¿Los absolverá la Historia a ustedes?

por Servando González

El tirano Fidel Castro finalizó su discurso de autodefensa en el juicio por el ataque al cuartel Moncada con las palabras, que copió casi literalmente de un discurso similar de Adolfo Hitler, "Condenadme, no importa. La Historia me absolverá." A estas alturas creo que sólo un demente como el propio tirano pueda pensar que la historia absolverá a Fidel Castro. Ante el éxito total de sus planes -- Castro ha logrado con creces la meta que se propuso: la total destrucción de Cuba y su pueblo -- tal vez el tirano aún piense que la Historia lo absolverá; pero si el llamado tribunal de la Historia está formado por seres racionales no cabe duda de que lo condenará.

Pero este trabajo no trata del tirano que tanto daño nos ha hecho y nos sigue haciendo, sino de los cubanos anticastristas en el exilio en los Estados Unidos, en particular los pertenecientes al llamado "exilio histórico". Y, ojalá me equivoque, pero después de analizar la conducta de estos cubanos anticastristas en los últimos años, me parece que el tribunal de la Historia no los absolverá.

Antes de continuar, debo aclarar que mi ánimo es de crítica amistosa. Después de más de 40 años de oposición y lucha contra el castrismo, hay que reconocer que, a pesar de sus muchos errores tácticos, la posición de intransigencia ante el castrismo que la mayoría de los cubanos del "exilio histórico" ha mantenido ha demostrado ser la correcta. Pero mi crítica, que parte de una posición de simpatía y no de animosidad (quien bien te quiere te hará llorar), no está dirigida a su actitud para con el castrismo, la cual comparto totalmente, sino a su actitud para con el pueblo norteamericano.

La historia se repite

En marzo de 1960 una terrible explosión sacudió la ciudad de La Habana. Pocos minutos después, los medios de difusión dieron a conocer que el carguero francés La Coubre, había volado en una terrible explosión en la bahía de La Habana, que causó la muerte a 27 personas y lesionó a más de 300. En violación de todas las normas internacionales, los obreros del puerto habían estado descargando explosivos y municiones del buque, situado a menos de 50 metros de áreas pobladas.

Al día siguiente, sin siquiera haber intentado comenzar una investigación, Castro explícitamente acusó a los Estados Unidos de haber cometido un acto terrorista y saboteado el barco, para evitar que las armas y municiones que transportaba llegaran a manos de los cubanos. Acto seguido, Castro anunció que había tomado medidas extraordinarias para luchar contra el terrorismo, entre ellas la creación de varias organizaciones anti-terroristas, y un sistema de informantes en cada cuadra, para reportar actividades sospechosas. Unos días más tarde, Castro suspendió el recurso de habeas corpus y procedió, paso a paso, a desmantelar la Constitución y eliminar todas las garantías y libertades que ésta garantizaba. Los primeros campos de detención para "terroristas", que desde este momento eran todos aquellos ciudadanos a quienes el gobierrno acusara de serlo, aparecieron poco después, y luego se multiplicaron. Los sucesos que siguieron a la misteriosa explosión -- Castro nunca pudo probar que ésta había sido el resultado de un acto terrorista de los E.U. -- marcaron el fin de una sociedad civil regida por leyes, con los resultados que todos conocemos.

El 11 de septiembre del 2001, cuatro aviones de pasajeros fueron supuestamente secuestrados por terroristas. Dos de ellos fueron estrellados contra las torres gemelas del Centro de Comercio Mundial, en Nueva York, otro contra el edificio del Pentágono en Washington, D.C., y otro se estrelló contra el suelo, al parecer debido a que los pasajeros trataron de combatir a los terroristas. Miles depersonas murieron como resultado de estos ataques.

