APPOMATOX (Quinta de 5 Partes)

Por Jorge Maspóns

EL ANTICIPADO ENCUENTRO


El General Lee, vestido en su mejor uniforme fué a caballo hasta la antigua carretera acompañado por unos pocos oficiales y una bandera blanca. Lee montaba su majestuoso caballo "Traveller" tal como lo había cabalgado cuando ellos salieron de Petersburg.

Lee tuvo muchas monturas durante la guerra, pero Traveller era el rey de todos ellos. Traveller bailaba o galopaba audazmente hasta el final. Un caballo con profundo pecho, color hierro-gris con puntos negros. Su altura se elevaba a 16 "hands" lo que significa que era un animal muy alto y, al igual que Lee, nació en Virginia. Traveller detestaba caminar, le gustaba moverse a un trote rápido y con frecuancia trotaba 30 o mas millas, sin detener su paso. Se nececitaba un hombre fuerte para montarlo y Lee era uno de esos que podía hacerlo. Y según cabalgaba adelante bajo la bandera blanca Lee apretó la rienda de Traveller firmemente.

No lejos de Appomattox Court House, construido curiosamente entre una arboleda estába la casa de ladrillos rojos ocupada por Wilmer McLean y su familia. En este domingo por la mañana del 9 de Abril, McLean estába involucrado en un silencioso mandado. Salió de la villa y acercandose hacia el camino de barro vió a cinco jinetes. McLean se frotó sus ojos. Durante las últimas 24 horas había visto muchas tropas pero siempre habían sido gris o azul. Esta pequeña caballería era mixta: tres estában en gris confederado y dos en el azul obscuro del norte. Aunque McLean no lo sabía todavía, los federales eran el Teniente Coronel O.E. Babcock, un edecán de Grant y su ordenanza.

No se escuchaban las armas disparar en la distancia. Los dos ejércitos, amplimanente dispersados, parecián estar agachados de mal humor mirandose el uno al otro distraidamente y agotados físicamente, listos para pelear una vez mas al momento de ver la señal.

Se nececitaba una casa, algún lugar apropiado para el encuentro entre los dos comandantes. El grupo continuó a lo largo de la carretera; McLean vió de lejos su casa confortablemente detrás de su patio. Las violetas crecían por entre los viejos ladrillos en la entrada. Se dirigieron hasta la puerta, los caballos se detuvieron y los jinetes desmontaron. El asistente de Lee le quitó el freno a Traveller para que pudiese mordisquear la hierba. Lee subió en silencio los anchos escalones, en azul y en gris otras dos figuras le seguían. Babcock, el edecán norteño y el secretario de Lee, Coronel Marshall.

En el salón de McLean los muebles estában inmóviles y ricamente decorados: una hoguera con un reloj sobre el mantel, un viejo sofa y algunas mesas. Lee se sentó en silencio, y puso su sombrero y guantes grises sobre una mesa ovalada cerca de él.

Transcurrió casi media hora después de la entrada de Lee a la casa de McLean antes de que Grant y su grupo llegasen con una cancioncilla según caminaban. Allá en el patio Grant desmontó y subió los mismos escalones que su enemigo había escalado momentos antes. No usaba uniforme de lino fino, limpio y sin manchas; sus botas estában bien usadas, pantalones y piel salpicados con el lodo de el viaje a caballo.

El resto de los oficiales se detuvo en la parte del frente. A traves de la ventana de el salón, Babcock vió a Grant acercarse y se apresuró para abrir la puerta. Todos aguardaban, con Traveller y el ordenanza en gris solemne; estában de pie en medio de las violetas. Una paloma cantaba su canción y habían pequeños juguetes de madera con los cuales jugaban los niños de McLean. Una vez mas se escuchó el sonido de una puerta abriendose. Babcock estába de pie en la entrada con el sombrero en la mano. Su voz era apenas perceptible a los hombre uniformados de azul que prestaban su atención en el patio de la casa. "El general dice que pasen."

Fue como entrar en la sala de un hospital, dijo el Coronel Porter. Grant estába sentado como a 10 pies de distancia de Lee, detrás de una mesa cubierta de mármol. Al igual que Lee, había colocado su sombrero y sus guantes a su lado, pero sin la espada. Vestía un uniforme de soldado raso excepto por las estrellas sobre sus hombros. Lee, en seria y elegante resignación cerca de la ventana del frente parecía como un principe en contraste.

