El Mambisado y la Cuba Eterna

Por José Sánchez-Boudy

Aquí está, en la página 197 de mi libro Filosofía del cubano y de lo cubano, de 1996, mi artículo, publicado con anterioridad en este DIARIO de la libertad, he laborado en el mismo en años y años. En libros de poesía; de ensayos; de costumbrismos; lo que abarca un sinnúmero de títulos. Sólo existe la Cuba Eterna, la Unica, es el título del artículo. Lo terminé así: "el comunismo no ha cambiado a Cuba. Ni al cubano. Y los que duden esperan por el día de la liberación.

Entonces verán que estas líneas no las inspiran la nostalgia sino la certidumbre de que, con ustedes, soy parte de un paraíso que en forma de saurio domina el golfo: un campo de héroes, de caña, de cultura eterna. Una Cuba no de hoy. La Cuba Eterna. La que no han podido cambiar ni cuatro bocas. Ni metralletas. Ni falsa propaganda en el exilio. La Cuba Eterna y única.

Así nació el concepto espiritual en el que está incluida nuestra historia, nuestro paisaje; la heroicidad de nuestro pueblo, el barrio cubano; nuestros próceres. Nuestro Apóstol. Los mambises entre otros elementos. Hasta los patios.

En mi libro Filosofía del cubano y de lo cubano que hice para honrar a mis compatriotas y a la Cuba Eterna están la heroicidad cubana en Thorndike; la de Francisco; la de Perico Sánchez; la de Campanería. La de un pueblo de gigantes, ustedes, mi pueblo; el pueblo eterno, los cubanos, el mambisado. Martí, Maceo, Máximo Gómez, Quintín Banderas el jefe de la indomable infantería mambisa que hizo la invasión a pie partiendo de los Mangos de Baraguá hasta Pinar del Río. Mariana Grajales, nuestras mujeres. Hasta los niños que a temprana edad se incorporaron a las filas del Ejército Libertador y el cubano en su totalidad.

Los mambises que lo abandonaron todo y dieron su vida por Cuba. A las mambisas. Y a su abuelo dedicó una de nuestras inmensas poetisas: Carmen Rosa Borges su poema Evocación mambisa. Sintetizó el mambisado en la figura de su abuelo.

Yo recuerdo, como si fuera hoy, a esos mambises. Los veteranos, como los llamábamos. De un solo color: el del cubano. El que Martí amasó en la palabra hombre. Los que nos dieron Patria. Los recuerdo sentados en el Hogar del Veterano; con las medallas sobre el traje blanco o guayabera de campo; sentados en su gloriosa ancianidad.

Recordamos que construyeron la Cuba Eterna, los libres y los esclavos; los chinos, que llegaron a la que es su Patria de culíes, como los pinta, el novelista portugués, el grandioso Eca de Queiros, el de "El Primo Basilio", y tantas páginas gloriosas, que fue cónsul de su país en La Habana. Carmen Rosa Borges los evoca a todos en la figura de su abuelo: Mi abuelo era un señor con cicatrices./ llevaba una medalla sobre el pecho/ que le dio el general por algún hecho, heroico, al combatir con los mambises.

Y yo lo veo, con un fusil casi roto, o un machete. A pie o en el caballito cubano de los conquistadores. Con sólo dos balas para su arma. Arrebatando parque en una carga al machete o a puro avanzar sobre el cuadro de soldados españoles llevados a morir lejos de sus aldeas por gobernantes sin corazón. Lo oigo dar el grito de: ¡Viva Cuba libre! Lo veo al mambí, morir herido, indefenso, en los hospitales de sangre, asaltados por los guerrilleros mientras él se reponía de sus heridas. Veo en su última mirada, el cielo de nuestra Patria; el sitio donde nació; la arboleda de mango; el jagüey solitario con sus curujeyes. Veo la Cuba Eterna que este abuelo y los mambises como él crearon.

"La voz se le llenaba de matices/ y su andar se tornaba más derecho/ cuando evocaba el español acecho/ y salían triunfantes y felices", escribe la poetisa.

Así crecía la Cuba Eterna. En los días donde el hambre cundía por los campos cubanos; azotados los mambises por la manga de viento; perseguidos por el enemigo; tostados por el sol a plomo; con el uniforme raído; muriendo por nosotros. Enseñándonos el camino del decoro y de la dignidad. De la ética que tantos han perdido en el mundo de hoy.

Enseñándonos que es la valía personal la que hace pueblos. Esa altura del trabajo; del sacrificio de reconocer el ajeno, de la renunciación a todo lo personal para vivir y morir bajo el cielo cundido de estrellas posadas sobre el mar cubano. Bañando su luz sobre el cristal de las espumas de las orillas; durmiendo en lontananza envueltas en el perenne vaivén de las playas y oleajes del caimán eterno. Del saurio eterno. De la Cuba Eterna.

De la Cuba que vio un pueblo derrotar a los corsarios y piratas, de la que oyó frases como "Mi muerte no cambiará los destinos de Cuba". "Hoy muere un hombre pero nace un pueblo"; ¡Viva Cristo Rey!...

"Así aprendí, continúa nuestra poetisa, arrobada en la ternura del corazón de su abuelo, tocando sus manos arrugadas por el rigor de hacer Patria, "así aprendí la historia verdadera/ cuando en las tardes de la primavera/ en sus viejas rodillas cabalgué/ las rodillas que no se doblaron, como las del Exilio Histórico. Y termina Carmen Rosa Borges: "Y era tornar al campo de batalla (...) a la manigua libre que heredé".

La del abuelo, la de los héroes del Escambray; la de todos; la de la Cuba Eterna que nadie podrá robar.


FIN



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