El peligro continuará salga quien salga

Por Servando González

En un artículo reciente (“Cómo logró un tonto ganar la presidencia y el peligro de que repita”, Opinión, 26/10/04), Daniel Samper pinta una imagen un tanto ilusoria del proceso electoral y político norteamericano. Aunque su descripción del señor W. Bush es acertada --no es necesario saber el coeficiente de inteligencia del actual presidente norteamericano para percatarse de que padece de una gran deficiencia neuronal--, Samper se limita a estudiar al títere, sin preocuparse mucho por analizar la verdadera naturaleza de los hilos que lo manipulan. En realidad Bush no llegó a la presidencia de ese país por los esfuerzos de una plutocracia, sino de la oligarquía financiera que lo gobierna.

Quienes hayan visto el documental Fahrenheit 911 del realizador Michael Moore de seguro recordarán el insólito espectáculo, desconocido hasta ese momento, del vicepresidente Gore, el hombre a quien supuestamente Bush le había arrebatado la presidencia, silenciando en el Congreso a golpes de mallete a los congresistas que protestaban por el fraude electoral. Obviamente, tal inusitado comportamiento revela que, lejos de ser una víctima inocente de un proceso electoral ilegítimo, Gore había sido copartícipe de éste. Lo que sucedió durante las pasadas elecciones presidenciales en los Estados Unidos no fue un fraude electoral, sino una bien montada mise-en-scene.

En su poco conocido libro publicado en 1966 Tragedy and Hope, que ha sido convenientemente expurgado de las bibliotecas, el profesor de la universidad de Georgetown Carroll Quigley explicó en detalle cómo la oligarquía financiera que controla los EU había infiltrado los dos partidos políticos hasta controlarlos en su totalidad, de modo que los ilusos pensaran que cambiando al rufián de turno en la Casa Blanca las cosas cambiarían. En la actualidad estos dos partidos no son sino las dos caras de una misma moneda --que yo he dado en llamar el “Partido Repucrático”--.

Aunque no lo parezca, el sistema político de los Estados Unidos a partir de la posguerra, no ha sido muy diferente del de países totalitarios como la Unión Soviética, China, Corea o Cuba. Pero, a diferencia de estos países, en los que la existencia de un partido oficial único, una prensa controlada, y elecciones fraudulentas manipuladas son evidentes, los norteamericanos, magos de la imagen, han creado el sistema totalitario perfecto, como ni siquiera Orwell lo soñó: uno en el que la dictadura parece democracia y la censura parece libertad de prensa.

Por otra parte, no es de extrañarse que el país que inventó el azúcar que no es azúcar, la leche que no es leche, el café que no es café, y otras maravillas por el estilo, haya creado una dualidad de partidos opositores que no es tal. Por alguna razón que tal vez resida en lo más recóndito de la psiquis colectiva de ese país, a los norteamericanos les agrada que les den gato por liebre. Esto tal vez explique el éxito de Hollywood como fábrica de sueños. Lamentablemente, muchos de nuestros compatriotas de América Latina creen que esos sueños son realidad.

Sin embargo, por razones que por motivo de espacio no voy a enumerar aquí, en especial después de los nefastos y dudosos sucesos del 11 de septiembre --los cuales comenzaron en realidad en 1995 con la misteriosa destrucción del edificio federal en Oklahoma durante el gobierno de Clinton--, tal pareciera como si a los oligarcas les importara un bledo seguir manteniendo la ficción de la dualidad de partidos. Por ello se han despojado de las caretas y actúan cada vez más con impunidad y alevosía, mostrando un desprecio total por las leyes y la Constitución de ese país. Esto ha traído por consecuencia que, no obstante el barraje propagandístico --desde los años de la Alemania nazi ningún pueblo se ha visto sometido a tal bombardeo de propaganda, que equivale a una verdadera operación de guerra psicológica--, cada vez sean más quienes despiertan de su letargo y se cuestionan el proceso.

Las razones de este súbito despertar, al que ha contribuido en gran medida la Internet, un medio que ha roto el monopolio informativo de los oligarcas, son evidentes: Ambos candidatos presidenciales son graduados de la Universidad de Yale (cantera de cuadros de la oligarquía), ambos son miembros de la sociedad secreta Skull & Bones (que, lejos de ser una broma entre estudiantes borrachines, es una rama de otra poderosa sociedad secreta alemana en cuyo seno se engendró el nazismo), ambos son miembros del influyente y casi desconocido Consejo de Relaciones Exteriores (el Council on Foreign Relations, que junto con la Comisión Trilateral y el Grupo Bilderberg conforman la tríada esencial de la oligarquía financiera mundial, el verdadero poder detrás del trono), y ambos candidatos son mentirosos desvergonzados cuyos expedientes militares fueron falsificados para su beneficio.

De modo que, como decía la letra de la canción, como quiera que se ponga el pueblo norteamericano tendrá que llorar. Quienquiera de los dos candidatos que “gane” las elecciones continuará exactamente la misma política, porque ésta no sale de sus mentes abotagadas, sino que le es dictada desde Wall Street. Lamentablemente, los norteamericanos no van a llorar ellos solos, sino que también nos tocará llorar a nosotros los latinoamericanos y a gran parte del resto del mundo.


FIN



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