Al día siguiente, sin siquiera haber intentado comenzar una investigación, el President Bush explícitamente acusó a Osama bin-Laden y su grupo musulmán Al Qaeda de ser los responsables de los actos terroristas. Acto seguido, Bush anunció que había tomado medidas extraordinarias para luchar contra el terrorismo, entre ellas la creación de varias organizaciones anti-terroristas, y un sistema de informantes en cada cuadra, para reportar actividades sospechosas. Luego, Bush suspendió el recurso de habeas corpus y ha procedido, paso a paso, a desmantelar la Constitución y eliminar todas las garantías y libertades que ésta garantizaba. El primer campo de detención para "terroristas" -- que desde este momento son todos aquellos a quienes el gobierno acuse de serlo, aunque no aporte pruebas de ello -- fue creado poco después en la base de Guantánamo, y todo indica que continuarán multiplicándose.

La administración del Presidente Bush nunca ha podido explicar satisfactoriamente, entre otros cientos de interrogantes, cómo pilotos sin experiencia pudieron guiar con precisión matemática los aviones a sus blancos, ni por qué la Fuerza Aérea no los interceptó, ni cómo el gobierno logró conocer la identidad de los terroristas tan sólo unas horas después de producirse los ataques. El hecho de que Bush se haya opuesto terminantemente a la solicitud de los pilotos de que se les autorice a portar armas para defender sus aviones, añade otro elemento de duda a los verdaderos motivos e intenciones del Presidente.

Los sucesos que siguieron al misterioso ataque -- Bush no ha podido probar a cabalidad que éste haya sido el resultado de un acto terrorista ejecutado por Bin-laden y su grupo Al Qaeda -- parecen marcar en los Estados Unidos el fin de una sociedad civil regida por leyes y el surgimineto de un estado totalitario policíaco. En la planificación y ejecución de la política interior y exterior de los E.U. por el gobierno de Bush, tal parece como si el presidente norteamericano estuviese siendo asesorado por Fidel Castro.

A este símil pudiera agregarse el incendio del Reichstag, que Hitler usó como pretexto para dar inicio a la toma del poder por los Nazis en Alemania, pero los hechos son de sobradamente conocidos y no es necesario repetrilos aquí. Por cierto, que todo indica que el incendio del Reichstag ha sido el modelo que tanto Castro como Bush han copiado al dedillo.


Conoce a tu enemigo como a tí mismo

Dada la experiencia de los cubanos anticastristas en materia de totalitarismo, lo menos que debían haber hecho era, como el canario en la mina, alertar al pueblo norteamericano sobre la ominosa similitud de ambos procesos, máxime cuando los cubanos anti-castristas de la Florida jugaron un papel cardinal en llevar a Bush a la Casa Blanca. Pero, al parecer cegados por una fidelidad inmerecida al partido Republicano y a los políticos en posiciones de poder -- la expresión idiotizada en el rostro de Mario Chanes cuando se entrevistón con Bush el 20 de mayo es una copia fiel de la expresión de los sobrevivientes de la Brigada 2506 que recibieron como héroe en Miami al Presidente que los había traicionado -- los cubanos anticastristas parecen ignorar que el totalitarismo no sólo puede provenir de la izquierda, en forma de comunismo, sino también de la derecha, en forma de fascismo.

El grave problema de la mayoría de los cubanos en el exilio es que, aunque se jactan de luchar contra el comunismo, la gran mayoría de ellos parece desconocer las más elementales características del sistema político y de la ideología que dicen odiar. (Una paradoja interesante es que Fidel Castro, que se llama a sí mismo comunista, también evidencia desconocer las más elementales características del sistema político y de la ideología que dice profesar. Aquí podría aplicarse aquello de "tal para cual".)

