Un Cuento

por Oswaldo F. Hernández Campos


Cuando dentro de pocos días quizás lean Uds. en un artículo que estoy escribiendo y que pienso titular, "Divagaciones Teológicas - I", mención de que yo, no por aventurero, sino por casualidad y por fresco que he sido, he vivido toda mí vida "muy cerca del abismo", les voy a contar mí última "acción" en La Habana, en el año 1960, que ciertamente nada tuvo que ver con las actividades contra-revolucionarias en las que estaba envuelto en aquellos momentos.

En aquellos tiempos, trabajaba yo bajo la coordinación de mí amigo y hermano, Gregorio del Campo (EPD), miembro del MRR en la Universidad de La Habana, y "mano derecha" de Pedro Luís Boitel. A Gregorio me lo había presentado Luís Morse, al cual había conocido mientras estudiaba en Boston. Increiblemente hasta hace unos diez años, aunque yo sabía que Gregorio era graduado de la Academia Militar de Zaragosa, no sabía que había servido durante dos años en el Marruecos español y en Ifni.

En realidad yo cumplía con un intenso itinerario diario, ya que estudiaba ingeniería en la Universidad de Villanueva, tomaba un curso en la Universidad de La Habana en derecho diplomático, trabajaba por las noches o madrugadas en el Aeropuerto José Martí para Cubana de Aviación (agente de Operaciones/Tráfico), y también era agente del DIER (Departamento de Investigaciones del Ejército Rebelde/Buró de Narcóticos), donde Faustino Pérez, más tarde General de Brigada, pero durante la Revolución Coordinador Nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio, me había pedido me integrara a las fuerzas armadas, a mí regreso de Canadá, en donde estudiaba (Universidad de McGill, en Montreal), después de una estancia de un año en ese país.

Yo había comenzado a trabajar en Cubana porque desde muy pequeño me había llamado la atención la aviación, asi como otros medios de transporte, tales como los sistemas ferroviarios. Entré en Cubana por concurso, en el que obtuve 100 puntos en el exámen. Sín embargo, hubo otra persona a la cual le dieron cinco puntos porque su tío era un antiguo administrador de la aerolínea, y por lo tanto aparecía con 102 puntos en el exámen de entrada. En aquel momento entraron en Cubana un total de 10 empleados. En realidad, aunque yo sabía que iba a estar "corto de tiempo" por todos lados, Cubana me ofrecía la oportunidad de aislarme totalmente de mí madre, que verdaderamente me quería horrores, pero que se pasaba la vida intentando averiguar todo lo que yo hacía. Ella no podía llamarme al aeropuerto, y sobre todo durante los fines de semana, yo me pasé todo un año y medio llamando a la casa para "informarle que algún vuelo estaba retrasado", y que tendría que trabajar hasta casi el amanecer.

Bueno, el caso es que yo me pasaba los fines de semana divirtiéndome con mí primo, Ricardo Campos, y un grupo de amigos en los que se encontraban Fermín Goicoechea (EPD), Pancho Velasco (EPD), Pedro Hernández Menocal, Federico Lomnitz, Tony Maceo, Paquito Sabín,Tony Viñals, y algunos otros. Por supuesto, este no era un "marco" rígido. Durante los fines de semana, aunque ninguno de nosotros tenía habitualmente más de diez dólares o pesos en el bolsillo, casi siempre "hacíamos una vaquita, cada uno aportando cinco pesos" y nos íbamos a jugar los viernes a uno de los casinos de los hoteles de La Habana. Siempre solo jugábamos "21 ó Blackjack". El que regularmente jugaba era Pancho Velasco, que a nosotros por lo menos, nos había convencido de que el era el que mas sabía del tema. Si no recuerdo mal, solamente perdimos una vez, y siempre saliamos de los casinos con unos 20 pesos cada uno, que en reakidad era casi una fortuna para un fín de semana en aquellos tiempos. Por supuesto, jamás regresábamos al mismo casino en el cual habíamos estado el fín de semana anterior. Si no mal recuerdo el orden de las visitas era: Nacional, Capri, Hilton, Comodoro, y Tropicana. Yo en realidad pienso que nosotros, aunque regularmente solo habíamos uno o dos por mesa (y eran los únicos que jugaban), le hacíamos un poco de gracia a los "dealers", y nos dejaban ganar para que nos fuéramos. Aunque todos íbamos bién vestidos, y quizás representáramos mas edad, el promedio de edad del grupo era de unos 19 años.