Grant rompió el silencio. "Le conocí en una ocación anterior, General Lee, en Méjico. Me parece que le hubiera reconocido en cualquier lugar." Lee dijo cortésmente, "Yo se que le conocí. Con frecuencia he pensado en eso y tratado de recordar como era Ud., pero nunca he podido recordar un simple rasgo."

Algunos se hubiesen sentido ofendidos por declaraciones como esa. Grant no. El sabía que en el ejército de la década de 1840, el Coronel Lee era una figura de importancia admirada. Capitanes como él eran tan comunes como las pistolas de caballería.

Casi con estusiasmo Grant comenzó a hablar de la guerra en Méjico. Más tarde escribió, con honestidad, "nuestra conversación se volvió tan placentera que casi olvidé el objetivo de nuestra reunión." Pero Lee le hizo regresar al presente rápidamente. "Yo supongo, General Grant", dijo, "que Ud. sabe porque estoy aquí. Vine para averiguar las condiciones."

"Bueno, general, sus soldados se rendirían y serían dejados en libertad condicional hasta ser cambiados apropiadamente. No serían apresados. Ud. nos entregaría todas sus armas, municiones y provisiones."

Lee dijo que esas eran las condiciones que más o menos él esperaba. "General Grant, yo sugiero que Ud. escriba los términos en papel." Grant le pidió a uno de su personal que le alcanzara su libro en donde escribir sus ordenes. "Muy bien, escribiré los términos." Prosiguió con el trabajo, garabateando rápidamente con su lápiz.

Unos pocos minutos mas tarde el general hizo una pausa según escribía. Su mirada descansaba sobre la bella espada de Lee -una magnífica y preciosa pieza de arte bien adornada. Desde tiempos inmemoriales existía la costumbre de entregar, por parte del comandante que se rendía, su espada al victorioso.

Nadie sabrá nunca exactamente lo que corría por la cabeza de Grant en este momento de decisión. El dice simplemente en sus memorias que hubiera sido "una humillación innecesaria" forzar a Lee a participar en esta triste ceremonia. Así pues escribió: "Estos términos de rendición no significan que los oficiales tienen que entregar sus revólveres o sus propios caballos y equipaje."

Grant concluyó la carta y colocó el libro de las órdenes en las manos confederadas. ¿Leerá Ud. esto, General Lee, y vea si abarca el asunto completamente.?

Lee trató de controlarse. El registró sus bolsillos torpemente y halló su estuche de espejuelos, sacó su pañuelo y prosiguió a limpiar los cristales con cuidado y finalmente tomó el libro y leyó los términos. Cuando Lee terminó la lectura miró a el hombre que lo había conquistado. Aunque casi puede mencionarlo, se sentía agradecido por la generosidad desplegada. ¡No había prisión, no había deprimente rendición de espadas atesoradas para sus soldados!

"Solamente hay una cosa que quisiera mencionar, General Grant. En nuestro ejército, a diferencia del suyo, los soldados de caballería y artillería son dueños de sus caballos. ¿Se le permitiría a mis hombres retener sus monturas?" Esperó por la respuesta de Grant. Otras personas, rígidas y silentes también esperaban. Ellos se rezagaban para presenciar la generosidad de este hombre serio quien en una ocación fue obligado a renunciar del ejército porque lo consideraban incompetente.

Grant dijo, "Su país ha sido tan bombardeado por los dos ejércitos...me parece que sus hombres tendrán gran dificultad en sembrar y cultivar la tierra para sus familias. Daré instrucciones a mis oficiales para permitir que todos los tengan un caballo o mula puedan llevar el animal consigo."

Un sentimiento de gratitud se sintió en el corazón de Lee. "Yo creo que esto es una acción que ayudará mucho a curar las heridas de la guerra."

Allí en la sala de McLean, las cartas fueron copiadas y firmadas por los dos generales. Entonces Lee tomó sus guantes y su sombrero. Los oficiales de de la Unión estában de pie en silencio según caminaba con Marshall quien le seguía de cerca. Era el 9 de Abril de 1865.

Era un poco antes de las cuatro. Lee se encaminó hacia la escalera y se puso sus guantes, miró fijamente hacia la villa en el campo. Allí detrás de los árboles y praderas, su ejército esperaba. El debe ir a ellos con noticias que él jamás había pensado tener que traer. Lee llamó con voz sofocada por la emoción, ¡ordenanza!, ¡ordenanza! "Si señor," vino el Sargento Tucker, trayendo a Traveller, y se detuvo en frente de los escalones.

