EL CABALLO DE TROYA

por Marcelo Fernandez

En la antigua Grecia de Homero se ideó un método para penetrar amuralladas ciudades: El caballo de Troya. Este aparentente inocuo y gigantesco equino de madera atrajo la curiosidad de los habitantes de la ciudad. Importaron el animal y con él su destrucción y conquista. Ya que sus entrañas eran de soldados enemigos que penetraron en sus amuralladas calles con fatal sigilo.

El mundo después intentó prevenir estas ocurrencias de diversas formas. Las medidas, para ser efectivas, tenían que ser radicalmente aislantes del mundo exterior. Se pensó, lógicamente, que todo lo que penetrase en los perímetros de las plazas a defender era potencial portador de destrucción. Se vigilaron y escudriñaron aguas, aires, animales y personas para prevenir desastres. Pero, las ideas penetraron, no soldados, por los ojos y oídos del ocasional visitante al mundo exterior.

Hoy es imposible el intento de aislamiento de antaño. El aire lleva comunicaciones del mundo prohibido. Cada vez se usan más las invisibles e imponderables ondas etéreas para diseminar palabras y pensamientos. La única forma de prevenir la contaminación con el mundo exterior, de los habitantes de un lugar dado, es inmunizar a las personas con el amor a lo doméstico, cotidiano e interno; imbuirlas de sentimientos patrios y chovinistas. Pero, siempre se compara, juzga y concluye. Se piensa en lo efímero de la existencia humana y el deseo de mejoría en su existencia terrenal. Y, generalmente, priman los sentidos sobre la doctrina. En mal, pero honroso arreglo, se acepta la idea de postergar la satisfacción inmediata con la esperanza del placer futuro.

Para aplazar la idea de un futuro mejor, el presente no puede ser intolerable. En épocas de periodista e indagador social, a mediados del 1960, entablé conversación con un empleado de trenes de la raza negra. Le pregunté, para estimular el diálogo, si no era mejor esperar la evolución de los tiempos que una confrontación riesgosa por sus derechos ciudadanos. Este me preguntó, como respuesta, si alguien lo tiene agarrado por la garganta y lo está estrangulando, ¿Cuándo usted quiere que lo suelte ahora o mañana? Era el dolor lacerante del momento quien lo obligaba a la revuelta. No estaba físicamente hambriento.

Consistentemente, la historia muestra que el hambre de alimentos no rebela a los pueblos, sino que los despoja de fuerzas y hace que prime en ellos el instinto de supervivencia sobre el deseo abstracto de libertad futura. Roma sabía que un poco de pan y circo contentaban a un pueblo. Las ansias de liberación son amorfas y secundarias en el hambriento. Estas toman vida apremiante, en los que no quieren pasar otra vez por la terrible experiencia de los desposeídos. En los que pueden recordar y comparar tiempos mejores. Para perder algo hay que tenerlo primero. El que da y quita, en una generación, invita a la rebelión. El que promete lo bueno en un presente malo, pero llevadero alimenta la esperanza y compra tiempo. Los pueblos que nada han tenido se conforman con un mínimo en el presente. Lo venidero, por bueno que sea, es una ilusión en el presente.

La conocida expresión, "antes muerto que esclavo" muestra claramente que su exclamante conocía, por lo menos, un mínimo de libertad. Los gobernantes dictatoriales saben que el soltar un poco apresura sus derrocamientos cuando se busca el cambio. El conceder es un paso que no conoce el retroceso. Mijail Gorvachov en la Unión Soviética no aprendió esta lección que conocía de memoria Josef Stalin.

Paradójicamente, las ideas de cambios germinan mejor en un estómago lleno que vacío. Las revoluciones duraderas de pasados siglos no tuvieron lugar en pueblos famélicos de extremas pobrezas. Francia, Estados Unidos y Rusia no eran ejemplos de sociedades de imperantes hambrunas. La rebelión por hambre, generalmente, ocurría sólo en barcos y cárceles.

La estabilización y democratización de España y México, en el presente, complementó, no creó, el bienestar estomacal de sus pueblos. Los que piensan que el hambre lleva a la rebelión política no han aprendido historia. Es muy difícil enfrentarse a ejércitos y estados policíacos modernos. Europa Oriental se desplomó por colapso de sus instituciones, no por rebelión de sus pueblos. El muro de Berlín cayó, porque sus guardianes no tenían voluntad de defenderlo. Su caída fue epílogo, no prólogo, del desplome político. Notablemente, el hambre había desaparecido como plaga perenne de estas naciones europeas. Notamos, quizás, que el requisito indispensable para ideas de reformas políticas es poder pensar sin ruidos distrayentes de estómagos vacíos.

No equiparo carestía y falta de diversidad de alimentos con hambre física. Hay gran diferencia. Afortunadamente, los pueblos subsisten con grandes privaciones materiales.

En Cuba aumenta la disidencia, un nombre moderno y mal usado con referencia a la oposición. El que se separa y activa, opone. Es difícil medirla en su extensión y profundidad, porque nunca se puede sondear el descontento en una sociedad cerrada al escrutinio. El cubano de la actualidad usa la palabra "resolver" como eufemismo de búsqueda de alimentos y bienes de consumo. Sin embargo, inexplicablemente resuelve la necesidad diaria. Y, para asombro de muchos, encuentra tiempo y fuerzas para pensar en cambios.

Ha surgido en Cuba una fuerza temporalmente izquierdista que remeda al movimiento autonomista de un siglo atrás, cuando la isla era colonia. Fuerza que se integró a la nueva república rápidamente. Estos socialistas fabianos son oposicionistas al régimen y viven en precaria existencia dentro de Cuba y fuera. Ellos intentan, conscientes o no, ser el eslabón perdido entre Castro y el futuro. Y, posiblemente, serán los que absorban al sector más comprometido del actual gobierno. Legitimizarán a los que cambien de bandera a último momento. Tienen un papel histórico que jugar. El disidente es tolerado mientra no organize a sus pares.

Han muerto más cubanos tratando de escapar de Cuba que rebelándose en contra de Fidel Castro. Los que perecieron, generalmente, no podían establecer, por edad, un estado comparativo de libertad política. Tal vez, hubieran intentado obtenerla en la isla en circunstancias propicias. Huyeron del hambre y la necesidad no forzosamente de las cadenas, en muchos casos. Ahora, a los sobrevivientes, al vivir en libertad se les hacen más visibles y dolorosas las amarras del pasado. Han entendido cabalmente el significado de "antes muertos que esclavos". Ellos, por ser los nuevos y jóvenes conversos, formarán el ala intransigente del exilio. Pedirán que se clarifique la semántica de las palabras disidencia y oposición.


FIN


Marcelo Fernandez-Zayas
wpais@cais.com
10 de Julio del 2000

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