Ahora comienzo a narrar donde y como es que me metí en tremendo problema, y del cual no me enteré hasta que ya casi "estaba del otro lado". Un viernes llegamos al Hilton, mí primo Ricardo, Pancho Velasco, y dos más del grupo, que no recuerdo ahora quienes eran. En el ascensor, y como acostumbrábamos, nos dirigíamos al "Sugar Bar", en el último piso, cuando para este en el próximo piso, y sube una bellísima trigueña, vestida con uno de esas cosas que aunque sea dejan saber si la persona está bién estructurada o no. Llevaba ella una cámara tipo profesional colgada del cuello. Tenía una cara preciosa. Yo no pude contenerme, y estando de buén humor, le dije, "Oye, tú por supuesto sabes que te queda bién todo". Ella me miró de "arriba-abajo", muy seriamente, dándome yo cuenta instintiva e inmediatamente que me debía haber callado la boca, y me dijo, "Ven acá chico, por qué no te vas para casa del ......... !" Por supuesto, yo quería que "la tierra me tragara", mientras aquellos que estaban conmigo se reían como unos tontos. Tres horas después, todavía se estaban riendo de mí el "grupo de sinvergüenzas" conque andaba esa noche.

Pasó como un mes antes que nosotros regresáramos al Hilton, y yo había quedado en reunirme con el grupo en el "Sugar Bar". Como siempre, tomé el ascensor, estando solo en el mismo, y como en la ocasión anterior, sube al mismo la bella fotógrafa. Otra vez, me miró de "arriba-abajo", y sonriendo me dijo, "Oye, espero me perdones por lo que te dije los otros días... Había tenido un incidente muy, pero muy desagradable con un turista, y en realidad quería irme para la casa, pero no podía irme esa noche." Yo no dije nada, solo me sonreí, pero ella me preguntó que si yo tenía "una pluma" conmigo. Yo le contesté que sí, y del bolsillo interior del saco deportivo que tenía puesto saqué una pluma y se la entregué. Ella sacó un papelito doblado que tenía en un bolso, apuntó algo, y me dijo, "Mira, si quieres llámame. Yo vivo en el edificio de apartamentos que está detrás del hotel, y si quieres salimos algún día". Cuando la puerta del ascensor se abrió, ella todavía no había terminado de apuntar lo que estaba escribiendo, y terminó una vez que habíamos salido del mismo, a poca distancia de la puerta. Fué entonces que me dió su nombre, se acercó a mí, me dió un beso en la mejilla, giró, y se marchó. Yo en realidad estaba como en un estupor, verdaderamente intentando comprender lo que había pasado, y sintiéndome las piernas muy débiles. Sentados o parados al borde de la barra, aquellos que se habían burlados de mí unas semanas antes, aguardaban con la boca semi-abierta que yo llegara ante ellos.