Me atrevo a asegurar que pocos de los anticomunistas del exilio cubano se han tomado la molestia de leer el documento clave del comunismo, el Manifiesto Comunista, escrito por Moses Mordecai Marx Levi (alias Carlos Marx) y publicado en Londres en 1848. De haberlo leído se habrían percatado de que muchas de las cosas que caracterizan la sociedad norteamericana actual tuvieron su origen en ese documento. Son ellas, el impuesto gradual a los ciudadanos (mientras más se gana, más alto es el porcentaje que se debe pagar); el banco central (el llamado Banco de la Reserva Federal, que no es federal sino privado y cuya reserva de oro se esfumó misteriosamente hace años); y esa aberrración que tanto parece gustarle a todos, la educación gratis en escuelas públicas (que ni son gratis, pues se pagan con nuestros impuestos, ni son públicas, ya que pertenecen al gobierno). Todas estas aberraciones ilegales, ya que no aparecen en la Constitución ni en ninguno de los documentos oficiales originales de este país, parecen haber salido directamente del nefasto librito escrito por Marx.

Otras medidas que Marx sugirió que se tomaran para implantar el comunismo en un país, y que todavía no han sido totalmente implementadas en los E.U., pero están en camino de serlo, son la abolición de los derechos de herencia, la abolición de los derechos de propiedad sobre la tierra, y la confiscación de la propiedad a los rebeldes (a quienes aquí ahora llamamos "terroristas") y a los que emigren del país. Si alguno de mis lectores piensa que esto no es cierto, ello indica que se informa tan sólo a través del Miami Herald, el New York Times, el Washington Post y los canales de televisión. Pero el hecho de que muchos lo ignoren no significa que no sea cierto. Una breve búsqueda en la Internet sobre estos temas permitirá hallar innumerables ejemplos de estos hechos que, por supuesto, no se reportan en los medios de difusión "serios".

De modo que, en su ignorancia, huyendo del comunismo castrista los cubanos anticomunistas del "exilio original", vinieron a dar al país que, como explicaré más adelante, tal vez sea en este momento uno de los más comunistas del planeta.

En honor a la verdad, no es justo culparlos a a los cubanos del exilio original por no saber en dónde se han metido, pues la mayor parte de los ciudadanos norteamericanos nacidos en este país también lo aún ignoran. El motivo de esta ignorancia se debe a que, a diferencia de Rusia y Cuba, donde Lenin y Castro usaron métodos revolucionarios violentos, aquí se han aplicado las teorías fabianas y las tácticas del comunista italiano Antonio Gramsci, que preconizan la toma del poder en forma sutil y gradual. No en balde el símbolo de los fabianos es el lobo disfrazado de cordero.

En la Unión Soviética y Cuba, los comunistas tomaron el control del país en forma violenta, y establecieron una dictadura con un partido único y un control total de los medios informativos. En los E.U. los comunistas, usando las técnicas fabianas y gramscianas, se infiltraron primero y luego se apropiaron de los dos partidos mayoritarios, el Demócrata y el Republicano, que en estos momentos se han convertido en una versión encubierta de un verdadero Partido Comunista Norteamericano, mientras que mantienen la ficción de que son partidos políticos independientes con plataformas políticas diferentes. Pero un somero análisis de sus políticas indica que su meta a largo plazo es la misma: la implantación de un sistema de gobierno totalitario comunisto-fascista en los E.U. Es sintomático que una de las primeras medidas tomadas por Bush después de llegar a la Casa Blanca fue una orden ejecutiva por la que los documentos presidenciales, entre ellos los de Clinton, no se pusieran al alcance del público.

Pero, a pesar de la espesa cortina de humo desinformativa, los hechos prueban que los Estados Unidos de Norteamérica es actualmente uno de los países más comunistas del planeta, y que ha estado por muchos años ayudando secretamente a los comunistas. Los pruebas son abundantes y contundentes.


El comunismo en los Estados Unidos de Norteamérica

La Unión Soviética, que en sus tiempos fue la mayor potencia comunista, fue en realidad una creación de los banqueros de Wall Street. Fueron ellos quienes enviaron a Vladimir Ilich Lenin en un tren blindado a Rusia con cuantiosas sumas de oro, para que destruyera el país y creara la Unión Soviética. La razón principal para ello fue que el Zar se oponía a que los banqueros se apropiaran de las abundantes reservas de petróleo del país, que ya comenzaban a ser codiciadas. Fueron esos mismos banqueros quienes enviaron a Rusia poco después a León Trotsky, quien a la sazón residía en New York, en un barco cargado de dinero, para que lo sumara a las cuantiosas reservas monetarias de Lenin. Los canadienses, que al parecer no estaban en la jugada, cometieron el error de detener el barco, y allá fue corriendo un enviado especial del Presidente Woodrow Wilson, para decirles que liberan al ruso inmediatamente y lo dejaran continuar tranquilo su camino.

