"Los Pueblos Tienen El Tamaño de sus Próceres"


Los tiranos a través de la historia se han valido de todo tipo de argucias para usurpar el poder, y han recurrido a todo género de coacciones para eliminar o neutralizar la resistencia. Pero los que perfeccionaron la técnica de yugulación han sido los regímenes totalitarios, maestros en el arte de sojuzgar y envilecer. Cabe aclarar, sin embargo, que los éxitos logrados en prolongar su dominio no han sido suyos únicamente. Se debieron también a pactos infamantes y a cumbres despreciables: Münich, Yalta, el pacto Kennedy-Kruschef, y para rematar ahora, la Cumbre de Iberoamérica en La Habana.

Una de las armas más efectivas para obnubilar y subyugar a poblaciones enteras es la mentira. Cuando es grande, repetida y no impugnada, la mentira es un arma letal que no deja huellas físicas, pero que ofusca la mente, degrada el carácter, corroe la voluntad y envenena el corazón. Los tiranos totalitarios la utilizan sistemáticamente y con destreza para encubrir su iniquidad. Con ese fin, ellos deforman la historia, agigantando los errores pretéritos cometidos. Su objetivo es hacer tabla rasa del patrimonio nacional, cercenar todo nexo institucional y cultural con el pasado, para consumar en el vacío la estafa totalitaria y convertir a las masas incautas en dóciles rebaños sin espinazo moral y sin perspectiva histórica.

Decía Ortega y Gasset que "el hombre es, por encima de todo, heredero. Y esto, y no otra cosa, es lo que lo diferencia radicalmente del animal. Tener conciencia de que se es heredero es tener conciencia histórica." Muy acertado el pensamiento de Ortega, porque cuando falta o se pierde esa conciencia, cuando se quiebran las raíces de la nacionalidad, los hilos de las tradiciones y los lazos de la cultura, los pueblos, aun los más civilizados, sufren hondas aberraciones y caen en el laberinto oscuro de la tiranía o en el vórtice asolador de la barbarie.

Esto fue, a grandes rasgos, lo que le aconteció a Cuba en 1959. Bajo un estado sicopático de histeria colectiva, el país se entregó en manos de un megalómano que deformó el pasado para controlar el futuro. Desechando los valores, creencias y tradiciones de Cuba, y denigrando a sus héroes, el tirano reescribió la historia con los tintes biliosos del resentimiento y las consignas malévolas del comunismo. En su campaña nihilista y calumniosa, pintó a la isla en desarrollo como un lodazal de corrupciones y miseria, y suplantó el panteón de nuestros legítimos próceres con el olimpo bastardo de su vana omnipotencia.

A fin de contrarrestar la fasificación castrista y difundir la verdad histórica, Editorial Cubana que preside en el exilio el Dr. Luis Botifoll se ha dado a la meritoria tarea de reproducir al costo los clásicos de las letras cubanas -- libros de autores prominentes que exaltan la vida y la obra de los grandes de la patria. Entre ellos se encuentra "Próceres" de Néstor Carbonell Rivero, que me cupo el honor de prologar y comentar hace unos días en Miami. Este libro traza los perfiles egregios de treinta y seis de las luminarias cubanas que van, en orden alfabético, de Ignacio Agramonte a Cirilo Villaverde.

Las semblanzas enmarcadas en "Próceres" ponen de relieve el tesoro espiritual de heroísmos y grandezas que tienen los cubanos. En sus páginas sobresalen las ofrendas de ciudadanos ilustres a la Cuba que tanto amaron. Como hube de consignar en el prólogo, unos le dieron la savia nutricia de su prosa cristalina; otros la lírica apasionada de su corazón poético; otros el verbo acendrado de su oratoria elocuente; otros la concepción filosófica de su mente fértil; otros el sacerdocio ejemplar de su vida prístina; otros el genio económico para crear riquezas; otros la estrategia militar para sacudir el yugo; otros el viril martirio para conquistar la independencia.

Este patrimonio moral, riquísimo en excelsos desprendimientos y en portentosas realizaciones, es nuestro mejor antídoto contra la acción degradante de la tiranía y el derrotismo enervante que esparcen los escépticos. Nuestro pasado glorioso puede y debe ser nuncio de un futuro promisorio, si no perdemos la fe y arreciamos la voluntad de lucha. Soy de los que creen, y así lo hice constar en el prólogo, que no se calibra a los pueblos por sus desviaciones y caídas, sino por su perseverancia, talento y denuedo en sacudirse el polvo y reencontrar su camino. No se juzga a los países por sus eclipses temporales de despotismo, sino por sus epifanías perdurables de libertad. La talla no la dan los tiranos y traidores. Los pueblos tienen el tamaño de sus próceres.

Resumo estas reflexiones con las palabras finales que pronuncié en el acto de presentación de "Próceres." Dije más o menos que para superar el presente trágico y construir un futuro alentador en Cuba, tenemos que crear e infundir conciencia de nuestro pasado -- no del pasado adulterado por lo que hoy conculcan el poder, sino del pasado enaltecido por los fundadores de nuestra nacionalidad, los libertadores de nuestra epopeya y los patricios de nuestra república. Manchas hubo, y lacras que nos debilitaron también. ¡Pero pocos son los cielos en el mundo que tengan más estrellas que el nuestro!

Hay que rescatar nuestra historia para vindicar nuestra dignidad, y tenemos que asirnos de nuestras luminarias para recobrar la fe en nuestra capacidad para reconquistar y mantener la libertad. Un pueblo que produce tantos colosos del pensamiento y de la acción podrá ser derrotado, pero no vencido; podrá ser aherrojado, pero no abatido.

Cuba no es la aberración del presente, envilecida por la mentira y esclavizada por el terror. Y cubanos no son los que hoy la oprimen y la esquilman. Ellos son falseadores de nuestra historia y traidores de nuestra patria.

Cuba es la de los "Episodios de la Revolución Cubana" narrados por Manuel de la Cruz, la de los "Próceres" de Carbonell Rivero, la que se hizo república en 1902, la que se emancipó plenamente en el 34, la que consagró sus conquistas en la Constitución del 40, y la que entre errores y aciertos, avances y retrocesos, alcanzó uno de los niveles más altos de desarrollo en este hemisferio.

Pues bien, esa Cuba, anegada hoy en la sangre de tantos héroes y en las lágrimas de tantas madres, sufre horriblemente, pero no ha muerto, aunque así lo crean los gobernantes cómplices del tirano. Ella vive en las prisiones infernales, vive en la disidencia cívica, vive en el exilio militante, y algún día habrá de resurgir, libre y refulgente como un amanecer dorado, con la mirada fija en el porvenir naciente y la conciencia anclada en su ínclito pasado.


FIN


Néstor Carbonell Cortina

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