando un título quizás demasiado amplio, pero apuntando muy certeramente a estos traidores. Tenía mucha razón Fernández, no importa cuántos acéfalos la emprendieran contra él.

Como trasfondo a esta circunstancia y simultáneamente con lo que aparenta ser una ola totalitaria e izquierdista avanzando en popularidad en lo que eufemísticamente llamamos “América Latina”, en Cuba los acontecimientos pueden precipitarse, pues la situación se vuelve más insostenible con el paso de cada día. Las puertas del infierno parecen ya entreabiertas y una explosión violenta podría ser iniciada incluso por el propio Tirano, ya parcialmente senil y consciente de ello. Incapaz de ceder un ápice en su control del poder político por el que tanto arriesgó y al que ama por sobre todas las cosas, Castro podría sí ceder a la tentación de iniciar una sangrienta purga ilimitada con implicaciones impredecibles.

Mientras tanto, ¿qué proponrán todos aquellos que contra toda evidencia real han propalado en vano el mito de la disidencia, resistencia civil o transición pacífica? ¿Qué alternativa real existe a la violencia, cuando la violencia es el sistema de gobierno?



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