NUESTRO DEBER

por Hugo J. Byrne


La eterna lucha del hombre honrado contra el mal está siempre plagada de sufrimientos, reveses y sinsabores. Sufrimientos que desaniman al espíritu más curtido. Reveses y sinsabores capaces de arredrar al más fuerte y determinado atleta. Leí temprano un libro que quizás reforzara como ninguno los principios de civismo y deberes sociales que aprendí desde la cuna. Se llamaba en su versión inglesa “Out of the Night” (“La noche quedó atrás”) y su autor Jan Valtin (nombre apócrifo de Richard Krebs) narraba en primera persona y con brutales detalles la lucha a muerte a nivel universal entre nazis y comunistas durante los años que mediaran entre el final de la Guerra Europea del 14 al 18 hasta casi los tiempos del notorio acuerdo de Munich .

Nativo alemán y agente provocador soviético a escala universal, Krebs avanzaba los intereses criminales de Stalin. Habiendo encabezado la subversión en lugares tan diferentes y distantes como Alemania, América del Sur y el Lejano Oriente, tuvo al fin la desgracia de caer prisionero de la Gestapo. Para poner fin a inenarrables torturas y salvar de un triste destino a su mujer e hijo, Krebs aceptó convertirse en doble agente, trabajando secretamente para Hitler y sus Nazis. De cómo actuaban estos agitadores y “hit men” del socialismo (tanto “nacional” cómo de la otra factura), mucho aprendimos de ese libro. El asesino de León Trotsky en México, Ramón Mercader (en la nómina de Stalin) y el asesino del General boliviano Centeno Anaya, Antonio de la Guardia Fonst, en París (en la nómina de Fifo, quien años después lo fusilaría), son ejemplos notables entre otros muchos de estos supercriminales.

Un vulgar asesino como estos puede muy fácilmente llegar a ocupar una posición electiva, e incluso convertirse en genuínamente popular. Tal es el caso del oligarca ruso Vladimir Putin, antiguo alto oficial de la KGB. El molesto ex agente asesinado con veneno radioactivo en Londres es, sin que nadie deba alimentar la menor duda, su víctima. No ha sido la primera y desgraciadamente en toda probabilidad, no será la última.

Al final de horrendas vicisitudes y sufrimientos, Krebs fue incapaz de evitar la muerte de su compañera en un campo de trabajo de Hitler, o recobrar la pista de su hijo, secuestrado por los Nazis. Abandonado a su suerte por sus antiguos “compañeros”, se percata de la similitud y maldad esencial entre ambos totalitarismos, a quienes maldice amargamente. “Out of the Night” no es un libro agradable. La descripción de torturas, intrigas y traiciones es minuciosa y hasta quizás demasiado gráfica.

Sin embargo, el libro constituye un documento histórico formidable y un testimonio singular de que el mal nunca cesa de acecharnos y que ignorarlo es suicida. El totalitarismo y sus proponentes son certeramente identificados por Krebs como el presente azote de la Humanidad, subtituyendo a las devastaciones de antaño, como las plagas y las invasiones de los bárbaros. La absoluta amoralidad de los totalitarios y su real naturaleza explotadora e inhumana, campea en esa obra excelente.

Los hombres libres tenemos la obligación moral de enfrentarnos en todos los frentes, incluso violentamente cuando es necesario, al mal que nos impone el totalitarismo, incluso aunque éste hubiera obtenido el poder a través de un proceso legal, como en los casos de Hitler, Allende o Chávez. En esa lucha, un servidor de los amables lectores jamás ha buscado tregua y nunca dará cuartel.

El 10 de octubre de 1868, durante la arenga emancipadora en su finca oriental La Demajagua, Carlos Manuel de Céspedes afirmó “Si el Imperio Español nos parece grande y poderoso es porque hace cuatro siglos que lo miramos de rodillas”. Esa afirmación del Padre de la patria, tiene una genuína resonancia en la esclavizada Cuba de hoy.