Si alguien se sorprende de que el presidente norteamericano Wilson haya ayudado a un comunista a implantar el comunismo en Rusia es tal vez porque ignore que el llamado "coronel" House, el hombre que era la mano derecha de Wilson, era un convencido de las virtudes del comunismo. En una novelita barata que pergueñó en 1912, el "coronel" Edward Mandel House, a quien Wilson consideraba su alter ego, describió cómo debería implantarse en los Estados Unidos de América "el socialismo como lo había soñado Marx". También habló sobre la creación de un banco central, y la implantación de un impuesto gradual -- tal como el que el que el IRS nos aplica cada 15 de abril -- así como esa otra aberración que todos parecen querer, la llamada "seguridad social" -- otra invención comunista cuyo único objeto es asegurar la esclavización y dependencia de las masas al Estado todopoderoso.

La Historia que se enseña en la escuelas del gobierno (o escuelas "públicas", como engañosamente se les llama) oculta el hecho de que cada vez que la economía soviética se veía en apuros, allá iban Mr. Rockefeller u otros banqueros a sacarles las castañas del fuego a los comunistas -- con el dinero que, gracias a aplicación de las ideas malvadas de Marx, le habían sacado de los bolsillos en forma de impuestos a los ciudadanos norteamericanos. De todos es sabido que los camiones producidos en el complejo automotriz fabricado por la Ford Motor Co. en la región de Kamá, U.R.S.S., eran usados por los soviéticos para abastecer a los vietnamitas cuando la guerra de los E.U. con ése país. Esa es la razón por la cual a los pilotos norteamericanos se les prohibió terminantemente que bombarderan la famosa carretera Ho-Chi min, por la que transitaban los convoyes de camiones. De este modo, muchos soldados norteamericanos perecieron víctimas de las armas soviéticas que los rusos enviavan a los vietnamista en camiones Ford fabricados en Kamá gracias a los buenos oficios de algunos banqueros de Wall Street.

El anterior no es un hecho aislado, sino el producto de una conducta sistemática de quienes controlan la política norteamericana. El profesor Antoni Sutton escribió varios libros académicos sobre el tema, en los que documenta hasta la saciedad cómo la mayor parte de la tecnología militar soviética partió de los Estados Unidos, con la total complicidad del gobierno norteamericano. Ésto incluyó facilitarle a los soviéticos las maquinarias especializadas para fabricar cojinetes de bolas minúsculos, imprescindibles en los mecanismos direccionales de los cohetes balísticos intercontinentales. De modo que, si los coheteros soviéticos perfeccionaron su puntería ello no se debió a un mejor entrenamiento de los coheteros rusos, sino a la ayuda encubierta que les proporcionó Wall Street.

Publicar estos hechos le valió a Sutton que perdiera su empleo como investigador en la Hoover Institution, de la Universidad de Stanford, y que luego el IRS (cuyo papel secundario es quitarnos ilegalmente los impuestos, y el principal es actuar como una agencia represiva para acosar y amedrentar a los disidentes), lo sometiera a incontables vicisitudes. El gobierno comunista de Stalin enviaba a los disidentes a Siberia, el gobierno comunista norteamericano los envía a la Siberia económica. Por supuesto, que aquí no se les llama disidentes, sino "white separatists", "John Birchers", "cult leaders", "red necks", etc., de la misma forma que Fidel Castro los llama "agentes de la CIA".


¿Es el comunismo una creación norteamericana?

Pero hay todavía más tela por donde cortar. Existen sospechas de que en realidad Marx no fue quien escribió el Manifiesto Comunista.

