RAZA DE VIBORAS


"Raza de víboras", estas fueron las palabras con que Cristo, el mismo que recomienda amar a nuestros enemigos, llamaba a sus compatriotas judíos los fariseos.

El amar a nuestros enemigos no necesariamente significa compartir y estar de acuerdo con ellos. No ponemos en duda que Cristo amase a los fariseos, pero no compartió con ellos y las frases que les dirigió sonaban más a desprecio que a un amor ciego y al estar de acuerdo con ellos.

El amor no puede ser ciego. Yo podré amar, cristianamente, al que asesinó a mi hermano en Miami el 23 de diciembre de 1967, pero ese amor demanda justicia y un castigo por el crimen cometido. Podré amar, cristianamente, o al menos no odiar, a los que han destruído a Cuba y la han esclavizado, pero de ahi a tener un contubernio con tanta maldad, un gran abismo me separa; porque el amor clama justicia y castigo ante tanto crimen. Lo contrario sería traición y cobardía ante el cadáver de mi hermano y los cadáveres de los mártires de la Patria.

Cristo habló con muchos: con aquel soldado romano que le pidió por su siervo, con Pilatos tuvo un diálogo y a Caifás le respondió sus preguntas. A Herodes, el cuatrero, vende patria, asesino, traidor, genocida, adúltero y reyecito por voluntad del poderoso Imperio Romano, a ése ni le habló y ni tan siquiera alzó Su cabeza para mirarlo.

¡Cuál no sería el desprecio y repugnancia que sentiría Cristo, hacia aquél personaje de su misma raza judía!.

A Judas, el traidor, uno de los 12 Apóstoles, Cristo lo amó tanto que sus pa- labras hacia él fueron: "mejor le hubiese valido el no haber nacido"

En Cuba tenemos a otro Herodes, otro Judas: "El Comandante en Jefe". Una combinación de los dos en una sóla persona. Dueño y amo absoluto de la isla antillana. Y como aquel Herodes, sólo merece desprecio y repugnancia, y ni tan siquiera alzar nuestra frente para mirarlo.

Cual no sería el amor de Cristo hacia sus enemigos, que en Jerusalen, al ver lo que sus compatriotas habían hecho del Templo de su Padre, que con aquel coraje de hombre digno, a latigazo limpio echó del templo a los mercaderes que habían convertido un "lugar de oración en una cueva de ladrones".

En la Cuba actual existe una nueva clase de mercaderes que han convertido a "la Perla de las Antillas" en una "cueva de ladrones".

Con los mercaderes del templo de la Patria, agarremos el látigo y animados de la Santa Ira de Cristo, a latigazo limpio echémoslos del templo, porque "de altar se ha de tomar la Patria y no de pedestal para levantarnos sobre ella"... (José Martí)

Para aquéllos que, digamos en su inocencia o ignorancia, crucifican de nuevo a Cristo en el pueblo cubano al querer un diálogo y un pacto con el Herodes antillano, nuestro amor cristiano y la frase del Mártir del Gólgota: "perdónales Padre Eterno, porque no saben lo que hacen".

Para aquéllos que, cómplices con el Herodes caribeño, han destruído la nación cubana en base a la doctrina más inhumana que recuerda la historia, llamémosles, como Cristo llamó a los fariseos de su época: ¡RAZA DE VIBORAS!


FIN


Por Nelson Calderón
Editor in Chief - Información News Agency


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