SOLO EXISTE "LA CUBA ETERNA" LA ÚNICA

por Dr. José Sánchez-Boudy

Ahora, el ataque al Exilio Histórico consiste en decir que nosotros no entendemos a lo que nuestros detractores, llaman: La Cuba Nueva.

Es lenguaje, como se ve, típicamente marxista. Porque en el fondo, nuestros detractores aman la Cuba actual. Quisieran ser parte de ella. Pero claro está, desde el poder. Sueñan, aunque traten de disfrazarse, con un Fidelismo sin Fidel, con el mito de la Revolución Traicionada.

Lenguaje típicamente marxista, reitero. Como el del "Hombre Nuevo" que inventó el Che Guevara. La mentira total y absoluta.

La Cuba Nueva es para estos detractores de su grandeza, la que ha creado su imaginación, con ellos al timón.

No hay una Cuba Nueva. Hay una Cuba Única: "La Cuba Eterna", la Cuba que construyeron Varela y el Obispo Espada; y el Colegio El Salvador y José de la Luz y Caballero y Máximo Gómez y Maceo y Flor Crombet y Roloff y Quintín Banderas .......... La Cuba de Martí.

La Cuba que construyó los valores cubanos, los valores cristianos; el amor a la libertad. Que construyó un grupo de hombres, consubstanciados con su pueblo; unido a él, trabajando junto a él, por varios siglos.

No hay por lo tanto la Cuba Nueva de hoy. No hay un cubano nuevo que piensa diferente que el exiliado. Eso es una de las tantas formas que se utilizan para tratar de socavar, cosa que por supuesto jamás lograrán, la moral del Exilio Histórico.

Eso de que el cubano ha cambiado, es incierto. Hable usted con la gente humilde, con ésa que ha estado bajo el comunismo por treinta años y verá que es tan cubano como usted. Que está hecho del mismo espíritu de la Cuba Única. De "La Cuba Eterna".

Yo los veo todos los días en las calles del Exilio. Y me detengo a conversar con ellos. Tienen otros cubanismos que no son de mi época y muchos que la tradición ha conservado. Han vivido en un desierto cultural toda su vida. Nacieron bajo la Revolución. Pero son hermanos.

Cuando nos sentamos a conversar estamos unidos en el sueño de una Cuba Libre. Sabemos que tenemos un destino común. Que amamos el mismo paisaje. Que estamos hechos del tronco de la misma palma. Que sentimos lo mismo dentro del alma, Cuando nos llega el olor de la mariposa o de la guanábana, que al caer al suelo, esparce su aroma por los aires.

No importa, repito, que yo lleve una vida en el Exilio y que ellos hayan pasado su existencia bajo una de las más oprobiosas tiranías que el mundo ha conocido.

Cuando charlo con los extranjeros que van a Cuba y hacen amistad con alguien, nos cuentan lo mismo. Nos hablan de lo hospitalario que es el cubano; de cómo el amigo que allí conocieron compartió con ellos, en su hogar, lo que había logrado su mujer forrajear en la fajina del día, para el alimento cotidiano.

No hablan del cubano único. Del cubano eterno. De ese cubano que está allí, aquí. Por eso, cuando volvamos a la patria tendremos, sí, el dolor de ver que nuestro mundo desapareció. Esto es distinto.

No estará Larrea en la Audiencia de La Habana; ni Malpica; ni el mulato Felipe. Ni nos sentaremos, por la noche, en un viejo café de la Calle Obispo, con Eusebio Delfín y el Machuelo, a rememorar a Cienfuegos, ni la niña que saltaba de gozo en la esquina jugando al arroz con pollo.

A rememorar los rincones de Cuba. De La Habana, de Camagüey.

El chino Felipe no venderá ostiones frente a la Peletería El Mundo. Ni Abundio, café. Ni angelita me planchará el traje para ir a bailar al Centro Asturiano el sábado.

Sí, esa era parte de mi mundo. Tendré el dolor de que se fue. Ese no estará. Pero mi Cuba, mis calles, mis buganvillas, el Paradero de la Víbora, el Malecón, la Rampa, Media Luna, Ayón y Coronel Verdugo, la Lizeta, los Jardines de la Tropical, mi cementerio de Colón, de pueblos donde hay amigos y familiares, aunque los recuerdos del ayer me partan el alma, sí estarán . . . . . .

Estará mi Cuba entera. Y estará mi gente. Y le podré decir a un hombre de pueblo: - Hermano, ¿dónde queda tal dirección?

Y podré conversar con él y hablarle de lo que yo deseo para mi patria. Y él, rebatirme o aceptarlo, bajo un cielo lleno de guiños y de estrellas, que es su cielo eterno, mi cielo eterno.

El comunismo no ha cambiado a Cuba. Ni al cubano. Y los que lo duden esperen por el día de la liberación. Entonces verán que estas líneas no las inspira la nostalgia sino la certidumbre de que, con ustedes, soy parte de un paraíso que en forma de saurio domina el golfo: un campo de Héroes, de Caña de Cultura Eterna. Una Cuba no de hoy. Una Cuba Eterna. La que no han podido cambiar ni cuatro bocas. Ni metralletas. Ni falsa propaganda en el Exilio. "La Cuba Eterna" y única.


FIN


Publicado en el Diario Las Américas de Miami, en 1990.

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