En 1841 Clinton Roosevelt, un antepasado de los famosos Roosevelts que tanto han influído en la política norteamericana, publicó un libro que tituló La Ciencia del Gobierno Fundada en la Ley Natural, en el que expuso los principios del comunismo (el impuesto gradual, el banco central, la educación pública, etc.), que Marx publicó siete años más tarde en su Manifiesto Comunista. Todo indica que Marx descubrió el libro de Roosevelt en la British Library, que frecuentaba, y plagió lo más esencial de su contenido. Por cierto, que muchas de las características del llamado New Deal de Franklin Delano Roosevelt, que parecen haber sido tomadas del manifiesto Comunista, tal vez hayan sido tomadas del libro de su pariente.

Fue Franklin D. Roosevelt quien, en la Conferencia de Yalta, concertó un contubernio secreto con Stalin para que éste se apoderara de la mitad de Alemania, Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Bulgaria, etc. Esa es la razón por la que a las tropas norteamericanas en Italia les fue ordenado detener su avance, y no se les autorizó a avanzar de nuevo hasta que las tropas soviéticas habían ocupado estos territorios.

A la muerte de Roosevelt, Truman continuó esta política de beneficiar a los comunistas. Fue Truman quien traicionó a Chiang Kai-shek y le entregó China al "líder agrario" Mao Tse-tung. Fue también Truman quien, mediante una despiadada operación secreta denominada Keelhaul, le devolvió a Stalin casi un millón de rusos que, aprovechando el caos de la guerra, se habían escapado de la URRS. Stalin los envió a marchas forzadas a los gulags de Siberia, a dónde llegaron tan sólo unos. Poco después comenzó el conflicto en Corea, y el general Douglas MacArthur, un patriota legítimo, se mostró decido a ganarlo. La reacción inmediata de Truman fue destituírlo, y garantizar de esta forma que los comunistas se apropiaran de la mitad de la península.

Después Truman envío a la silla eléctrica a los Rosenberg, quienes por supuesto eran espías soviéticos, pero del tipo de espías estúpidos usados comúnmente por las agencias de inteligencia como carne de cañón, para distraer la atención y que nadie se fije en los verdaderos espías. La premura de Truman por electrocutar a los Rosenberg se debió a que no deseaba que el pueblo norteamericano supiera que en realidad los Rosenberg no le habían entregado el secreto atómico a los soviéticos, sino que había sido el propio gobierno norteamericano, siguiendo órdenes de Truman, el que lo había hecho.

Años más tarde, el senador Joseph McCarthy se percató de que las acciones del Departamento de Estado y otras dependencias del gobierno norteamericano siempre beneficiaban a los comunistas. Una somera investigación lo convenció de que Alger Hiss, Whittaker Chambers, Owen Lattimore, Harry Dexter White, Harold Glasser, John Stewart Service y otros, tenían vínculos cercanos con los comunistas norteamericanos o con los soviéticos. No había McCarthy terminado su investigación cuando un grupo de prestigiosos personajes, entre ellos Dean Acheson, Philip Jessup y Adlai Stevenson, comenzó a defender a los acusados y a calumniar a McCarthy. La prensa pronto se sumó a la campaña de calumnias. Finalmente McCarthy fue separado del senado, y murió pocos años después en la ignominia. Su nombre, en forma de adjetivo, McCartismo, es aún sinónimo de persecución política en este país.

Pero la desclasificación hace unos años de los documentos de la operación Venona, por la que el FBI copiaba y descifraba las transmisiones secretas de la embajada soviética en Washington, D.C., ha demostrado que McCarthy tenía razón. Pero lo que McCarthy nunca llegó a intuir es que estos individuos no eran en realidad agentes soviéticos, sino doble agentes de los banqueros de Wall Street, infiltrados en el gobierno norteamericano para ayudar secretamente a los comunistas soviéticos. La prueba de ello es que todas estas personas, y quienes los defendieron, eran miembros,o mantenían relaciones cercanas con miembros del Consejo de Relaciones Exteriores (Council on Foreign Relations), la organización central que los banqueros de Wall Street han creado para penetrar y controlar el gobierno norteamericano.


