El retorno del sobrino pródigo

por Servando González


Advertencia: El presente artículo fue publicado en la revista Guángara Libertaria en 1985. Como muy pocos cubanos lo conocen, y aún conserva su actualidad (o, tal vez, tiene hoy mayor actualidad que nunca), he decido publicarlo sin modificarle un punto ni una coma. No obstante, tengan bien presente que esto lo escribí mucho antes de la caída del imperio soviético. AUTOR

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La campaña empezó hace algún tiempo y sin mucho alboroto, en la sutil forma habitual que acostumbra la libre e imparcial prensa norteamericana. Primero una pequeña nota escondida en la página ocho, al lado del reportaje sobre el fuego de Queens. Luego una noticia un poco mayor en la página dos, cerca del anuncio de las nuevas modas de primavera de Macy's. Y, finalmente, el consabido despliegue en las primeras planas y los editoriales completos: parece que Fidel Castro desea llegar a un arreglo con los Estados Unidos. A partir de ahí, la aceitada y aceitosa maquinaria publicitaria arrancó a todo vapor. Largas entrevistas de fondo en influyentes revistas de amplia circulación y sesudos artículos académicos en revistas ídem carentes de seso. Todo indica que Fidel Castro, decepcionado por la mala calidad de la televisión rusa, la sopa de chícharos y la merluza frita, se ha cansado de los soviéticos y aspira a volver, como el hijo pródigo, al seno de la gran democracia norteamericana.

Esta desafinada melodía que ahora entonan los medios de difusión norteamericanos tal vez suene extraña a algunos oídos. ¿Hacer los Estados Unidos las paces con Fidel Castro?... imposible. Para otros, más dados a creer en lo que la gente hace que en lo que dice, la posibilidad no parece tan descabellada. Porque no hay que olvidar que, dígase lo que se diga, y a pesar de que a algunos les moleste recordarlo, Fidel Castro, como los autos Ford y las hamburguesas Mc Donald's, es un típico producto norteamericano.

Contrariamente a lo repetido una y mil veces en la mitología fidelista, Fidel no le ganó la guerrita a Batista, sino que el mulato echó un patín cuando los americanos le congelaron la entrega de armas para que comprendiera que ya no lo apoyaban. Mientras tanto Herbert Metthews le vendía al ingenuo público norteamericano la idea de un émulo bolivariano en la Sierra Maestra y los agentes de la CIA en la embajada americana en La Habana no ocultaban su desprecio por el sargento y su admiración por el barbudo comandante rebelde. Una vez Fidel en el poder, el gobierno norteamericano, pese a serias advertencias y rompiendo una larga tradición diplomática, fue el primer país que se apresuró a reconocer al régimen fidelista. Años más tarde tres ex-embajadores de USA en Cuba declararían ante una comisión senatorial que Fidel Castro no era sino el producto del Departamento de Estado norteamericano.

Ya en el año 1961 la ubicua CIA y el presidente Kennedy, no contentos con haber llevado a cabo su exitoso plan para hacer fracasar la invasión de Bahía de Cochinos y de entregarle a Fidel en bandeja de plata a los incautos que confiadamente se tragaron la monserga anticomunista hicieron todo lo posible para que fracasaran las guerrillas en el Escambray y destruyeron el movimiento clandestino antifidelista en las ciudades cubanas. Para cumplir el plan al dedillo, se dedicaron luego a hostigar a los cubanos de Miami de modo que no molestaran al dictador caribeño. La tapa al pomo se la puso el propio Kennedy cuando en Octubre de 1962 se hizo el chivo loco y no sólo no aprovechó la oportunidad de los cohetes rusos en Cuba para invadir la isla, sino que oficialmente, o más bien extraoficialmente, llegó a un acuerdo con Nikita Jruschov para que Fidel no fuera perturbado en el ejercicio de su tiranía totalitaria. De Kennedy también partió la genial idea de cercar la isla con un bloqueo económico que sirviera tanto para causarle penurias al indefenso pueblo de Cuba, como para que Fidel tuviera una causa a la que achacarle los fracasos económicos productos de su ineptitud.

