CUBA DESPUÉS DE CASTRO

Por Néstor Carbonell Cortina


Pensar que es inminente la muerte o incapacitación de Castro podría sumirnos en el culposo letargo de una pasiva espera. Pero no es descabellado anticiparse a este hecho inevitable (aunque no se sepa la fecha exacta), y prepararse para lidiar con las posibles consecuencias. La previsión-maravillosa amalgama de raciocinio e imaginación-es una de las facultades que diferencian al ser humano del animal.

Antes de adentrarnos en el tema, interesa recordar que la actual tragedia de Cuba no se debe únicamente a Castro, sino también (y sobre todo) al régimen totalitario que lo sostiene. La desaparición del tirano será, pues, una bendición, pero no una total solución; facilitará el desenlace final, pero no será necesariamente el final.

Cabe suponer que, tras los fastuosos funerales de sátrapa que en su día se le tributen al "Máximo Líder," su hermano (si lo sobrevive) y los otros miembros del equipo cívico-militar de relevo intentarán gobernar colegiadamente, manteniendo, en lo posible, los resortes del aparato totalitario. Con ese fin, procurarán impedir las manifestaciones multitudinarias que derribaron a los regímenes comunistas en Hungría y Checoslovaquia. Serán parcos en las reformas cosméticas o limitadas que prometan, y restrictivos y excluyentes en los diálogos de apertura que entablen. Y se esforzarán por evitar que afloren las anticipadas fisuras o escisiones en las estructuras de mando.

Salvo que se produzca un desbordamiento popular o un desprendimiento militar, la fase inicial después de Castro será probablemente de sucesión totalitaria más que de transición democrática. De ser así, ¿qué harán en esa coyuntura la disidencia interna y el exilio militante? Si nos atenemos a las tendencias actuales, se plantearán diversas tesis. Los que promueven la reconciliación como paso previo a la democratización, querrán ofrecerle incentivos inmediatos al gobierno sucesor para crear un clima propicio a la negociación. Los que, por el contrario, sostienen que no puede haber paz ni entendimiento sin libertad, pedirán que se mantengan o aumenten las presiones hasta que el gobierno sucesor tome pasos concretos e irreversibles hacia la democracia representativa.

Los reformistas, partidarios de la "realpolitik", se contentarán con obtener concesiones que paulatinamente liberalicen el régimen sin provocar su colapso. (En esto quizás coincidan con una fuerte corriente de opinión en Washington y otras capitales). Los plantados de la oposición interna y del exilio histórico, en cambio, no cejarán en su lucha enderezada a acelerar el desmantelamiento integral del aparato totalitario y la erradicación completa del sistema comunista.

Surgirán naturalmente posturas eclécticas, con matices varios, entre las "palomas" y los "halcones" (según la terminología en uso durante la Guerra Fría). Pero cualquiera que sea el enfoque que se adopte y el camino que se tome, es importante no perder de vista la meta final: la libertad plena, sin lastres continuistas, bajo un estado de derecho.

Como las palabras son huecas o engañosas cuando no están avaladas por los hechos, sería bueno tener a mano algunos índices que nos permitan calibrar y apoyar el proceso de democratización, si es genuino, y oponernos a él si llega a ser continuismo disfrazado o experimento peligroso. Aquí van algunos índices:

Gobierno de Unidad Nacional. Si se desea pacificar el país y encauzarlo democráticamente, debería constituirse un gobierno provisional verdaderamente representativo, que incluya a figuras prestigiosas de la oposición interna y el exilio. La presencia en él de connotados personeros del régimen de Castro involucrados en sus crímenes impediría un consenso nacional. Los miembros de ese gobierno harían bien en abstenerse de aspirar desde el poder en las siguientes elecciones.