El "anticomunismo" del gobierno norteamericano

De modo que, a pesar de toda la palabrería barata, el anticomunismo del gobierno norteamericano no pasa de ser una ficción creada para engatusar a los incautos. Esto explica el por qué el comunismo es un fuego que no se logra extinguir. Lo apagan por aquí y aparece por allá. Ello se debe a que hay muchas manos incendiarias ocultas, que secretamente avivan el fuego. Para los banqueros de Wall Street, que lucran extraordinariamente con los conflictos militares, el comunismo es un excelente aliado. Eso explica el por qué los Estados Unidos, bajo el control absoluto de esos banqueros, siempre ha traicionado a los pueblos que se enfrentan al comunismo, ya sea en Hungría, en China, o en Cuba, por mencionar tan sólo unos pocos.

Cuando sorpresivamente se les desplomó el comunismo soviético, que con tanto esmero habían creado, y mantenido artificialmente más de 60 años, los creadores del mostruo ruso (y también del cubano, por supuesto), inmediatamente se dieron a la tarea de crear otros monstruos. Es sabido que el gobierno norteamericano durante la administración de Clinton jugó un papel importante en proveer a China de la tecnología necesaria para producir cohetes estratégicos y otras armas de destrucción masiva. Es bien sabido que los famosos Talibán y Al Qaeda son también creaciones del gobierno norteamericano.

Como los banqueros de Wall Street planean a largo plazo, gracias a Fidel Castro ya tenemos a Chávez en el poder en Venezuela. Debido a los problemas en Venezuela, nos dicen, estamos pagando la gasolina a más de dos dólares el galón, y así rellenamos los bolsillos de las transacionales petroleras. (Interesante: todo lo que Castro aparentemente hace en contra de los E.U. a la corta o a la larga redunda en beneficio de Wall Street y las transnacionales). Para cuando se normalice lo de Venezuela ya tienen a Lula preparándose en Brasil. Lula ha declarado que planea producir cohetes nucleares, y los banqueros de Wall Street y sus cofrades del complejo militar- industrial no pueden ocultar su satisfacción: el comunismo ha sido siempre un negocio muy lucrativo para ellos.

Si a estas alturas algunos cubano anticastristas aún esperan que los norteamericanos nos ayuden a liberarnos de Fidel Castro, les garantizo que muy pronto se llevarán una sorpresa. Si algún día los Marines desembarcan en la Isla no será para eliminar el castrocomunismo, sino para garantizar que éste perdure aún sin Fidel. De hecho, el plan para mantener en Cuba el fidelismo sin Fidel (plan al que yo personalmente he dado en llamar "el paquete mal envuelto") se gestó en un cabildo semi- secreto que se llevó a cabo a comienzos del 2001 en el Consejo de Relaciones Exteriores (Council on Foreign Relations) en New York -- que no es sino un nido de banqueros pro-comunistas de Wall Street.

El plan pronto se puso en acción, y se inició con las visitas a Cuba de varios generales norteamericanos retirados. Como era de esperarse, éstos no sólo no hallaron rastros de armas bacteriológicas en Cuba sino que regresaron admirados del espíritu de colaboración y la cordialidad de los oficiales castristas. Otro importante elemento del plan fue el cabildeo tras bastidores que culminó en la entrega del premio Sájarov a Oswaldo Payá, lo que catapultó a ese hasta entonces casi desconocido "disidente" a niveles mundiales. Hace poco me acabo de enterar que Carter anda cabildeando para que le otorguen a Payá el premio Príncipe de Asturias. Debido a sus inversiones espurias en la Isla, los españoles están muy preocupados con la posibilidad una Cuba post-Castro sin Castro, y también apoyan secretamente el fidelismo sin Fidel.

