LA ANTIENVIDIA

Por Manuel Cereijo

El concepto de que la riqueza crea pobreza es ampliamente aceptado por muchos pueblos. El odio o envidia al rico. Las expropiaciones, o la oposición a las privatizaciones, el pensamiento de que toda propiedad adquirida fue robada.

Sin embargo, donde quiera que estos conceptos e ideas predominan la pobreza se extiende y se prolonga. No, la riqueza no trae pobreza. Lo que causa la pobreza es el concepto de que la riqueza es la que la causa.

Ninguna persona competente puede negar que el sistema económico del mundo occidental --basado en la propiedad privada de los medios de producción, en una inaudita diferenciación de la producción y en una larga lista de libertades-- ha demostrado en su historia de más de 70 años una fuerza creadora de bienestar que no ha alcanzado ningún otro sistema económico.

Dentro de un futuro ya muy próximo, Cuba, bajo un nuevo sistema, empezará su periodo de transición y reconstrucción. Existe algunas veces el concepto de que este proceso puede implicar el ansia de algunos por beneficiarse económicamente. Sin embargo, siempre que el sentido de prosperar económicamente sea en forma sana y honesta, no sólo no lleva aparejada ninguna implicación de qué avergonzarse, sino que será de extremo beneficio para Cuba.

Cada país tiene que encontrar su propio sistema. Pero la existencia de una sociedad será más estable y menos conflictiva mientras mayores sean los campos de libertad del individuo, y cuando más justas y con mayor responsabilidad social sean equiparadas las exigencias económicas y sociales.

La riqueza de un país, a su vez, consiste en los bienes que prometan un flujo futuro de ingreso. Los ingresos producidos por una industria --petróleo, azúcar, turismo, manufactura, minería, etc.-- no representan riqueza si no se convierten en capital remunerativo de industrias, escuelas, carreteras, puertos, acueductos, viviendas, en fin, una infraestructura completa que provea un desarrollo económico estable.

La única manera, para una persona o país pobre, de salir de la pobreza, es el trabajo arduo, la creatividad, la innovación, el riesgo, la fe en el futuro. En el ámbito individual, para obtener una movilidad ascendente, el individuo debe trabajar más arduamente que la clase por encima de su status. En el ámbito de países, un país tiene que trabajar más, educar más a sus ciudadanos, promover el desarrollo de una economía privada, y garantizar un estado de derecho y libertad.

La creencia de que la buena fortuna de otros es eventualmente la buena fortuna de uno mismo no viene ni fácil ni invariablemente al corazón humano. Es, sin embargo, una regla dorada en el campo de la economía, la cual debemos tener presente en Cuba. Es la llave para alcanzar la paz y la prosperidad, una fuente de los resultados del progreso. Es la antienvidia.

No sólo la riqueza no trae la pobreza general de un país, sino que una causa importante de que un país no prospere económicamente es que exista entre el pueblo de ese país el concepto de que la riqueza trae la pobreza. A este concepto erróneo se le añade el odio al rico, el deseo de expropiar, de nacionalizar, el concepto de que la propiedad es producto del robo.

También tendremos que luchar por que los cubanos que estén allá en el momento de la transición tengan la oportunidad de superarse económicamente, de poder tener alcance a los bienes materiales que todo ser humano tiene derecho a disfrutar en forma honesta. Para eso habrá que crear oportunidades crediticias, educación tecnológica y entrenamiento en las prácticas de una economía de mercado.

Sí, la riqueza crea más riqueza. Tanto en el ámbito individual como nacional, así como en el material y en el espiritual. No olvidemos esto en la Cuba, ya próxima, democrática y capitalista, y más ahora que nos encontramos enfrascados en planes económicos, sociales y políticos para la transición.


El Nuevo Herald


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