La Constitución y los Derechos Humanos durante la Provisionalidad. La vigencia de la Constitución de Castro de 1976 o la de 1992 implicaría la continuidad de la tiranía, quizás con caras nuevas. Aun con reformas, no ofrecerían garantías, porque no hay un solo derecho que otorguen que no esté subordinado a la ideología comunista o a la omnipotencia del partido o el estado. La última Carta legítima de los cubanos, la de 1940 (en sus partes aplicables, tales como las secciones sobre los Derechos Individuales, la Familia, la Educación, y la Cultura), es la única que real y simbólicamente podría ponerle fin a la usurpación e inspirar confianza hasta que se celebre una Asamblea Constituyente. Se requeriría asimismo adecuar la legislación ordinaria a los preceptos de la Carta Magna.

Administración de Justicia. El primer acto de justicia sería la amnistía de todos los presos, perseguidos o desterrados por motivos políticos. Habría también que eliminar del código penal las medidas de "seguridad pre-delictivas" y las disposiciones del "estado peligroso", que le han permitido al régimen cometer todo género de arbitrariedades. Habilitar a jueces competentes e imparciales sería tarea urgentísima del gobierno provisional. Y acaso la más delicada y espinosa sea evitar los extremos, tanto del péndulo sangriento de nuevas persecuciones, como de la impunidad intolerable de los que hubiesen cometido crímenes horrendos.

Despolitizar las Fuerzas Armadas y Eliminar los Cuerpos Represivos. Aun antes de reestructurar y profesionalizar las fuerzas armadas, sería imperativo que se sometiesen a la autoridad civil y al nuevo orden legal establecido. Al mismo tiempo, habría que eliminar todos los organismos o resortes de que se vale actualmente el régimen para amedrentar, espiar, hostilizar, perseguir y torturar a sus opositores o sospechos. Ese sería un paso esencial para demostrar que ha cesado el estado policíaco.

Propiedad Privada y Libre Empresa. No podría revitalizarse el país, si no se renegocia la deuda externa, se estimula la iniciativa empresarial del cubano, se libera al obrero del actual vasallaje estatal, y se atraen grandes inversiones privadas. Para lograr todo esto habría que reafirmar y respetar el derecho de propiedad privada, evitando que la restitución de los bienes a sus legítimos dueños (como se hizo exitosamente en Alemania del Este y Checoslovaquia), de lugar a desalojos domiciliarios inhumanos. Asimismo, habría que acometer, con una vasta red de protección social, el proceso necesario de privatización, a fin de que el actual estado hipertrófico desembuche los medios de producción, comunicación, empleo y gran parte de los servicios que actualmente controla. No habría libertad, sino servidumbre, mientras la ciudadanía dependiese del gobierno para todo.

Pluralidad de Ideas, Partidos y Elecciones. Para impulsar el proceso de democratización, se requerirá un estado de garantías que respete y estimule la libre emisión del pensamiento, el debate público de tesis disímiles o contrapuestas, la formación de asociaciones privadas de todo tipo que fortalezcan la sociedad civil, y la organización de agrupaciones políticas que le pongan fin al régimen tiránico del "Partido Único". Plebiscitos o referéndums sin antes desmantelar el aparato totalitario y propiciar la pluralidad de ideas y de partidos políticos sólo serviría para darle un barniz de legitimidad a la tiranía. Eso fue lo que hizo Hitler con sus cuatro plebiscitos. La culminación de la transición democrática en Cuba sería la celebración de elecciones para una Asamblea Constituyente (antes o después de las elecciones generales), con la debida legislación electoral, supervisión internacional y garantías de transparencia y equidad.

Estos son algunos de los marcadores o índices que podrían ayudarnos a precisar, sin turbaciones emocionales ni espejismos, si el o los gobiernos provisionales que surjan después de Castro conducen a Cuba hacia la democracia representativa. La desaparición del tirano no debería hacernos perder la brújula, ni bajar la guardia, ni cantar victoria prematuramente. Los sucesores de Castro pedirán de inmediato financiamiento y ayuda económica para apuntalarse en el poder y enfrentar la quiebra nacional. Pero el pueblo cautivo necesitará algo más estimulante y urgente para reavivar sus fuerzas y recobrar su dignidad; algo tan intangible y vital como el oxígeno. Ese algo se llama LIBERTAD.


FIN



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