A su vez, el "disidente" Gutiérrez Menoyo, lleno de valentía como es propio de él, se ha mudado alas entrañas del monstruo. Ni corto ni perezozo, Mijail Gorbachev, otro agente de los comunistas solapados de Wall Street, ha organizado una farsa en la Florida, cuyo fin es darle a Menoyo estatura mudial -- una especia de bate emergente, por si acaso Payá les falla.

De modo que a los cubanos anticastristas en el exilio les han caído todas las plagas. Sus enemigos del partido Demócrata los odian públicamente. Uno de ellos, un tal Alexander Cockburn, con motivo del secuestro de Elián por los esbirros de Janet Reno, escribió un artículo en el que pedía que le tiraran una bomba nuclear a Miami, para deshacerse de una vez por todas de los problemáticos cubanos anticastristas. Por su parte, los del partido Republicano dicen ser sus amigos, pero los traicionan a diestra y siniestra. Por último, la Iglesia Católica, que debía ser su aliada, también los ha traicionado. (El amor que la filofascista Iglesia Católica ha demostrado tener por Fidel Castro no hace sino confirmar mis sospechas de que el tirano caribeño tiene más de fascista que de comunista).


Tanto nada y nadar, para morir en la orilla

En su extraña lucha contra el "terrorismo", el Presidente Bush, que haría cualquier cosa por detener el terrorismo... ¡excepto armar a los pilotos de aerolíneas!, ha sentado en este país las bases para la implantación de un régimen totalitario que tal vez haga palidecer en comparación al del tirano caribeño. Todas las condiciones objetivas y subjetivas (como dirían los comunistas) están dadas. El barrraje de propaganda pro-comunista a que está siendo sometido el pueblo norteamericano en estos momentos, no tiene paralelo en la historia de la humanidad. La eliminación del monumento de los Diez Mandamientos de un edificio federal en Alabama es sólo un incidente más en esta carrera desenfrenada de los enemigos de la libertad por la destrucción de los Estados Unidos de América. Para alcanzar la añorada meta sólo les falta la aparición de un líder carismático y paranoico.

Alemania produjo a Hitler, nuestra Cuba produjo a Castro, y no sería extraño que norteamérica produjera el suyo -- de hecho ya ha producido al menos dos: Charlie Manson y Jim Jones, pero ninguno de ellos navegó con suerte. Cuando ese líder aparezca -- y no les quepa duda de que él (¡o ella!) aparecerá su tiempo -- ése será el comienzo del fin de este otrora gran país que día a día se desintegra a pasos agigantados delante de nuestros ojos. Los cubanos del exilio que no lo ven, o están ciegos, o se marcharon de Cuba demasiado pronto. Por una de esas extrañaas paradojas de la Historia, los cubanos anticastristas del exilio, que escaparon de su país huyendo de una tiranía totalitaria, tal vez hayan contribuído a establecer una tiranía totalitaria en el país que les abrió las puertas y les dio refugio.

Desgraciadamente los cubanos del exilio han faltado a su deber moral para con el pueblo norteamericano, de alertarlo sobre el enorme peligro que se cierne sobre éste. ¿Qué pensaríamos nosotros de alguien que, llamándose nuestro amigo, en enero de 1959 hubiese sabido lo que se avecinaba y no nos lo hubiese advertido? Pues, un día no muy lejano, eso mismo pensarán de ustedes los norteamericanos.

Y ¿qué será de los cubanos anticastristas en los Estados Unidos cuando se cierna sobre este país la larga noche del totalitarismo? Eso no lo sé con certeza. Pero de lo que sí estoy seguro es de que, desafortunadamente, la Historia no los absolverá.


FIN


Servando González es el autor de Historia herética de la revolución Fidelista, The Secret Fidel Castro: Deconstructing the Symbol, y The Nuclear deception: Nikita Khrushchev and the Cuban Missile Crisis. Su próximo libro, Fidel Castro Supermole: Walking Back the Cat in the Cuban Operation, aparecerá a comienzos del próximo año.

Sus libros pueden adquirirse en amazon.com o, con descuento, en el sitio de la casa editora, www.intelibooks.com.

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