Lee desplazó su larga y fuerte pierna sobre la montura. Grant se adelantó a sus callados oficiales y apresurandose hacia la escalera, caminó despacio hacia Lee. El también se había puesto su sombrero cuando salió de la casa pero ahora lo alzó según miraba al hombre que había derrotado. Detrás de Grant, uno por uno los otros yankis le siguieron. La guerra entre los hermanos había prácticamente concluido.

Allí estában todos de pie, un círculo de conquistadores vestidos de azul sin sombreros, mirando fija y respetuosamente al guerreo de barbas plateadas por quien no podían resistir admiración. Lee levantó su propio sombreo en un adiós breve. Entonces, mirando fijamente adelante, volvió a Traveller hacia la puerta. El General Lee, según se retiraba por la misma vía, seguramente que se vió emocionabo al ver a cientos de soldados de la Unión en la posición de atención rendirle sus respetos.

Grant no tardó en marcharse de la casa de McLean. Su personal fué ordenado montar los caballos. Se encaminaron hacia el campamento en donde estába el estado mayor, en tiendas de campaña lejos del Courthouse aquella tarde.

Se escuchó un cañonazo. La gente miró hacia el horizonte desconcertadamente. ¿Había comenzado de nuevo la guerra? Sonaron dos cañonazos más. Grant se volvió hacia el hombre mas cerca de él. "¿Qué es eso,?" preguntó. "Debe ser una celebración, General. Probablemente las buenas noticias han llegado a nuestra artillería. Los artilleros están saludando la victoria"

"Díganles que paren." El grupo de oficiales miró a su comandante con gran asombro. "Envíen el aviso inmediatamente, dijo abrubtamente. No debemos tener tal celebración. La guerra terminó, los rebeldes son nuestros compatriotas nuevamente."

Uno de los oficiales salió estrepitosamente. En unos pocos minutos el fuego cesó y había solamente silencio. Se escuchaba la conversación clara de los pájaros a lo largo de las enredaderas, y el distante mugir de un ternero. "General..." Los ojos cansados de Grant descansaron sobre su interrogador. ¿"Ha olvidado Ud. algo, Señor? Yo no creo que Ud. ha informado a Washington todavía de lo que ha escrito aquí."

Grant hizo una señal con la cabeza y pidió papel y lápiz. Desmontó en la orilla del camino y se sentó en una gran piedra que sobresalia por encima de la polvorosa hierba. Una vez mas el hombre lacónico de Galena, Illinois comenzó a garabatear un mensaje histórico -esta vez un telegrama al Secretario de la Guerra.

"El General Lee," escribió, "rindió su Ejército Norte de Virgnia esta tarde......"


FIN


Una nota adicional:

Ulysses S. Grant (Abril 27, 1822 - Julio 23, 1885) llegó a ser el presidente número 18 de los Estados Unidos de América (1869-1877) Su administración fué, lamentablemente, notable por la corrupción de sus oficiales y miembros del gabinete.

Robert E. Lee (Enero 18, 1807 - Octubre 12, 1870) fué el presidente del Washington College (Washington and Lee University en el día de hoy) en Lexington, Virginia poco después de concluir la guerra hasta su muerte. Trabajó activamente por la reconciliación.

Wilmer McLean era un oficial retirado de la milicia de Virgnia y demasiado viejo para alistarse al comenzar la guerra. Se retiró con su familia al pueblo de Appomatox para escapar de la guerra. Irónicamente, la primera gran batalla de la guerra, "Primera de Manassas" o "Primera de Bull Run" (Julio 21, 1861) se libró en su finca. Así pues se dice que la guerra comenzó en el patio de McLean en 1861 y terminó en la sala de su casa el 9 de Abril de 1865. La casa también se usó para la reunión de los "Comisionados de Rendición" y unos pocos dias más tarde como el Estado Mayor del General John Gibbon. Jorge A. Maspóns Marzo, 2006 El autor tiene 21 años de experiencia militar combinada entre el Ejército activo de los E.U. y las fuerzas de reserva. Sirvió en un regimiento blindado en la República de Vietnam (1970) y en un escuadrón de ingeniería civil de la Guardia Nacional siendo activado para Desert Storm en 1991. Fué miembro de PRIME BEEF (Base Engineers Emergency Force) y formó parte de un equipo llamado "Rapid Runway Repairs" (RRR) diseñado para reparar pistas de aterrizaje en casos de emergencia.

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