LOS “ACADEMICOS” Y EL EXILIO

Por Hugo J. Byrne


Por alguna razón que escapa a mi entendimiento, un viejo artículo que mal escribiera uno de esos “profesores latinos” marxistas, de los que se consiguen a veinticinco centavos la docena en el sur de California y aún más baratos en ventas especiales, está de nuevo dando vueltas por el “Net” cubano. Siendo la diatriba anticubana pan de cada día en la prensa escrita, me pregunto cuál es la razón para que nuestros propios medios publicitarios de la Red le den cabida a semejante mamotreto, con o sin la respuesta de un exiliado que en algunos “e-mails” lo acompaña.

Como que no soy ni nunca seré políticamente correcto, no estoy seguro si lo que me irritó más fuera la reproducción fiambre de ese absurdo escrito del tal Profesor Rodolfo F. Acuña, con fecha de hace más de seis años, o la respuesta de un exiliado cubano, en mi opinión, pobre. No sé quien escribió dicha respuesta. En mi computadora fue recibida sin firma.

Para empezar, ¿Qué necesidad tenemos de distraernos debatiendo argumentos necios producto de un proceso mental obviamente de quinta categoría? Acuña es simplemente un propagandista del castrismo y el amable lector puede creerme cuando afirmo que no se cuenta entre los mejores. Desgraciadamente los hay bastante más eficientes y capaces. No es necesario apelar al historial económico o social del exilio cubano para demostrar que Don Rodolfo no sabe de lo que escribe. No deseo perder mi tiempo ni el de los amables lectores, pero ya que hemos caído en controversia, creo necesario demostrar que no estamos escogiendo un adversario digno de nuestro acero. Trataré de hacerlo en la forma más breve posible.

Usaré como ejemplo su ignorancia en geografía política. En su desarticulado artículo Acuña afirma “…Los cubanoamericanos sólo constituyen una fracción pequeña de ese total, unos 1.4 millones, en contraste con tres millones de puertorriqueños y tres millones de centroamericanos.” Y entonces agrega textualmente: “La diferencia crece cuando se considera que esas regiones son mucho menos pobladas que Cuba” (el énfasis es mío).

¿Está Acuña escribiendo en términos absolutos o relativos? Si se refiere a población neta, Centroamérica tiene tres veces la población de Cuba y Puerto Rico menos de la mitad por tener menos territorio que la Provincia de Camagüey (una de las seis provincias originales de Cuba antes de que Castro las cambiara a catorce).

Si se refiere a densidad demográfica, Acuña está aún mucho más errado. Es cierto que América Central tiene una densidad de población de sólo 171 personas por milla cuadrada, pero ese promedio aproximado varía dramáticamente con cada país, teniendo el superpoblado El Savador 775 habitantes por milla cuadrada. A lo que debo agregar que de los tres millones de centroamericanos en Estados Unidos a que alude Acuña, más de dos millones y cuarto son salvadoreños.

Puerto Rico, con solamente 3,435 millas cuadradas de territorio y una población de casi cuatro millones de habitantes, tiene en consecuencia una densidad de población de 1,165 habitantes por milla cuadrada, la más alta de este hemisferio y una de las más altas del mundo. A pesar de que por esta razón casi el 40% de la población de Puerto Rico vive en Estados Unidos, gracias a su libre economía esa isla disfruta en la actualidad del más alto nivel de vida en el área del Caribe y probablemente el tercero de todo el hemisferio.

Por su parte El Salvador, con escasamente 8,000 millas cuadradas de territorio y más de 6 millones de habitantes, ha tenido que exportar a Norteamérica el 25% de su población. Cuba, “Meca” de inmigrantes hasta 1959 y hoy aproximándose velozmente a los niveles económicos de Haití, con sus actuales 11,200,000 habitantes y 44,000 millas cuadradas de extensión, tiene tan sólo un promedio de 254 habitantes por milla cuadrada. Nuestra isla tiene un área suficiente para alojar 25 millones de seres humanos. ¿Cuándo sería la última vez que el Profesor Acuña mirara el mapa de Centroamérica y el Caribe?

Cuando un escritor demuestra con barrabasadas semejantes que lo único que puede hacer es poner una palabra tras la otra, no sólo no merece nuestra atención, sino que al dársela lo estamos elevando a una categoría superior a sus capacidades . Peor aún es distribuir su bazofia literaria en nuestras páginas electrónicas, con el único objeto de refutarla. No debe preocuparnos que nos consideren arrogantes o nos tilden de elitistas, orgullosos o sabiondos: Lo van a hacer de todas formas.

En cuanto a la respuesta al mamotreto que leí en el mensaje recibido, tengo que confesar que me sorprendió desagradablemente. La historia de nuestro país está pletórica de individuos notables de la raza negra o mestizos. Algunos como los Maceo y Crombet, no llegaron a la era republicana. Otros sí, como Juan Gualberto Gómez y Martín Morúa Delgado. Jamás había leído que el insigne filósofo y educador cubano Enrique José Varona fuera negro. No conozco la genealogía de Varona, pero existen muchísimas fotos que lo presentan como un hombre de la raza blanca (a menos que todas sean negativos). Por supuesto que su raza no tiene importancia alguna, razón de más para no mencionarla como ejemplo histórico.

En resumen, va siendo hora de prestar mucha menos atención a los mensajeros y mucha más a los mensajes. El mundo académico en esta sociedad en la que vivimos está repleto de idiotas improvisados y es por lo tanto lógico que muchos de ellos se hayan eregido en acusadores gratuitos de nuestro exilio. Es necesario discriminar a la hora de decidir a quienes damos nuestra respuesta pues no hay tiempo para todos.

Éste y otros excelentes artículos del mismo AUTOR aparecen en la REVISTA GUARACABUYA con dirección electrónica de:

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