Por su parte Fidel, que será cualquier cosa menos malagradecido, no ha podido menos que pagar con creces los favores de los americanos. Desde el propio año 1959 comenzó su plan especial de ineficiencia económica que ha metido a los rusos en un berenjenal financiero. La anti-imperialista victoria pírrica cubana les está costando hoy a los tovariches más de doce millones de dólares diarios. ¡Manden refuerzos, que estamos ganando! Pero, como si esto fuera poco, a partir de 1962 el "comunista" Fidel no sólo lanzó la onda extraña de la lucha guerrillera y de la Sierra Maestra andina, sino que, ante el desconcierto de todos los camaradas moscovitas, se dio a la tarea sistemática de destruir uno a uno a los partidos comunistas tradicionales latinoamericanos que seguían la línea del Kremlin. Después vinieron la OLAS, la OSPAAL y la Tricontinental, que aunque aparentemente estaban dirigidas contra los Estados Unidos en realidad ponían en crisis las ambiciones soviéticas de hegemonía sobre los países del tercer mundo.

Los soviéticos, por su parte, trataron varias veces de llevarse a Fidel en la golilla para colocar en la colonia cañera cubana a otro capataz más dúctil y confiable. Pero el Caballo tiene más mañas que una zarigüeya y no hay quien lo pesque dormido. Cuando en abril de 1962 Nikita Jruschov quiso darle un golpe de estado para poner en su lugar a Anibal Escalante, uno de los líderes del PSP (Partido Socialista Popular, nombre del partido comunista cubano pro-Moscú), Fidel reaccionó rápidamente y no sólo expulsó del país a Escalante y a otros pesepistas, sino también al embajador soviético -que casualmente era un alto oficial de la KGB- y a su cohorte de kagebistas. En 1968 la historia se repitió y la llamada "microfracción", que seguía órdenes de los rusos y de nuevo estaba liderada por el único chivo que ha sido expiatorio, dos veces, fue a dar con sus huesos a la cárcel.

En 1968 el Che Guevara, que al parecer estaba fuera del potaje fidelista, se fue sin bola y por la libre trató de comenzar en Bolivia lo que él estimaba sería el germen de una revolución verdadera. Horrorizados ante tamaña herejía, americanos, rusos y cubanos aunaron sus esfuerzos para que el Che no fuera a entonar un peligroso tango ad libitum con acento pekinés. El médico frustrado metido a guerrillero tiene el mérito histórico de haber aliado en su contra a las más agresivas potencias de la actualidad. Moraleja cheísta: aquí el que quiera cantar tangos tiene que solfear por el papel pautado que le pongan. (Toma nota, Eden Pastora).

Por su parte, el sobrino ha emulado el ejemplo del Tío. En 1975, sin encomendarse a Dios ni a Moscú, Fidel lanzó sus tropas a la invasión de Angola, para afincar en el poder a Agostinho Neto, un "marxista" que ciertamente no seguía la línea moscovita. Una vez allí, y sin darle mucha publicidad, los fidelistas se dedicaron a cuidar los intereses de las transnacionales. Aún hoy las tropas castristas protegen las refinerías de la Gulf Oil en Cabinda del posible ataque de "saboteadores". Tal vez esta encomiable actitud fue la que motivó que Andrew Young afirmara que Cuba constituía una fuerza estabilizadora en Africa, y que el inquieto Rocky (David Rockefeller) exclamara transido de emoción: "No me importa que sean ñángaras, mientras tengan guanajo para pagar" (traducción libre del autor). Dos años después los rusos, cansados de tanta maraña, trataron de destronar a Neto para colocar en su lugar a Nito Alves, de la facción pro-soviética del Partido Comunista angolano. Pero cuando se armó la balacera en Luanda los soldados del supuesto títere soviético, en vez de apoyar a Alves como indicaban la moral y las buenas costumbres, apoyaron a tiros a Neto y los camaradas rusos se cogieron otra vez el delicado.