Bueno, yo terminé saliendo varias veces con mí nueva amiga, e inclusive la visitaba a menudo en su apartamento. Ella me confesó que durante la Revolución había puesto algunas bombas en, o cerca de la Universidad, y yo pensé que aquellas palabras no eran otra cosa que simples alardes "revolucionarios". Eso pensé hasta que un día llego a su casa durante el mediodía, después de haber salido de una clase en Villanuevo, y me presenta ella a un señor que se encontraba sentado en el sofá de la sala. Este se marchó después de una media hora, y justo después de hacerlo, me pregunta ella, "Tú sabes quién es ese, no?" Yo moví la cabeza respondiendo negativamente. Ella entonces me dijo, "Ese es el Ministro de Obras Públicas." Yo me hice como si aquella respuesta no me hiciera el mas mínimo esfuerzo, aunque acto seguido le pregunté si le quedaba algo del ron añejo que le había regalado hacia como una semana. Tengo que confesar que me agradó cuando al echarme un poco en un pequeño vaso, observé que la botella esta todavía casi llena, lo cual significaba por supuesto, que si tenía otro buén amigo que la visitaba, aunque sea "los cuernos" no se beneficiaban de mí buén ron. Yo, como todos los jovenes cubanos, tendía a ser "ligeramente" celoso en esa etapa de mí vida. En otras oportunidades, conocí a muy altos oficiales del gobierno, pero hubo uno que particularmente me llamó la atención. Se trataba de una persona relativamente joven, que ella me presentó, y al cual llamó, "Comandante Furry/Furri (o como se escribiera)". Ella me dijo que acababan de nombrarle jefe del DIER. Su verdadero nombre era Abelardo Colomé Ibarra, y hoy en día es supuestamente "la mano derecha de Raul Castro", y director de todo el aparato y sistema de seguridad del gobierno cubano. Sín embargo, mí amiga seguía estando muy graciosa, y aunque yo siempre andaba con mí pistola arriba, no pensé que eso no sería un gran problema.

Pasaron varias semanas, y regresando yo caminando a casa de mí abuela en la Calle A, en El Vedado, después de haber salido para ir a casa de un amigo que vivía cerca, al cruzar la esquina de la Calle 19, Eduardo Hidalgo-Gato, que era ligeramente mayor que yo, y cuyos abuelos vivían en esa esquina, me dijo en voz alta, "Oye Flaco, espero que quiero hablar contigo!" Yo así lo hice, y el bajó los 3-4 escalones del portal de la casa, y se dirigió a mi.

Cuando llegó ante mi, y después de darnos la mano me preguntó, "Oye Flaco, tú estás saliendo con XXXXX XXXXXX XXXXXXXXZ?" Yo le dije que sí, totalmente intrigado por la pregunta, y acto seguido me dijo el, "Flaco, pero tú estás loco?" Eduardo me llevaba algunos años, pero yo jugaba con sus primos, y el me tenía aprecio. Riéndome, yo le pregunté como es que el lo sabía, y que me explicara la razón del problema, que indudablemente existía. El entonces continuó, y me dijo, "Tú obviamente no sabes entonces que XXXXX XXXXXX es amante de Raul Castro, que el es de lo más celoso con ella, y que si se entera te van a desaparecer." Recuerdo que yo quedé muy serio, y que Eduardo se reía muy discretamente. Yo entonces le dije que el me estaba diciendo eso porque el también estaba interesado en XXXX XXXXXX, y esa era la manera más sencilla de deshacerse de mí. El se sonrió, y me juró que el no tenía realmente ningún interés en ella, que el la había conocido hacia un par de años, pero que ella era amiga de una chica con la que el salía a vrces.

Yo le dí las gracias y continué caminando hacia la casa de mís abuelos. Esa noche, como casi todas las otras en que no trabajaba en el aeropuerto (en Cubana), estuve tirando y poniendo propaganda anti-Comunista por varios barrios de La Habana y Marianao. Salí con XXXXX XXXXXXS una vez mas, y al día siguiente me marché de Cuba. Simplemente pensé que la volvería a ver cuando regresara de los Estados Unidos en alguna forma militar, en que el poder de Raul Castro no fuera tan desigual al mío. Obviamente, habían entidades que tenían otros planes. Nada, que El Señor protege a los inocentes!


Asheville, Carolina del Norte
julio del 2006


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