Los siervos de la tiranía, una vez más han utilizado un desfile militar masivo con el único e infame propósito de amedrentar al pueblo. ¿Qué otra función podría tener la exhibición ridícula de material bélico que ha sido obsoleto por más de tres décadas, incluso para ejércitos a nivel del tercer mundo? ¿Quién en su sano juicio enfrentaría antediluvianos tanques soviéticos T-62, emitiendo denso humo negro por sus tubos de escape, contra una eficiente fuerza militar contemporánea? Hace casi 16 años (1991) esos tanques sirvieron sólo para práctica de tiro de los M-1 Abrams norteramericanos durante la Guerra del Golfo. El alcance de su cañón y el de su capacidad detectiva electrónica es una fracción de la del Abrams. Incluso cuando la invasión soviética de Afganistán a principios de los años ochenta, los T-62 fueron víctimas fáciles de armas improvisadas por los guerrilleros afganos (¡tomemos nota!).

En el cielo, Castrolandia sólo pudo exhibir unos cuantos viejos helicópteros, una pareja de Mig-29 junto a varios Mig-23, obsoleto jet que fuera usado junto al más sofisticado Mig-29 (las FAR creo que sólo tienen esos dos) en 1996 para derribar a dos lentas avionetas desarmadas, asesinando a sus cuatro indefensos tripulantes sobre aguas internacionales (última “victoria aérea” de las FAR). ¡El prototipo del Mig-23 (Flogger) voló por la primera vez en 1967!

Al Mig-23, capaz de una velocidad máxima de unas 1,300 millas por hora, se le acredita el derribo de 8 cazas israelitas durante el conflicto sobre el Líbano en 1982, pero estos derribaron a casi cien Mig-23, prácticamente aniquilando a la Fuerza aérea de Siria de ese entonces. La última victoria aérea de un Mig-23 ocurrió en 1991 al acreditársele el derribo de un caza-bombardero italiano “Tornado” a un Mig-23 de la Fuerza aérea iraquí. Se trata quizás de la única victoria de Sadam en el aire durante todo ese conflicto.

Un detalle risible del desfile fue la inclusión de un destacamento de los cadetes de la Marina de Guerra Revolucionaria, arma castrista prácticamente desaparecida. La MGR perdió sus únicos dos viejos submarinos soviéticos (Foxtrot), víctimas de corrosión y descuido desde hace más de una década. Una de las últimas unidades de la MGR fue vendida al Departamento de turismo de Cayman Islands, el que procedió a hundirla frente a las costas de Tortuga para uso de “scuba-divers”. Las mayores unidades de superficie de la MGR desaparecieron de similar forma mucho antes. En la actualidad la MGR consiste de unas pocas viejas lanchas soviéticas de patrulla, usadas para hostigar a presuntos balseros y ayudar al contrabando de droga hacia Estados Unidos. Incluso la mayoría de estas últimas ni siquiera son operadas por la MGR sino por el MININT (Ministerio del Interior).

No creo necesario agregar más para establecer definitivamente que las llamadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Castro pueden usarse hoy tan sólo para apoyar al sangriento y abusivo régimen que las creara, ante la posibilidad de un estallido popular. Su composición y capacidades tácticas y estratégicas están limitadas a usarse nada más que en esa eventualidad. Las aventuras “internacionalistas” pertenecen a un pasado distante y para siempre ido. Dados los mecanismos de control y terror aplicados por la tiranía durante décadas, no existe analista serio que crea que una asonada popular expontánea sea remotamente posible en la Cuba de hoy. Sin embargo, les recuerdo a los amables lectores que ese consenso era el mismo justo antes del dramático “Maleconazo” de 1994.

Del mismo modo, tampoco nadie cree en el mitológico ataque militar norteamericano, especialmente aquellos que contínuamente lo anuncian y denuncian. Sin embargo, hay un escenario que el régimen teme y procura evitar: Una sublevación popular podría desencadenarse en la eventualidad no remota de que una lucha por el poder entre las facciones de la mafia que oprime a Cuba se tornara violenta algún tiempo después de la muerte del Tirano. Castrolandia aparentemente demuestra tomar en serio tal posibilidad. Por eso la exhibición de chatarra militar obsoleta, inútil para defender al régimen contra un imaginario invasor yankee, pero efectiva para amedrentar a un pueblo semidesnudo, hambriento y desarmado.

Para ese caso aunque fuera remoto, el exilio debe estar física e intelectualmente preparado, pues participar en el mismo es nuestra obligación inalienable. Richard Krebs describió en “Out of the Night” las capacidades malvadas de los totalitarios. A los hombres libres nos corresponde enfrentarlas y derrotarlas.



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