LA FABULA "LIBERAL" DE LOCOS "INTELIGENTES"

Por Hugo J. Byrne


Había un tipo en mi pueblo natal a quien muchos creían loco. Padecía de hidrocefalia, una enfermedad congénita en la que el líquido cefalorraquídeo rebosa dentro del cráneo, aumentando grotescamente el volumen de la cabeza. En apariencias era un individuo tratable y era incluso posible sostener con él una breve conversación. Sus locuras no ocurrían siempre, pero cuando las hacía, sus consecuencias negativas afectaban siempre a otros, nunca a sí mismo. Aunque era amoral, chismoso y cobarde, la mayoría de sus vecinos excusaba sus trastadas, achacándoselas a la locura. Una de las excepciones era mi padre, persona a quien el susodicho "loquito" siempre trataba de evitar: "¿Alguna vez lo has visto perjudicarse? Creo que es algo loco, pero sólo en una cuarta parte. Los restantes tres cuartos los tiene de sinvergüenza. Cuídate siempre de locos como él" .

¿Quién no ha oído la frase; "fulano está loco, pero no es tonto"? Por regla general esa absurda caracterización implica que la persona de que hablamos, aunque orate, actuaría con cordura al enfrentar una situación de seriedad o peligrosidad. ¿Alguien conoce a un maniático que actúe cuerdamente cuando se enfrenta con una crisis? Pocas veces puede emitirse una noción más irracional e irresponsable. Es precisamente en los momentos más críticos cuando los enajenados son más peligrosos. Si el amable lector pone esa afirmación en tela de juicio, debe preguntar a un facultativo. Conozco a varios siquiatras, aunque para beneficio de los maliciosos, a ninguno profesionalmente.

En el llamado "pensamiento liberal" del argot político norteamericano, esa imaginaria cualidad de ser perturbado mental, "pero no tonto", se aplica con enorme frecuencia para justificar inacción o tolerancia ante los actos agresivos e irresponsables de tiranos marxistas, o de sus cófrades en el nazismo islámico. Después de todo, ambos totalitarismos mesiánicos coinciden cien por ciento con el "liberalismo" norteamericano en su odio cerval por la cultura capitalista y su profundo desprecio por nuestro sistema de vida.

No creo exista personaje histórico con más derecho a llamarse "loco, pero nó estúpido" que Adolfo Hitler. Si analizamos su vida encontramos que poseía una inteligencia intuitiva muy superior al promedio. Su fanatismo y creencia en el absurdo nadie discutiría, salvo alguien que fuera tan orate como él. Sin embargo, ningún tonto hubiera podido alcanzar el poder total en Alemania y ser capaz de proyectar ese poder con tanto éxito hacia la conquista militar y política del Continente Europeo en un plazo de escasamente siete años. Hasta mediados de 1941 Hitler tuvo éxito en todas sus empresas militares mayores, quizás con la excepción de forzar a Gran Bretaña a rendirse. Es incluso discutible que ese fuera un propósito fundamental (en esa etapa de la guerra) por parte de quien por propia confesión miraba a los británicos con gran respeto y los consideraba sus "hermanos arios".

El Primer Ministro británico Neville Chamberlain y el francés Eduard Daladier, actuaron en Munich como si fuera posible confiar en la cordura de Hitler, como si la tragedia de una conflagración europea pudiera servir de freno a quien en "Main Kampf" había precisamente evocado esa misma conflagración como la panacea que resolvería las aspiraciones vitales de Alemania. Existen evidencias de que Daladier tuvo remordimientos tardíos, pero el injustificable mal ya estaba hecho. Estos dos pájaros de cuenta ayudaron a los nazis por omisión criminal a desatar una guerra que le costara la vida a cincuenta millones de seres humanos.

Otro tanto puede decirse del acuerdo tácito sobre la protección del régimen castrista entre Washington y Moscú de octubre de 1962. Pregunta: ¿A quién protegía ese deleznable compromiso? Respuesta: Al mismo régimen tiránico que originó la crisis y quien en medio de ella demandó de los soviéticos una acción nuclear ofensiva contra Estados Unidos. Desde entonces Castro ha matado por lo menos a más de cien mil personas en dos continentes.

Si alguien promete cometer un crimen y sabemos por experiencia que ese individuo no es mentalmente balanceado, ¿es práctico y juicioso no creerlo? ¿Es prudente tener a mano la historia como fuente de información y decidir ignorarla?. ¿Es razonable esperar que el enano cejijunto y barbudo de Teherán posea armas nucleares para decidir qué hacer al respecto? Cotidianamente el "Presidente" iraní promete destruir a Israel y a Estados Unidos, aunque esto último apenas si se menciona en la prensa norteamericana. Lo promete con la misma pasión y énfasis con que los romanos imperiales prometían destruir a Cartago en el estandarte de sus galeras ("Delenda est Cartago"), promesa cumplida a cabalidad durante la última Guerra Púnica. ¿Tiene alguien alguna razón válida para no creer en las promesas criminales de este fanático homicida?

¿Qué podríamos decir del Tirano Kim Jung Il, quien, francamente, me recuerda mucho al cabezón hidrocéfalo de Matanzas. ¿Debemos ignorar sus amenazas porque haga alarde de su colección pornográfica y se vista siempre con la misma ridícula payama?. Tan pronto bravuconea como miente. Pero sólo miente acerca de sus intenciones inmediatas, como lo hiciera a la administración de Clinton para lograr un convenio según el cual renunciaba a la investigación nuclear de fines militares a cambio de dos billones de dólares en ayuda. Durante años Jung Il permitió la muerte por desnutrición de millones de norcoreanos, mientras usaba esa ayuda de Clinton para desarrollar armas nucleares. ¿Cómo define estafa el amable lector? Ahora Jong Il lanza misiles estratégicos nada menos que el día cuatro de julio. La prensa hace hincapié en que tecnológicamente el lanzamiento fracasó y que el cabezón aún carece de "cabezas" nucleares. ¿Qué ocurrirá cuando tengan éxito sus misiles y desarrolle una ojiva atómica? ¿Actuará con más cordura "por no ser tonto"?



Éste y otros excelentes artículos del mismo AUTOR aparecen en la REVISTA GUARACABUYA con dirección electrónica de:

www.amigospais-guaracabuya.org