MALAS NOTICIAS DE IRAN

Por Hugo J. Byrne


"es posible pulverizar un baluarte enemigo que no espera ver una andanada de cañón caer desde las nubes".

Prince de Ligne.


En Irán Estados Unidos enfrenta un nudo gordiano. No creo que exista un observador racional que dude de las pésimas intenciones de los radicales musulmanes que mandan en Teherán. El odio fanático que con la ayuda de la administración de Carter se instalara en 1979 en el poder de esa nación, se proyecta hacia una inevitable confrontación con Israel y por ende con Norteamérica. El hecho de que la antigua Persia sea uno de los mayores productores de petróleo del mundo, principal proveedor de ese combustible a Europa Continental, Rusia y China, hace el problema mucho más complicado de lo que parece a simple vista. Teherán ha manifestado explícitamente que parte integral de su agenda es la destrucción de Israel y de Estados Unidos.

La presente crisis pudo haberse evitado si Norteamérica hubiera tenido visión de futuro y actuado con prudencia a partir de octubre de 1973. Fue cuando Egipto y Siria perdieran decisivamente la batalla final en la llamada Guerra de Yom Kippur, después de sus victorias iniciales. Las Naciones Unidas y el gobierno de Nixon se dedicaron entonces a sacarle las castañas del fuego al muy apurado Sadat, quien tenía un huésped no bienvenido a las puertas del Cairo en la persona del General Ariel Sharon.

El futuro Primer Ministro israelita (hoy en estado semi vegetativo, víctima de una hemorragia cerebral masiva) al frente de una agresiva brigada de blindados, avanzaba por el lado oeste del Canal de Suez, cortando las líneas de abastecimiento del aislado Tercer Ejército egipcio (del otro lado del Canal), a pocas millas al sur del Cairo y sin ningún obstáculo que le impidiera ocupar la capital egipcia. Mientras tanto en el norte, los sirios eran una vez más humillantemente vapuleados por las tropas de Israel.

El rescate de Egipto por Occidente no llegó a tiempo para detener el boycot de los productores islámicos de petróleo, impedir las largas líneas de autos frente a las gasolineras, o hacer innecesaria una reducción nacional del límite de velocidad en las autopistas de Estados Unidos a 55 millas por hora. Creía yo entonces que, como reza el viejo adagio español, “no hay mal que por bien no venga”. En esa época un servidor de los amables lectores trabajaba en la industria de generar energía y esperaba que las inconveniencias sufridas despertaran en el público norteamericano una voluntad nacional a la autosuficiencia energética: Vana esperanza.

Por el contrario, en 1976 con la elección del peor presidente en la historia de esta nación, la dependencia en el barato combustible extranjero quedó asegurado para varias generaciones futuras. Para colmo, el incidente de “Three Miles Island” en 1979, terminó con la industria nuclear de Estados Unidos, ya popularmente socavada por la propaganda antinorteamericana de Hollywood. Esta nación no ha hecho nada práctico en los últimos cuarenta años por aliviar su dependencia energética del extranjero.

En honor a la justicia es preciso recordar que cuatro términos presidenciales republicanos y un poder legislativo controlado por ese partido desde mediados de la década pasada, no han resultado en el más mínimo avance en este problema crítico. Por ejemplo: El presente Congreso, enfermo de “political correctness” acaba de bloquear un modesto programa para explorar la existencia de petróleo en una zona desolada de Alaska, donde no existe el más remoto peligro de daño al medio ambiente y a despecho de los explícitos deseos de los representativos de ese estado.

Ahora repasemos las noticias verdaderamente malas. La situación mundial presente se asemeja muchísimo a la de la Europa de 1938, sólo que es mucho más peligrosa. El “Presidente” de Irán ha hecho manifiesto su deseo de eliminar a Israel y a los judíos, hablando ante una multitud fanática que coreaba su lema preferido; “¡Muerte para América!”.

Irán tiene la capacidad balística de alcanzar el territorio de Israel, obtenida hace rato del régimen comunista norcoreano y acaba de anunciar oficialmente su decisión de enriquecer uranio en forma aislada del escrutinio internacional. Todos los expertos coinciden en que un cohete iranés con ojiva nuclear será una realidad en cuestión de meses. En otras palabras, el Irán de los “Mulas” podría lograr en minutos el genocidio total que Hitler no pudo hacer en doce años y las implicaciones para el mundo son catastróficas.

Si el amable lector cree que enfrentamos la misma situación adecuadamente resuelta por los jets israelitas sobre el Irak de Sadam hace dos décadas, le suplico que vaya despacio: En nuestros tiempos casi el sesenta por ciento del petróleo que consume el mundo, incluyendo casi todo el que está destinado a Europa occidental, Rusia y China y todo el que importa Estados Unidos de esa área, pasa por el Estrecho de Hormuz, que separa el Golfo Pérsico del Mar de Omán.

Con sus miles de cohetes tácticos, emplazados en lugares remotos, Irán puede fácilmente bloquear ese Estrecho y nada existe que Israel, Estados Unidos o nadie pueda hacer para impedirlo. El precio del crudo podría llegar a $120.00+ por barril (o más), arruinando al mundo y generando una profunda y larga recesión en Estados Unidos. Por eso, una solución militar efectiva en Irán implica ocupación de su territorio y el consecuente “grito en el cielo” de Rusia, China, Alemania, Francia, la O.N.U., el “New York Times”, Al Gore, etc.

Quizás era esa la visión apocalíptica del Tirano Castro cuando afirmara que Teherán y Castrolandia podían juntos poner de rodillas al “Imperio”. Empero, existen situaciones potencialmente tan peligrosas que requieren grandes sacrificios y resoluciones inmediatas. Meter la cabeza en la arena conduce al fracaso y fracasar en la guerra contra el terrorismo no es una opción viable si queremos permanecer libres.

Al contrario de lo que aducen quienes no tienen la menor idea de los problemas goepolíticos mundiales, el presente control del espacio aéreo de Irak por parte de Estados Unidos representa una ventaja estratégica inmensa para Norteamérica e Israel, si deciden defenderse. ¿Cómo haberlo podido hacer durante la época de Sadam?

Washington y Tel Aviv tienen la palabra.



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