Pero los bolos se la tienen guardada a Fidel y aprovechan cualquier oportunidad para pasarle la cuenta. En 1978 se colaron en Afganistány de paso le rompieron el pasodoble al Comandante en Jefe que aspiraba a eternizarse como líder del movimiento de Países no Alineados, al mismo tiempo que le frustraron su intento de agarrar un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Para darle más realismo a la mise en escène, los sesudos de la CIA urdieron sofisticados planes para desconchinflar a Fidel. Trataron --según ellos y Fidel-- de asesinaarlo, de que se le cayera la barba, de que se volviera loco y hablara basura (¿aún más?), pero todo les salía mal. Las pistolas se encasquillaron, las pastillas de veneno se congelaron, el LSD se extravió y el tabaco envenenado se lo fumó un escolta. El resguardo preparado por Celia y Vallejo demostró ser más efectivo que las computadoras de la CIA. Changó venció a la cibernética.

En pago de tanta bondad, durante todos estos años Fidel no se ha cansado de ayudar en la medida de sus modestos esfuerzos a aquellos que le han brindado protección y abrigo. Miami, que en el año 1959 era una moribunda ciudad playera de judíos retirados, se convirtió de la noche a la mañana, por obra y gracia de Fidel, en una de las más pujantes ciudades norteamericanas. Las guerritas limitadas fidelianas en todo el planeta contribuyen a que la economía de USA se mantenga boyante y a que el complejo militar-industrial viva días felices. Y la constante actividad desestabilizadora del fidelismo en latinoamérica ha traído como lógica consecuencia que los capitales, en busca de seguridad política, emigren a USA, para así contribuir al desarrollo de la economía norteamericana. De más está decir que Wall Street adora a Fidel, y en justa reciprocidad los colegas banqueros de allende los mares no han sido remisos a abrir sus abultadas billeteras para que el Adolfo caribeño no carezca de los dólares necesarios -que los rusos no le facilitan- para seguir fomentando las guerrillas centroamericanas..., que a su vez crean un clima de inseguridad apropiado para que los capitales sigan fluyendo hacia USA y para que los contribuyentes norteamericanos no pongan objeciones a mayores presupuestos militares. El "bisnes" de América no es el anticomunismo; el "bisnes" de América es el real y verdadero "bísnes".

El último episodio de esta tragicomedia ocurrió el año pasado cuando los rusos sorpresivamente se quitaron de arriba al fidelista Bishop en Granada para sustituirlo por gente de su confianza. Ni corto ni perezoso Reagan, que hasta ese momento no se había interesado por las andanzas granadinas de Fidel, envió al punto a los marines a la isla para jorobar a los rusos y que éstos tuvieran que tomar el ponche sin nuez moscada. "Hoy por ti y mañana por mí", dicen que dijo alguien que oyó decirlo a Reagan.

Por otra parte, todo indica que con el decursar de los años Fidel ha ido perdiendo su extraña y útil habilidad para meter en líos a los rusos, o que éstos al fin se han olido que no son todos los que están ni están todos los que son. Por mucho que Fidel los ha empujado, los soviéticos no han mordido el señuelo sandinista. "¡Solavaya!", dicen los bolos: "para muestra, con el botón cubano basta y sobra".

Por tanto, a nadie le asombre que Fidel llegue a un acuerdo con los norteamericanos. Después de todo, en el fondo de su corazón Fidel siempre ha admirado y añorado el american way of life, y los liberales de izquierda y de derecha siempre a su vez han enviado la carisma del máximo líder y el fálico tabaco, símbolo de su machismo. Al parecer Fidel ya anda preparando el camino, pues con la misma cara dura con que hace algunos años dijo que siempre había sido marxista, ahora acaba de declarar que siempre ha sido cristiano. De modo que el primer paso para que Fidel deje de ser un tirano totalitario comunista enemigo de USA y se convierta en un tirano autoritario capitalista amigo de USA, ya está dado. En realidad las diferencias entre Stroessner, Fidel y Pinochet, siempre han sido de forma y nunca de contenido.

¿Y los "cubanos-americanos"? Bien, gracias; ganando dólares a diestra y a siniestra y como siempre atentos a la voz del amo. ¿Y el pueblo de Cuba? Mal, gracias; observando con sorda cólera y justificado excepticismo cómo el círculo se cierra nuevamente.

El sobrino pródigo retorna al regazo del magnánimo Tío.

Dios los cría y ellos se juntan.



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